/ lunes 18 de noviembre de 2024

Bondad, altruismo y mucha música a su manera

El saxofonista originario de Culiacán destacó en la comunidad artística, educativa, política, social; no solo por el talento y profesionalismo que lo caracterizó, sino por su gran corazón que marcó un antes y un después en la vida de quienes lo conocieron

Culiacán, Sin.- “Tal vez lloré o tal vez reí; tal vez gané o tal vez perdí. Ahora sé que fui feliz, que si lloré, también amé. Puedo seguir hasta el final a mi manera”, dice una popular canción que está inmortalizada en la lápida de Rafael Morales Soto, recordado por su talento musical, el amor a su familia y su vocación para ayudar al prójimo.

Rafael fue un prestigioso saxofonista culiacanense, cuyo instrumento permanece dentro del estuche desde 2020 tras perder la lucha contra el Covid-19, dejando una huella imborrable por cada lugar que recorrió, al fusionar su virtuosidad musical y su humanismo en beneficio de todo el que lo conoció.

También puedes leer: Honran a Rafael “Saxman” Morales con altar en EMUAS

Cuatro años después de su fallecimiento, el intérprete es conocido en el ámbito musical por su nombre artístico, “Saxman”; mientras que amigos y familiares lo recuerdan como “Oso”, apodo que le quedó como guante, por la combinación entre su prominente aspecto y su gran corazón.

A la fecha, el músico sigue vivo en la mente de aquellos que compartieron con él, apareciendo en las memorias de quienes escuchan su canción favorita, “A mi manera”, como si lo presenciaran tocar en vivo, una vez más, con la elegancia y pasión que le caracterizó. Otros siguen destacando al “Saxman” por haber poseído un corazón sensible, generoso, e inquieto por apoyar a los demás; cualidad que pudo surgir a la par de su don para hacer música.

El inicio

Su alma bondadosa llegó al mundo el 16 septiembre de 1965, en Culiacán, siendo el tercero de nueve hermanos. Alrededor de 10 años después, Rafael comenzó a estudiar clarinete en lo que un día fue Difocur, institución que lo llevó a presentarse con regularidad en las plazuelas locales junto a sus compañeros. “No nos perdíamos de ninguna tocada”, recuerda su madre Francisca Soto, a quien todos llaman Panchita. Era un adolescente de 16 años cuando empezó a trabajar en la Banda Orquesta Alborada, a fin de cubrir gastos familiares; ya que sus padres enfrentaron una fuerte crisis económica que desembocó en una deuda a Infonavit, la cual casi les arrebata su hogar.

Según su madre, fue Rafael quien liquidó el pago. Al cumplir la mayoría de edad entró a la Banda de Guerra de la Milicia, trabajo que alternó con la otra agrupación, hasta que tuvo que cambiar de aires y vivir en Hermosillo durante un año por instrucción militar; antes de conocer al amor de su vida.

Rafael fue un bondadoso músico que vivió sin conocer fronteras. Foto: Cortesía / Melissa Morales

Cosas del destino

Patricia Guerrero tenía 19 años cuando asistió a una fiesta como invitada de una invitada. Disfrutó de una increíble velada, no solo por el ambiente o la comida, sino por el guapo músico a quien no pudo despegar la mirada; me gustó desde que vi al gordito”, recordó entre risas. La joven estudiaba la secundaria nocturna y se movía en transporte urbano, que en aquellos tiempos eran minibuses. Una velada, al emprender camino a casa después de clases, bajo la luz de una luna similar a cualquier otra, aquel apuesto músico tomó la misma unidad y se sentó junto a ella.

Aunque parecía irreal, Patricia se armó de valor y le preguntó al muchacho si era el músico que tocó en tal fiesta, unos tres días antes; al recibir una respuesta positiva, siguió la conversación hasta comenzar una bonita amistad con el joven que se presentó como Rafael Morales. Su relación se fue fortaleciendo como la de buenos amigos, pero la vida se encargó de separarlos por un periodo de tres años; hasta que el destino hizo de las suyas nuevamente para reunir a quienes se convertirían en la raíz de una bella familia. Patricia tenía 24 y Rafa 22 años cuando dieron sus votos matrimoniales frente al altar.

Cinco años más tarde, recibieron la anhelada bendición de expandir su familia con el nacimiento de Patricia María Morales Guerrero. “Era muy deseada”, expresó el amor de la vida del Saxman sobre la primera de sus tres bellas hijas; que preside a sus hermanas Melissa y Priscila, respectivamente.

