/ lunes 4 de marzo de 2024

Doña Perita mantiene viva una tradición culinaria casi olvidada en Escuinapa

Durante más de 20 años Doña pera se ha dedicado a elaborar y vender sus panecillos por las calles de la “Perla Camaronera”

Mazatlán, Sin.- Alegre, carismática y generosa, así es Doña Pera o “La Perita”, una mujer que con su buena mano para el arte culinario se ha encargado de b a quienes han tenido la dicha de probar en más de alguna ocasión los bocadillos que ella, junto con su familia, se encarga de elaborar y vender día a día en las calles de Escuinapa.

María Esperanza García es el nombre de esta mujer de 68 años de edad, quien desde muy pequeña aprendió a ganarse la vida, lo cual le ha servido para, junto con su esposo, el señor Rafael “Don Rafa” Barrón, poder sacar adelante a sus seis hijos.

También puedes leer: La mirada joven de la plástica: jóvenes sinaloenses destacan a través de su arte

Doña Pera o “La Perita” así es conocida en Escuinapa, en donde hasta no hace mucho recorría diario en su triciclo para poder vender sus panecillos, como son los bizcochos, coricos, corazones, bocadillos y empanadas de diferentes sabores.

Dice que la elaboración del pan lo aprendió trabajando en la panadería y repostería de la familia Quintana, una de las más viejas en el municipio de Escuinapa, en donde estuvo como ayudante durante alrededor de 30 años.

“Duré muchos años trabajando ahí con los Quintana, yo digo que como unos 30 años estuve ahí con ellos, ahí aprendimos a hacer estos panes, todo de manera manual”, comenta.

Fue hace más o menos unos 20 años o poco más, cuando tomó la iniciativa de ponerse ella elaborar los panecillos en su casa con el apoyo de su familia, su esposo Rafa y sus hijos, de los cuales actualmente solamente Rafita es quien tiene la posibilidad de apoyarla.

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Doña Pera todos los días se levanta temprano a preparar los panecillos. Fotos: Jesús López | El Sol de Mazatlán

El día a día

Comenta que todos los días desde muy temprano se pone de pie para iniciar a preparar la masa después de haber comprado la harina y demás ingredientes con anterioridad, para así poder dar forma a los panecillos y tenerlos listos para la hora de la venta.

“Por ahí de las 6:00 o 7:00 de la mañana, después de habernos tomado un café, iniciamos a preparar la masa, todo lo hacemos de manera manual, sin ayuda de alguna máquina batidora, así agarran un mejor sabor”, explica.

Después de ya haber preparado la masa para cada uno de los panecillos, continúan con darle forma a cada uno de ellos, lo cual, aunque pareciera sencillo, resulta no serlo.

“Tan solo el bizcocho, para poder darle la forma hay que tener su gracia, por a cada una de las piezas se le tiene que golpear unas 10 veces y si no se hace bien, se le cierra el agujero y hay que hacerlo de nuevo”, detalla.

Son decenas de piezas las que a diario elaboran, ya que asegura el vender el pan nuevo todos los días ha sido parte fundamental para mantenerse en el gusto de la gente.

Después de ya haberles dado la forma a cada una de las piezas y ponerlas en las charolas, ya las lleva a una panadería, que es donde dice le hacen el favor de hornear, para ahora sí poder tener listo el pan para salir a venderlo.

Sufre un accidente

Hasta hace unos meses Doña Pera se montaba todas las tardes en su triciclo cargado con sus piezas de pan para recorrer las calles en donde a grito abierto de: “Pan, van a querer pan” ofrecía su producto, pero esto ya no fue posible, luego de haber sufrido un accidente en su casa que le generó una lesión en una de sus rodillas.

Pese a esta situación, después de unos días de estar sin poder trabajar, con el apoyo de su familia, Doña Pera continuó con la elaboración y la venta de sus panecillos, lo cual asegura le da fortaleza, ya que es algo que además de generarle ingresos económicos, le da energías el poder conversar con sus clientes.

La fractura en su rodilla le impide poder salir a recorrer las calles, pero encontró la opción de ponerse en la puerta de su casa a vender sus panecillos, a donde llega la gente a buscarla.

“Aquí me siento toda la tarde, echándole el grito a quien pasa y atendiendo a quien viene a buscar los panes”.

