Cuando tenía 17 años Javier Chimaldi tuvo su primer acercamiento con el teatro. Ese día su vida cambió; al ver un escenario, las butacas y a los actores interactuar, supo que él formaría parte de todo eso. Cinco décadas después, con más de 40 puestas en escena, una telenovela, tres películas y con 72 años de edad, sigue vigente en las artes escénicas de Sinaloa.
De “Bandera Negra” al “Animador”; de “El daño que hace al tabaco” a “De a cuarta y quemón”; de la telenovela de Televisa “Huracán” a la película “Entre la tarde y la noche”, de Óscar Blancarte, Chimaldi es un actor de una sola pieza, con la capacidad de personificar cualquier personaje, además de ser un amante de la poesía y la declamación. Es el hombre teatro que llegó de la Ciudad de México a Sinaloa para forjar una prolífica carrera actoral.
También puedes leer: ¿Qué mexicanos han ganado un Premio Nobel?
Y todo comenzó
Cuando estaba a punto de entrar a la preparatoria, allá por 1967, Chimaldi acompañó a un tío a una escuela de teatro sin saber que esa visita cambiaría el rumbo de su vida. “Yo tenía un tío al que le gustaba mucho el espectáculo, en este caso el teatro y me invitó a una escuela de teatro, no para inscribirme, sino nada más para ver cómo era y dije ‘bueno, vamos’. Ese día cambió mi vida, de ser un desmadre, me enamoré del teatro, yo vivía en una colonia de garra en México, en la Anáhuac, éramos chavos desmadrosos, pero ese día cambió mi vida”, recuerda.
“Llegamos al Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, al salón de teatro, y al abrir la puerta veo un escenario, butacas, todo en un salón pequeño y me quedé maravillado. Me fui hasta atrás para ver lo que hacían y empezaron a improvisar, hasta que de repente la maestra me incluyó en la improvisación, bajé al escenario y me dijo lo que tenía que hacer. Ese día yo salí con el personaje central de una pequeña farsa que se llama ‘La confesión del indio’, me dio el papel y a la siguiente clase ya lo llevaba memorizado y ya no me sacaron de ese salón de clases durante seis años”.
Fue el 2 de enero de 1968 cuando se inscribió formalmente y a partir de entonces Chimaldi comenzó a participar en muchas obras amateurs y fue a varios concursos nacionales.
“He tenido una vida longeva y muy armónica con lo que a mí me gusta, a mí no me gustan las presiones, tuve amigos que llegaron a la fama, aunque no tenían esa capacidad que yo llegué a tener en el escenario”, comenta.
En 1974, en una gira de teatro que realizó por el Pacífico mexicano, cuando ya iban de regreso a la Ciudad de México, pasaron por Culiacán, donde había una feria ganadera y Chimaldi dijo: “yo aquí me quedo”. En la gira, artísticamente les había ido muy bien, pero como el teatro no deja ganancias, pues prácticamente todos venían en “ceros”.
“Yo ya había trabajado en ferias de animador, presentando actrices y cantantes, siempre en forma autodidacta, en los años que estuve en el IMJUVE aprendí varias cosas y pensé: ‘cuando menos me van a pagar 400 pesos, que era lo que le pagaban a un animador en ese entonces’. Llegué a pedir trabajo a una carpa y me dijeron que solo me daban 100 pesos diarios, el sueldo mínimo era como de 30 pesos, pero era muy poco ya que tenía que pagar renta y alimentos, así que pedí que me dieran chance de hacer cosas como rifas para tener más ingresos, aceptaron y me quedé, estuve en Culiacán unos meses, hasta que vine a Mazatlán, un diciembre del 74, me deslumbró su vida, los bares El Navegante, La Guitarra… era otra cosa, así que alquilé un departamento en la colonia Ferrocarrilera y aquí me quedé. Tengo ya 48 años en Mazatlán”.
En el puerto siguió su formación actoral en el Instituto Nacional de Bellas Artes. La primera obra que realizó se llamó “Barrabás”, de ahí vinieron más y más montajes y pastorelas, alrededor de 40, cine y hasta la telenovela “Huracán”, que se grabó en 1997 en Mazatlán y donde fue el único actor local de los que participaron que tuvo 16 capítulos completos con un personaje escrito para él.
La evolución
En estas cinco décadas de actuación, Chimaldi ha sido testigo de cómo el teatro ha evolucionado, así como también de todos los actores y directores que han pasado por la escena de Mazatlán y Sinaloa.
“Como en todo proceso, el teatro también ha evolucionado, hay factores importantes. El Polo Gómez, como director y ahora como dramaturgo, es el que representa al teatro mazatleco; ahorita entre los jóvenes hay mucho potencial, ahora están más preparados, antes no teníamos preparación, generalmente eran chavos que salían de grupos de teatro y no tenían una formación formal con directores y maestros”.
Vivir del teatro no ha sido fácil, ya que no se gana mucho dinero, hay que tener mucha convicción, disciplina, pero sobre todo pasión, para poder hacer una carrera, no solo en el puerto, sino en cualquier parte del mundo.