Su pasión por la docencia

A 25 años de haber conocido al “Oso”, Miguel Ángel Espinoza Castillo, actual Director de Actividades Artísticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), se expresa con afecto de su gran amigo, a quien le debe la persona que es hoy en día. En 1999, Miguel estudiaba el Técnico Instructor en Música en la universidad para la que ahora trabaja; allí supo del querido y solicitado maestro, Rafael Morales, conocido por motivar y apoyar a sus alumnos, impulsando sus proyectos continuamente. “Te animaba en el sentido de que identificaba en ti fortalezas que tú no veías, entonces, de repente una plática con él cambiaba tu forma de ser”, detalló Espinoza Castillo en entrevista exclusiva con El Sol de Sinaloa.

Miguel era trombonista de música clásica, pero quería incursionar en la banda sinaloense, y al plantearle la idea al noble maestro, el “Saxman” movió cielo, mar y tierra para crear la Banda Regional Juvenil de la Universidad Autónoma de Sinaloa; que después se convertiría en la Banda San Ángel de Culiacán.

Años después, cuando sus caminos se separaron, Miguel fue a la Escuela Superior de Ciencias y Artes Mukila Mazo a preguntar sobre la licenciatura en Educación Artística; de camino a la salida, se encontró a Rafael bailando en el patio del instituto, y fue quien lo animó a quedarse. “Le debo a él que me metí a la escuela para estudiar, gracias a que él estuvo ahí; si me hubiera esperado para otro día, a lo mejor ya no regreso”, reconoció el universitario.

Cuando estudiaban, Morales Soto se desempeñaba como el director de Actividades Artísticas de la UAS, dejando de lado su amor por deleitar a otros con su talento, para enfocarse en el crecimiento de la Emuas; constantemente gestionando instrumentos y mobiliario, según las palabras de su amigo Miguel. “La Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Sinaloa, mucho de lo que es se lo debe a Rafa Morales, él era un gestor”, afirmó.

Miguel empezó a laborar en Casa Rosalina auxiliando a su compañero en la organización de eventos artísticos y culturales; período que aprovechó para aprender todo lo que el “Saxman” podía enseñarle, hasta su jubilación. Tras años de lealtad a la UAS, el trombonista se sienta en la silla que su gran amigo solía llenar, en la dirección de la Casa de la Cultura. “Él me decía ‘sígale como va, cuando me jubile usted se va a quedar aquí en el puesto’. Actualmente, soy director de Actividades Artísticas con la escuela de Rafa Morales”.

Rafael fue un bondadoso músico que vivió sin conocer fronteras. Foto: Cortesía / Melissa Morales


Su romántico saxofón

El “Oso” era una persona inquieta con constante sed de superarse; estudió la preparatoria, licenciatura y posgrados siendo padre de familia; era maestro en la Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Sinaloa; dirigía la Casa de la Cultura; participaba en campañas políticas; jugaba como lanzador en equipos de softbol; e integraba bandas locales como clarinetista.

Fue su trabajo en agrupaciones musicales el que cruzó su camino con el de Francisco Murillo, quien también tocaba el clarinete en la Banda Culiacán hace 35 años; más tarde se convertiría en su hermano de otra madre y el tío Panchillo de sus tres retoños. “Mi compadre era algo especial; la verdad yo te confieso, yo no tengo otro amigo como él”, siente Francisco cuatro años después de la muerte de su inigualable colega, ya que “en mi andar por la vida, yo no me he topado con alguien de la calidad de persona como era mi compadre, Rafa Morales”.

Durante más de tres décadas, los músicos formaron una sólida amistad, compartiendo escenarios, charlas y buenos momentos; por lo cual Francisco estuvo presente cuando Rafael decidió dejar las agrupaciones para convertirse en solista, porque anhelaba cambiar su clarinete por un saxofón y tocar la música que le gustaba. Dando pie al nacimiento del “Saxman” Morales, por ahí del 2014.

Se dedicó a grabar románticos covers que fueron evolucionando a canciones más actuales para complacer a todo tipo de público; lanzó discos físicos, como digitales; amenizó sofisticados eventos sociales, ceremonias y restaurantes; e incluso regaló algunas tocadas en beneficio a quienes lo necesitaran, poniendo “por delante su lealtad y su amistad, que su negocio y el comercio”, como recuerda su amigo Panchillo.

Altruismo

Cuatro años después de aquel trágico día, Patricia María, Melissa y Priscila recuerdan a su padre como un hombre afectuoso, alegre, visionario, comprensivo, inteligente, social, tenaz; principalmente, como un ser altruista, que hacía el bien sin esperar un beneficio propio.

