Los asesinatos de dos ex jefes policiacos de Mazatlán no son hechos aislados, menos si estos ocurrieron con 15 días de diferencia.
Juan Ramón Alfaro Gaxiola, asesinado ayer domingo en la colonia Hacienda de Urías, fue el antecesor de Simón Malpica Hernández, abatido el 10 de noviembre en la colonia Juárez.
Ambos estuvieron en el cargo en la segunda administración de Luis Guillermo Benítez Torres como alcalde de Mazatlán.
¿Hay algún vínculo entre ambos asesinatos? Las autoridades ministeriales no deben descartar esta línea a de investigación.
Durante sus periodos al frente de la corporación, ambos enfrentaron señalamientos de irregularidades, pero nunca fueron confirmadas, y al cumplir la edad de jubilación decidieron retirarse.
Desaparecidos de la vida pública, se les perdió la huella gracias a que el mismo sistema los ayudó a esconderse de los reflectores.
Se desconoce si ambos ex funcionarios estuvieron bajo proceso alguna vez.
En este contexto de violencia que ha sacudido al puerto en los últimos tres meses, la cifra de policías en activo y retirados ya suma cuatro, y el efecto que eso genera es que las estrategias de seguridad implementadas nomás no funciona.
Algo pasa y las autoridades enmudecen, mientras las y los ciudadanos quedan atrapados en estos escenarios de violencia.
Cada asesinato en el puerto tiene un efecto dominó en la actividad comercial y de flujo turístico por la sensación de inseguridad que se genera dentro y fuera de la ciudad.
La fiesta del puerto, su vida nocturna, se apaga con cada asesinato o “levantón” que ocurre, esta última cifra ya alcanzó niveles caóticos.
Los visitantes tradicionales a Mazatlán, los del corredor económico del norte, se preguntan si Mazatlán es seguro para venir a pasar el fin de semana.
Sí, Mazatlán está repleto de tropas militares del Ejército y la Marina, pero incluso así no dan certeza ni la sensación de seguridad que los patrullajes en esencia deben brindar.