Mazatlán, Sin. -Mazatlán es una perla y como todas las joyas encierra un misterio que al desvelarse enamora por su encanto y belleza.
Su historia está ligada al mar, a sus mujeres y hombres que forjaron esta “tierra de venados”.
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Entre los pasajes del Centro Histórico se erige una calle emblemática que atrapa por su colorido y sus casas elevadas con una vista sin igual.
Conocida en el siglo 19 primeramente como calle Guerrero y después como calle del Vigía, era una ruta de la playa Olas Altas hacia el primer cuadro de la ciudad, donde la actividad comercial marcaba el dinamismo económico del puerto y la región.
Durante el porfiriato se renombró como Guelatao para honrar el lugar de nacimiento del fallecido Presidente Benito Juárez.
Ya en el siglo pasado, tras finalizar el periodo convulso de la Revolución Mexicana, cambió su nombre por el de Ángel Flores, el jefe revolucionario nacido en Navolato y quien fungió como Gobernador de Sinaloa de 1920 a 1924.
Sus casonas elevadas con sus fachadas multicolores son un referente atemporal de la historia mazatleca, de su vínculo con el mar, del Carnaval.
Como paseo turístico la gente suele subir a sus escalinatas para tomarse fotos y eternizar el momento, que quizá en el futuro esas imágenes sirvan de historia para entender cómo era el Mazatlán de ese tiempo.
El impresionante y largo muro sobre el que están construidas las viviendas es arropado por ramas y follaje con flores de distinto colorido vivo, sí, muy vivo.
En sus alrededores hay sitios con su propia historia, como la Plazuela Hidalgo, mejor conocida como la Plazuela de los Leones, la primera que se edificó en el puerto, de acuerdo con documentos del Archivo Histórico de Mazatlán.
En esa plazuela estuvo el primer mercado municipal de Mazatlán, donde marineros de todas las partes del mundo comercializaban sus mercancías.
Contigua al Paseo Olas Altas, es una ruta inevitable a la nostalgia, al Viejo Mazatlán que se niega a morir.
Si se avanza por este paso se podrá llegar edificaciones rescatadas por particulares, como el edificio de la Plaza Concordia, que albergó muchos años salas de cine.
Más adelante está el corazón político del puerto, el Palacio Municipal con su Plazuela República, una explanada que lo mismo es utilizada para eventos culturales como lugar de protestas ciudadanas.
Ahí enfrente, como un guardián celoso, se encuentra el Palacio Federal, un conjunto de oficinas administrativas donde puede realizar trámites que la gente requiera.
Aunque no se encuentra sobre su arroyo vial, no se puede dejar de nombrar la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción, que con su estilo neogótico roba el aliento de turistas y locales.