/ sábado 29 de junio de 2019

Leer en tiempos violentos

“La literatura nos ayuda a construir tiempos humanos y la lectura los desata”

Luz María Chapela

Hay dos universos ideales o propicios para fomentar la lectura: uno es el hogar, el segundo es la escuela. Territorios con distintas edificaciones, ámbitos que confluyen en un punto en común: educación, conocimiento, formación, orientación y valores. Un padre o tutor siempre lleva a su hijo con una carga de esperanza, una luz que es objeto de aspiraciones,maestros y padres pretende que siempre esté encendida, ese brillo llamado aprendizaje. La escuela deberá siempre tener sus fronteras abiertas a cualquier niño o joven, sin distinción de clase, raza, creencia religiosa y orientación sexual. Escuela y familia siempre tienen nuevos retos: una bandera por la que deberían de confluir cada año escolar: el fomento a la lectura.Fortalecer la lectura desde estos dos universos.

El hogar es el espacio privado e íntimo.Bajo el cobijo de nuestros seres más cercanos donde se cantan arrullos, cuentos, adivinanzas.Las caricias otorgadas al alma son diversas: podemos compartirlas no únicamente con las manos o con las sonrisas, los besos en la frente y en las mejillas de nuestros seres más queridos. Hay otros artilugios inolvidables e inigualables para hacer contacto con los seres humanos: la magia de las palabras compiladas en la literatura y sus géneros.

En forma oral o escrita; es ahí donde tenemos un primer acercamiento al mundo, primero por medio de la voz, explorando un cuento antes de dormir permite al pequeño navegar en el maravilloso mundo que lo acerca a la otra edad, existen familias que alimentan ese espíritu lector poniendo libros al alcance de todos los miembros; volviéndose un paisaje cotidiano.

Observar a un niño jugar con las hojas de un libro,imaginando la trama de la historia,leyendo las imágenes o a un joven acariciar las hojas de un libro de poesía, mientras los adultos leen para nutrir su espíritu o simplemente todos juntos en una sala de estar, en el patio bajo la sombre de un árbol un adulto leyéndole a su familia en voz alta o un abuelito contando la historia de su pueblo. Pensar en estas imágenes hacen que realice una pausa en el tiempo, en el espacio, conjeturar que se abrirá un ciclo interminable cuando la semilla lectora se siembra desde casa, se forma un vínculo;uno que probablemente ese bebé lector al ser un adulto retomará.

Al final, este cuadro es un sueño profundo que dista mucho de los hogares actuales y el retrato que podríamos observar: el bebé frente a un televisor, los niños frenéticos después de estar cuatro horas jugando videojuegos, los adolescentes extraviados frente al móvil al igual que los padres.Hay otros hogares donde la realidad es otra; porque la primera prioridad del día es cubrir los alimentos, pensar en libros cuando se tiene hambre; resultará para una familia algo complicado, más no imposible, cuando a las comunidades más vulnerables se le ponen al alcance instancias o programas para acercar a los más desprotegidos a la cultura lectora y escrita porque en estas situaciones ni la familia, ni escuela son suficientes.

Esa escena donde bebé, niños, jóvenes, padres no intercambia palabras orales en su hora de convivencia se ha vuelto cotidiano.Leer, jugar, escuchar, hablar y hasta para relacionarnos con el otro; empezamos a depender de manera obsesiva de un dispositivo electrónico. Las otras familias las que no tienen ese acceso a la tecnología libran otro tipo de batallas y a veces se incorporan a los flujos migratorios: del campo a la ciudad. Desplazamientos causados por violencia. En esos nuevos asentamientos de colonias deberían de preocuparse no sólo por los servicios públicos; también el acceso a los libros y lectura, esta última algunos estudiosos han mencionado sobre los efectos reparadores de la lectura.

El segundo universo es la escuela: un espacio ideal donde bibliotecas y aulas deberían estar habitadas por todo tipo de temas, formas y formatos de libros. El acceso a los libros como un derecho inalienable que todo niño, joven debe de tener a la cultura lectura escrita y lectora. La escuela como gestora de eventos culturales que giren alrededor de la literatura, la ciencia y el arte. Los libros deberían estar en primer plano, en algunas comunidades escolares se vuelven una prioridad básica, así como las producciones literarias por niños y jóvenes. Igual, este es un ideal que no habita en las mayorías de las escuelas porque para incentivarlo se requiere sumar esfuerzos, voluntades e infraestructura.

El ciclo escolar arrancó con cierta fortaleza: con un programa estatal “Cruzada por la lectura en Sinaloa”, una iniciativa que nace desde El Colegio de Sinaloa por el escritor Élmer Mendoza para las escuelas de educación básica de todo el Estado. La mechita prendió con los supervisores escolares, en las escuelas y con los profesores, arriba con las autoridades no fructificó; considero que fue más por presupuestos que por falta de valoración del proyecto del maestro Élmer y del equipo que hizo posible con las capacitaciones: Alfonso Orejel, Alicia Núñez, Karina Castillo, Raúl Quiroz y una servidora. Nos tocaba palpar del cómo se emocionaban los docentes con la literatura infantil y juvenil, en algunas zonas escolares y escuelas se anexaron acciones en pro del fomento a la lectura en su ruta de mejora.

La 4T desde febrero anunció una Estrategia Nacional de Lectura; a mitad de la semana, antes de que concluya este mes; el 26 de junio se anunció la puesta en marcha, articulando proyectos de lectura, bajo tres ejes: formativo, persuasivo y material. Estos ejes tienen diversos objetivos de acuerdo con el enfoque: formar hábitos de lectura, resignificar la lectura y asegurar la disponibilidad de los materiales de lectura. En este momento a los actores educativos nos queda esperar de qué forma se aterrizará esta estrategia en las aulas, en los niños y jóvenes.

Escuela y familia tienen diversos vértices, se necesitará un trabajo colaborativo desde el hogar para generar familias lectoras y fortificar a las escuelas en la construcción de comunidades lectoras. Una sociedad que no lee siempre será una sociedad convulsionada, en desacuerdo y violenta. A diferencia de una sociedad que lee, tendrá ciudadanos que apelan por el diálogo, por los acuerdos, por la paz.



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