Entre las memorias que permean en la mente de sus hijas, está la vez que el músico apadrinó a un pequeño estudiante de escasos recursos, a quien apoyaba económicamente y le regalaba tiempo de calidad; el día en que fueron a un restaurante de comida rápida e invitó a comer a niños que pedían dinero afuera del establecimiento; cuando se hacía amigo de los jóvenes que limosneaban en los cruceros; así como las veces que consiguió trabajo para muchos, y logró que otros tantos siguieran sus estudios.

“Era muy altruista; a él le gustaba el dar a otras personas”, comentó Melissa antes de que Priscila agregara que la mentalidad de su padre era que “en algún momento, a él se le iba a regresar”.

También recuerdan, con mucho cariño, momentos en que su amado padre hizo que cada una se sintiera especial y amada; impulsando sus sueños, acompañándolas en sus carreras y celebrando cada uno de sus logros. “Siempre me hacía el espacio para hacerme sentir importante”, le expresó la hija de en medio a este medio de comunicación.

Rafael fue el primero en conocer y apoyar el sueño de Patricia María de comprar su propia casa; se daba el tiempo de recoger a Melissa a su primer trabajo en una clínica de fisioterapia para verla haciendo lo que ama; admiró la facilidad de Priscila para aprender otros idiomas y enseñar, lo cual no dudaba en compartirlo con quien fuera.

“Me imagino que eso está orgulloso de mí”, manifestó la primogénita, esperanza que comparte con sus demás hermanas, ahora que adquirió una casa; Melissa está creciendo como fisioterapeuta; y Priscila es maestra en el Centro de Idiomas de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Al igual que sus hijas, sus amigos Francisco y Miguel reconocen que el “Saxman” fue un hombre que vivió a su manera, regalando sonrisas y charlas amenas; brillando por su nobleza, sencillez, carisma; así como su facilidad para extenderle la mano al prójimo sin mirar a quien.

“Siempre andaba ayudando gente, si alguien estaba enfermo iba a visitarlo; si ocupaba ayuda económica era el primero que se apuntaba; siempre preocupado por sus hermanos”, puntualizó Francisco sobre su mejor amigo, el talentoso músico que “tenía un corazón muy grande”.

Rafael “Saxman” Morales

Fue un prestigioso saxofonista culiacanense, cuyo instrumento permanece dentro del estuche desde 2020 tras perder la lucha contra el Covid-19, dejando una huella imborrable por cada lugar que recorrió, al fusionar su virtuosidad musical y su humanismo en beneficio de todo el que lo conoció.

Culiacán, Sin.- “Tal vez lloré o tal vez reí; tal vez gané o tal vez perdí. Ahora sé que fui feliz, que si lloré, también amé. Puedo seguir hasta el final a mi manera”, dice una popular canción que está inmortalizada en la lápida de Rafael Morales Soto, recordado por su talento musical, el amor a su familia y su vocación para ayudar al prójimo.

Rafael fue un prestigioso saxofonista culiacanense, cuyo instrumento permanece dentro del estuche desde 2020 tras perder la lucha contra el Covid-19, dejando una huella imborrable por cada lugar que recorrió, al fusionar su virtuosidad musical y su humanismo en beneficio de todo el que lo conoció.

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Cuatro años después de su fallecimiento, el intérprete es conocido en el ámbito musical por su nombre artístico, “Saxman”; mientras que amigos y familiares lo recuerdan como “Oso”, apodo que le quedó como guante, por la combinación entre su prominente aspecto y su gran corazón.

A la fecha, el músico sigue vivo en la mente de aquellos que compartieron con él, apareciendo en las memorias de quienes escuchan su canción favorita, “A mi manera”, como si lo presenciaran tocar en vivo, una vez más, con la elegancia y pasión que le caracterizó. Otros siguen destacando al “Saxman” por haber poseído un corazón sensible, generoso, e inquieto por apoyar a los demás; cualidad que pudo surgir a la par de su don para hacer música.

El inicio

Su alma bondadosa llegó al mundo el 16 septiembre de 1965, en Culiacán, siendo el tercero de nueve hermanos. Alrededor de 10 años después, Rafael comenzó a estudiar clarinete en lo que un día fue Difocur, institución que lo llevó a presentarse con regularidad en las plazuelas locales junto a sus compañeros. “No nos perdíamos de ninguna tocada”, recuerda su madre Francisca Soto, a quien todos llaman Panchita. Era un adolescente de 16 años cuando empezó a trabajar en la Banda Orquesta Alborada, a fin de cubrir gastos familiares; ya que sus padres enfrentaron una fuerte crisis económica que desembocó en una deuda a Infonavit, la cual casi les arrebata su hogar.

