/ lunes 4 de septiembre de 2023

Desde el parlamento | Igualdad de género y política de cuidados en México

En los más de 40 años de neoliberalismo se generó y profundizó la desigualdad social, económica, laboral y profesional entre los géneros, en detrimento de la presencia de las mujeres en todos los ámbitos.

En ese marco, se impuso a las mujeres la doble o triple jornada laboral: la doméstica, la formal y las labores de cuidado. Es cierto que se ha incrementado la tasa de participación laboral ya que en 1970 era de 19% y en 2018 fue de 44%, sin embargo, la brecha salarial continúa: apenas superó el 12% en febrero de 2019.

En 2018, la población sin ingresos propios fue de 13.8 millones de personas, de las cuales el 85% corresponde a mujeres (ENIGH 2018). Un dato revelador de esta desigualdad que registra la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2023 es que el “ingreso promedio trimestral de las mujeres es de 19 081 pesos y de los hombres de 29 285 pesos. Es decir, hay una brecha de ingresos de 35% en contra de las mujeres.

De 2018 a la fecha, por supuesto que ha habido diversos avances para atacar las distintas brechas de género. La pensión que reciben las adultas mayores, las becas educativas para mujeres, niñas y jóvenes, las sembradoras y demás titulares de derechos, es un gran avance ya que el 57% de los beneficiarios de programas sociales en México son mujeres; la brecha salarial de género disminuyó con el incremento salarial, sin duda. Los salarios han aumentado 135% y en la frontera norte, donde el trabajo de la maquila es mayoritariamente femenino, se incrementó en un 253%, la igualdad laboral empieza a ser una realidad.

En el combate a las violencias también hay avances, sobre todo en materia legislativa. En los derechos laborales de las personas trabajadoras del hogar, en participar en el derecho a la seguridad social y mejor remuneración, también camina la igualdad, pues justamente el 98% son mujeres.

Avanzar en el bienestar personal implica insistir en el reconocimiento de los derechos sexuales reproductivos, específicamente en el derecho a la interrupción del embarazo, entre otros. En estos ámbitos hay una gran fuente de desigualdad laboral y desventajas en el plano económico. Solamente en el delito de la trata de personas el 85% de las víctimas son mujeres y niñas.

Desde hace décadas, en la agenda feminista, esta ha integrado el tema del trabajo doméstico y de cuidados y la manera desproporcionada en que impacta a las niñas y mujeres, porque históricamente las mujeres fueron restringidas al espacio privado, al hogar. De ahí que ahora estemos insistiendo en el derecho de acceso al estudio, al empleo, la participación política y en todos los ámbitos de la vida social, siendo en la representación política y de gobierno donde más se ha cerrado la brecha de desigualdad. Por ello, día a día con mayor fuerza y relevancia, las mujeres se incorporan en la participación productiva, laboral, económica y social, sin dejar de lado las labores domésticas y de cuidados, que lamentablemente, en muchas ocasiones no son reconocidas, ni remuneradas, ni compartidas con otros miembros de la familia.

La problemática de no compartir responsabilidades domésticas impacta en la vida de las niñas y las mujeres, ya sea en el acceso o permanencia en los espacios educativos, laborales, en los ingresos económicos, servicios de salud, empleo digno, en el desempeño, toma de decisiones, y todo esto ocurre, como sabemos, muchas de las veces en contextos de violencia.

Desde el año 2013 la Organización Internacional del Trabajo modificó el concepto de trabajo para establecer lo siguiente: “Trabajo comprende cualquier actividad llevada a cabo por personas de cualquier sexo y edad que producen bienes u otorgan servicios para el uso de otros o el uso propio”, de tal manera que se distinguen dos tipos de trabajo: 1) El que se realiza por una remuneración en el mercado laboral en el ámbito público y; 2) El doméstico y de cuidados no remunerados que se realiza para el sostenimiento de la vida humana en el ámbito privado, dentro de los hogares.

Más tarde, en el 2018, la OIT definió que el trabajo de cuidados “consiste en actividades y relaciones requeridas para atender las necesidades físicas, psicológicas y emocionales de las personas adultas, niñas, niños, jóvenes y mayores, frágiles y autónomos”.

A nivel mundial se estima que las mujeres dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12 500 millones de horas diarias. Oxfam ha calculado que tan solo el trabajo de cuidado no remunerado que realizan las mujeres aporta a la economía un valor añadido de al menos 10.8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica la aportación de la poderosa industria de la tecnología.

De acuerdo con la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares de México, en 2021: a) El valor económico de las labores domésticas y de cuidados reportó un monto de 6.8 billones de pesos, lo que equivale a 26.3% del PIB nacional; b) Las mujeres aportaron 2.6 veces más valor económico que los hombres por sus actividades de labores domésticas y de cuidados en el hogar; c) Las mujeres aportaron a su hogar, en promedio, el equivalente a 71 524 pesos por su trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados; d) Aumentó el tiempo destinado a actividades o labores domésticas, y en el rubro de traslados y acompañamiento.

Si revisamos la Encuesta del Uso de Tiempo (ENUT 2019) se analiza que: a) El tiempo total de trabajo de la población de 12 años y más es de 5661 millones de horas a la semana, de las cuales 49.4% corresponden al trabajo no remunerado, 47.9% al trabajo para el mercado y 2.8% a la producción de bienes para uso exclusivo del hogar; b) Del total del tiempo trabajo de la población de 12 años y más, prácticamente 5 de cada 10 horas contribuyen a la economía del país, sin que medie pago alguno por ello; c) Del total de población de 12 años y más, 97% participa en el trabajo doméstico no remunerado para el propio hogar, con un promedio de 22 horas semanales.

En suma, avanzar en la igualdad social entre los géneros obliga a poner en marcha una política pública de creación del Sistema Nacional de Cuidados, aprobando la modificación a los artículos 4° y 73 Constitucional y la iniciativa de la Ley General del Sistema Nacional de Cuidados, para una distribución corresponsable de los trabajos de cuidados entre el Estado, el sector empresarial, la sociedad civil, las comunidades, las familias, mujeres y hombres, para generar una oferta de servicios de cuidado para la población que así lo requiera.

Se trata de generar la Organización Social de Cuidados entre familia, Estado, mercado y organizaciones comunitarias que producen y distribuyen cuidado. Vamos por cambios culturales entre hombres y mujeres respecto a la responsabilidad de cuidado y avanzar en la igualdad de género.