Con el nuevo Gobierno federal parece que hay una estrategia diferente a la de “Abrazos, no balazos”, y en esta mecánica se cambia toda la estructura de mando en las fuerzas armadas y en sus regiones terrestres y navales.
Apenas asumió Claudia Sheinbaum Pardo la titularidad del Poder Ejecutivo y removió al comandante de la Tercera Región Militar con sede en Mazatlán, al General de División Militar Francisco Jesús Leana Ojeda, quien se fue de Sinaloa por la puerta de atrás al declarar que la violencia en el estado dependencia de que los grupos criminales se pusieran de acuerdo. Vaya verdad la que dijo, pero políticamente incorrecta para el gobierno que apenas empezaba.
Ahora la Octava Región Naval Militar, también con sede en Mazatlán, entró en ese proceso de enroque al llegar un nuevo vicealmirante, apenas un día después de que el gobernador Rubén Rocha Moya acudió a la ciudad de México a entrevistarse con el secretario de Marina Raymundo Pedro Morales Ángeles.
¿Qué se acordó en la reunión con el Almirante? De acuerdo con Rocha Moya la Marina tendrá una participación más activa en el despliegue militar que el Gobierno federal emprendió desde el 9 de septiembre para pacificar la entidad, derivado del estallido violento que significó la traición de los “Chapitos” a Ismael “El Mayo” Zambada García para entregarlo al gobierno de Estados Unidos.
Por eso la llegada del vicealmirante José Daniel Reséndiz Sandoval en sustitución de Javier Abarca García anuncia a su vez que se pone a mandos navales cercanos y leales al actual titular de la Secretaría de Marina.
Poco se sabe de Reséndiz Sandoval en cuanto al mando de tropas, pero de seguro tendrá mucho margen de maniobra ahora que el despliegue naval en la entidad aumentará.
Recordemos que durante los gobiernos de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto la Marina ejecutó los operativos más mediáticos en cuanto se refiere, como el abatimiento de Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca, y las dos detenciones del “Chapo” en Sinaloa.
Al llegar Andrés Manuel López Obrador le entregó abiertamente la seguridad pública a las Fuerzas Armadas, aunque dijo que los regresaría a los cuarteles.
Y no solo eso, los introdujo en una dinámica empresarial al hacerlos constructores y operarios de los aeropuertos de Sant Lucía (AIFA) y de Tulum, Quintana Roo, la línea aérea Mexicana de Aviación, el Tren Maya, el Tren Interoceánico y la refinaría Tres Bocas.
Ese desgaste de soldados y marinos a todas horas por las ciudades de Sinaloa en realidad no genera una sensación de que disminuya la inseguridad, al contrario, la gente piensa que las cosas están mal y que por eso son los patrullajes de las fuerzas armadas.
Es cierto que la capacidad de las policías municipales y estatales jamás se equiparará para combatir a la delincuencia organizada, y que el uso de militares es lo único que puede hacer frente a ese flagelo, pero ya es tiempo de hallar una estrategia, porque urge, para que esto no se vuelva una guerra civil.