Según su madre, fue Rafael quien liquidó el pago. Al cumplir la mayoría de edad entró a la Banda de Guerra de la Milicia, trabajo que alternó con la otra agrupación, hasta que tuvo que cambiar de aires y vivir en Hermosillo durante un año por instrucción militar; antes de conocer al amor de su vida.

Rafael fue un bondadoso músico que vivió sin conocer fronteras. Foto: Cortesía / Melissa Morales

Cosas del destino

Patricia Guerrero tenía 19 años cuando asistió a una fiesta como invitada de una invitada. Disfrutó de una increíble velada, no solo por el ambiente o la comida, sino por el guapo músico a quien no pudo despegar la mirada; me gustó desde que vi al gordito”, recordó entre risas. La joven estudiaba la secundaria nocturna y se movía en transporte urbano, que en aquellos tiempos eran minibuses. Una velada, al emprender camino a casa después de clases, bajo la luz de una luna similar a cualquier otra, aquel apuesto músico tomó la misma unidad y se sentó junto a ella.

Aunque parecía irreal, Patricia se armó de valor y le preguntó al muchacho si era el músico que tocó en tal fiesta, unos tres días antes; al recibir una respuesta positiva, siguió la conversación hasta comenzar una bonita amistad con el joven que se presentó como Rafael Morales. Su relación se fue fortaleciendo como la de buenos amigos, pero la vida se encargó de separarlos por un periodo de tres años; hasta que el destino hizo de las suyas nuevamente para reunir a quienes se convertirían en la raíz de una bella familia. Patricia tenía 24 y Rafa 22 años cuando dieron sus votos matrimoniales frente al altar.

Cinco años más tarde, recibieron la anhelada bendición de expandir su familia con el nacimiento de Patricia María Morales Guerrero. “Era muy deseada”, expresó el amor de la vida del Saxman sobre la primera de sus tres bellas hijas; que preside a sus hermanas Melissa y Priscila, respectivamente.

Su pasión por la docencia

A 25 años de haber conocido al “Oso”, Miguel Ángel Espinoza Castillo, actual Director de Actividades Artísticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), se expresa con afecto de su gran amigo, a quien le debe la persona que es hoy en día. En 1999, Miguel estudiaba el Técnico Instructor en Música en la universidad para la que ahora trabaja; allí supo del querido y solicitado maestro, Rafael Morales, conocido por motivar y apoyar a sus alumnos, impulsando sus proyectos continuamente. “Te animaba en el sentido de que identificaba en ti fortalezas que tú no veías, entonces, de repente una plática con él cambiaba tu forma de ser”, detalló Espinoza Castillo en entrevista exclusiva con El Sol de Sinaloa.

Miguel era trombonista de música clásica, pero quería incursionar en la banda sinaloense, y al plantearle la idea al noble maestro, el “Saxman” movió cielo, mar y tierra para crear la Banda Regional Juvenil de la Universidad Autónoma de Sinaloa; que después se convertiría en la Banda San Ángel de Culiacán.

Años después, cuando sus caminos se separaron, Miguel fue a la Escuela Superior de Ciencias y Artes Mukila Mazo a preguntar sobre la licenciatura en Educación Artística; de camino a la salida, se encontró a Rafael bailando en el patio del instituto, y fue quien lo animó a quedarse. “Le debo a él que me metí a la escuela para estudiar, gracias a que él estuvo ahí; si me hubiera esperado para otro día, a lo mejor ya no regreso”, reconoció el universitario.

Cuando estudiaban, Morales Soto se desempeñaba como el director de Actividades Artísticas de la UAS, dejando de lado su amor por deleitar a otros con su talento, para enfocarse en el crecimiento de la Emuas; constantemente gestionando instrumentos y mobiliario, según las palabras de su amigo Miguel. “La Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Sinaloa, mucho de lo que es se lo debe a Rafa Morales, él era un gestor”, afirmó.

Miguel empezó a laborar en Casa Rosalina auxiliando a su compañero en la organización de eventos artísticos y culturales; período que aprovechó para aprender todo lo que el “Saxman” podía enseñarle, hasta su jubilación. Tras años de lealtad a la UAS, el trombonista se sienta en la silla que su gran amigo solía llenar, en la dirección de la Casa de la Cultura. “Él me decía ‘sígale como va, cuando me jubile usted se va a quedar aquí en el puesto’. Actualmente, soy director de Actividades Artísticas con la escuela de Rafa Morales”.