Por último, agrega que aunque de vez en cuando el cansancio le cobra factura, mientras tenga la energía y las fuerzas para seguir vendiendo y elaborando sus panecillos que es algo que hace de corazón, lo va seguir haciendo.

Mazatlán, Sin.- Alegre, carismática y generosa, así es Doña Pera o “La Perita”, una mujer que con su buena mano para el arte culinario se ha encargado de b a quienes han tenido la dicha de probar en más de alguna ocasión los bocadillos que ella, junto con su familia, se encarga de elaborar y vender día a día en las calles de Escuinapa.

María Esperanza García es el nombre de esta mujer de 68 años de edad, quien desde muy pequeña aprendió a ganarse la vida, lo cual le ha servido para, junto con su esposo, el señor Rafael “Don Rafa” Barrón, poder sacar adelante a sus seis hijos.

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Doña Pera o “La Perita” así es conocida en Escuinapa, en donde hasta no hace mucho recorría diario en su triciclo para poder vender sus panecillos, como son los bizcochos, coricos, corazones, bocadillos y empanadas de diferentes sabores.

Dice que la elaboración del pan lo aprendió trabajando en la panadería y repostería de la familia Quintana, una de las más viejas en el municipio de Escuinapa, en donde estuvo como ayudante durante alrededor de 30 años.

“Duré muchos años trabajando ahí con los Quintana, yo digo que como unos 30 años estuve ahí con ellos, ahí aprendimos a hacer estos panes, todo de manera manual”, comenta.

Fue hace más o menos unos 20 años o poco más, cuando tomó la iniciativa de ponerse ella elaborar los panecillos en su casa con el apoyo de su familia, su esposo Rafa y sus hijos, de los cuales actualmente solamente Rafita es quien tiene la posibilidad de apoyarla.

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Doña Pera todos los días se levanta temprano a preparar los panecillos. Fotos: Jesús López | El Sol de Mazatlán

El día a día

Comenta que todos los días desde muy temprano se pone de pie para iniciar a preparar la masa después de haber comprado la harina y demás ingredientes con anterioridad, para así poder dar forma a los panecillos y tenerlos listos para la hora de la venta.

“Por ahí de las 6:00 o 7:00 de la mañana, después de habernos tomado un café, iniciamos a preparar la masa, todo lo hacemos de manera manual, sin ayuda de alguna máquina batidora, así agarran un mejor sabor”, explica.

Después de ya haber preparado la masa para cada uno de los panecillos, continúan con darle forma a cada uno de ellos, lo cual, aunque pareciera sencillo, resulta no serlo.

“Tan solo el bizcocho, para poder darle la forma hay que tener su gracia, por a cada una de las piezas se le tiene que golpear unas 10 veces y si no se hace bien, se le cierra el agujero y hay que hacerlo de nuevo”, detalla.

Son decenas de piezas las que a diario elaboran, ya que asegura el vender el pan nuevo todos los días ha sido parte fundamental para mantenerse en el gusto de la gente.

Después de ya haberles dado la forma a cada una de las piezas y ponerlas en las charolas, ya las lleva a una panadería, que es donde dice le hacen el favor de hornear, para ahora sí poder tener listo el pan para salir a venderlo.

Sufre un accidente

Hasta hace unos meses Doña Pera se montaba todas las tardes en su triciclo cargado con sus piezas de pan para recorrer las calles en donde a grito abierto de: “Pan, van a querer pan” ofrecía su producto, pero esto ya no fue posible, luego de haber sufrido un accidente en su casa que le generó una lesión en una de sus rodillas.

Pese a esta situación, después de unos días de estar sin poder trabajar, con el apoyo de su familia, Doña Pera continuó con la elaboración y la venta de sus panecillos, lo cual asegura le da fortaleza, ya que es algo que además de generarle ingresos económicos, le da energías el poder conversar con sus clientes.

La fractura en su rodilla le impide poder salir a recorrer las calles, pero encontró la opción de ponerse en la puerta de su casa a vender sus panecillos, a donde llega la gente a buscarla.

“Aquí me siento toda la tarde, echándole el grito a quien pasa y atendiendo a quien viene a buscar los panes”.

Por último, agrega que aunque de vez en cuando el cansancio le cobra factura, mientras tenga la energía y las fuerzas para seguir vendiendo y elaborando sus panecillos que es algo que hace de corazón, lo va seguir haciendo.

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