Rafael fue un bondadoso músico que vivió sin conocer fronteras. Foto: Cortesía / Melissa Morales


Su romántico saxofón

El “Oso” era una persona inquieta con constante sed de superarse; estudió la preparatoria, licenciatura y posgrados siendo padre de familia; era maestro en la Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Sinaloa; dirigía la Casa de la Cultura; participaba en campañas políticas; jugaba como lanzador en equipos de softbol; e integraba bandas locales como clarinetista.

Fue su trabajo en agrupaciones musicales el que cruzó su camino con el de Francisco Murillo, quien también tocaba el clarinete en la Banda Culiacán hace 35 años; más tarde se convertiría en su hermano de otra madre y el tío Panchillo de sus tres retoños. “Mi compadre era algo especial; la verdad yo te confieso, yo no tengo otro amigo como él”, siente Francisco cuatro años después de la muerte de su inigualable colega, ya que “en mi andar por la vida, yo no me he topado con alguien de la calidad de persona como era mi compadre, Rafa Morales”.

Durante más de tres décadas, los músicos formaron una sólida amistad, compartiendo escenarios, charlas y buenos momentos; por lo cual Francisco estuvo presente cuando Rafael decidió dejar las agrupaciones para convertirse en solista, porque anhelaba cambiar su clarinete por un saxofón y tocar la música que le gustaba. Dando pie al nacimiento del “Saxman” Morales, por ahí del 2014.

Se dedicó a grabar románticos covers que fueron evolucionando a canciones más actuales para complacer a todo tipo de público; lanzó discos físicos, como digitales; amenizó sofisticados eventos sociales, ceremonias y restaurantes; e incluso regaló algunas tocadas en beneficio a quienes lo necesitaran, poniendo “por delante su lealtad y su amistad, que su negocio y el comercio”, como recuerda su amigo Panchillo.

Altruismo

Cuatro años después de aquel trágico día, Patricia María, Melissa y Priscila recuerdan a su padre como un hombre afectuoso, alegre, visionario, comprensivo, inteligente, social, tenaz; principalmente, como un ser altruista, que hacía el bien sin esperar un beneficio propio.

Entre las memorias que permean en la mente de sus hijas, está la vez que el músico apadrinó a un pequeño estudiante de escasos recursos, a quien apoyaba económicamente y le regalaba tiempo de calidad; el día en que fueron a un restaurante de comida rápida e invitó a comer a niños que pedían dinero afuera del establecimiento; cuando se hacía amigo de los jóvenes que limosneaban en los cruceros; así como las veces que consiguió trabajo para muchos, y logró que otros tantos siguieran sus estudios.

“Era muy altruista; a él le gustaba el dar a otras personas”, comentó Melissa antes de que Priscila agregara que la mentalidad de su padre era que “en algún momento, a él se le iba a regresar”.

También recuerdan, con mucho cariño, momentos en que su amado padre hizo que cada una se sintiera especial y amada; impulsando sus sueños, acompañándolas en sus carreras y celebrando cada uno de sus logros. “Siempre me hacía el espacio para hacerme sentir importante”, le expresó la hija de en medio a este medio de comunicación.

Rafael fue el primero en conocer y apoyar el sueño de Patricia María de comprar su propia casa; se daba el tiempo de recoger a Melissa a su primer trabajo en una clínica de fisioterapia para verla haciendo lo que ama; admiró la facilidad de Priscila para aprender otros idiomas y enseñar, lo cual no dudaba en compartirlo con quien fuera.

“Me imagino que eso está orgulloso de mí”, manifestó la primogénita, esperanza que comparte con sus demás hermanas, ahora que adquirió una casa; Melissa está creciendo como fisioterapeuta; y Priscila es maestra en el Centro de Idiomas de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Al igual que sus hijas, sus amigos Francisco y Miguel reconocen que el “Saxman” fue un hombre que vivió a su manera, regalando sonrisas y charlas amenas; brillando por su nobleza, sencillez, carisma; así como su facilidad para extenderle la mano al prójimo sin mirar a quien.

“Siempre andaba ayudando gente, si alguien estaba enfermo iba a visitarlo; si ocupaba ayuda económica era el primero que se apuntaba; siempre preocupado por sus hermanos”, puntualizó Francisco sobre su mejor amigo, el talentoso músico que “tenía un corazón muy grande”.

Rafael “Saxman” Morales

Fue un prestigioso saxofonista culiacanense, cuyo instrumento permanece dentro del estuche desde 2020 tras perder la lucha contra el Covid-19, dejando una huella imborrable por cada lugar que recorrió, al fusionar su virtuosidad musical y su humanismo en beneficio de todo el que lo conoció.

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