“El teatro te deja mucho orgullo, pero nada de lana. Los maestros creen que cuando vamos a las escuelas a presentar obras, es gratis. Eso sí, si va un conferencista le pagan y muy bien, pero va una obra de teatro y no le quieren pagar. Cuando yo llego a Mazatlán, todo lo querían gratis y yo soy de los pocos que sí cobraba y si no, cuando menos iba con un empresario y le decía que me apoyara con la compra de boletos para que los repartiera entre sus empleados, así por lo menos íbamos a tener público”.
Sus obras emblemáticas
En estos 48 años que Chimaldi lleva en Mazatlán, el público lo recuerda con las obras “Bandera Negra” y “El Animador”, dos montajes emblemáticos del arte escénico porteño, con las que también se ha presentado por todo Sinaloa.
“Luego de que hice mi primera obra en Mazatlán, con Gaspar Velarde, conocí a Casto Eugenio Cruz, un dramaturgo de Oaxaca que venía a dar una taller de teatro al INBA, me hice muy amigo de él, participamos en el taller, se fue y me dejó un libreto que se llama ‘El Animador’, la empecé a leer y me gustó mucho y desde entonces me propuse hacerla”, recuerda.
“Se la propuse a muchos actores, la obra es muy fuerte, es un secuestro, un alienado por la televisión secuestra a un alto ejecutivo, entonces yo buscaba a quien hiciera el ejecutivo, pero nadie quería hacerlo. Pasó el tiempo y en 1991 el actor Manuel Rochín, a quien yo ya había visto actuar y le veía potencial, me dijo que quería el papel, yo no lo veía como el empresario, pero se aprendió el papel y la montamos”.
Con esa obra participaron en el Festival Cultural Sinaloa y la llevaron a foros de Culiacán, Guamúchil y Los Mochis, desde teatros hasta preparatorias, universidades y eventos al aire libre.
“’El animador’, ‘Bandera Negra’ y ‘El daño que hace el tabaco’ son los montajes que más funciones tienen de los que yo he hecho. A mí me gusta hacer obras con muchas representaciones. Hice también ‘Madre Coraje’, ‘La Iliada’, ‘PIllowman’, ‘La Daga’, de Rascón Banda, ‘Paraíso’, pero con muy pocas presentaciones. La más reciente que estrené este año fue ‘De a cuarta y quemón’, de Ramón Perea, un dramaturgo de Guasave, que está vigente y que me dio mucho gusto poner su obra, hasta vino a vernos cuando la estrenamos. He participado también en grupos de poesía, que es otra de las cosas que más me gustan, la declamación”.
En la televisión y el cine
Cuando en 1997 se grabó en Mazatlán la telenovela “Huracán”, con Eduardo Palomo y Angélica Rivera como protagonistas, muchos actores mazatlecos participaron como extras en las escenas que se hicieron en el puerto, pero Chimaldi fue el único que logró hacer un personaje por varios capítulos.
“Cuando vinieron aquí no traían personajes para los actores locales, traían papelitos y me dieron uno a mí, pero yo le dije al director: ‘aquí estamos en Mazatlán y estos personajes hablan como chilangos’, entonces me dijo: ‘cámbiale si quieres’ y así le hice. A Alejandro Camacho le gustó y me dijo: ‘te voy a hacer un personaje’, pero no creí, hasta que recibí una llamada en la que me dijeron que pasara a recoger unos libretos en el Hotel Belmar, eran 16 capítulos”.
Chimaldi no usaba el apuntador, todo memorizaba, por lo que su trabajo resaltaba del de los demás, incluso se veía más natural.
“Resulta que en una de las grabaciones, se repitió mucho una escena en la que yo brincaba de un barco y me lastime la cintura y no pude caminar unos días, por lo que muchos de los capítulos que se tenían se volvieron a hacer, pero me recuperé y me fui al DF a grabar los capítulos en foro, siempre bien memorizados. La actuación en teatro, video, cine o televisión es totalmente diferente, pero yo tenía esa naturalidad porque ya había participado en muchas producciones. Antes de venirme me invitaron a participar en un programa de Héctor Suárez, eran 18 mil pesos al mes, saqué cuentas, no era tanto lo que me iba a quedar, así que no acepté y me regresé a mi Mazatlán”.
En el tiempo que lleva en el puerto también participó con papeles pequeños en las películas “Entre la tarde y la noche” (2000), “Amor xtremo” (2006) y “Los Débiles” (2017), que se filmaron en locaciones de Mazatlán.
Lo que viene
A sus 72 años, Chimaldi se mantiene vigente en los escenarios. Este año acaba de estrenar “De a cuarta y quemón” y sus planes son seguir haciendo teatro, incluso actualmente representa en foros estudiantiles “El daño que hace el tabaco”.
“Ya tengo 72 años, pero tengo una fuerza interior que me permite andar de arriba a abajo y siento que poco a poco, hasta que ya me dé cuenta que ya no memorice, voy a seguir participando en obras, seguiré haciendo teatro porque el teatro revitaliza, una actividad en la que te sientes satisfecho, como la literatura, el teatro, la poesía, te deja mucho al interior. Nunca he aspirado a ganar mucho dinero, si fuera así me hubiera regresado al DF desde hace mucho”.
El 2 de enero de 1968 empezó su historia en la escena teatral, en todos estos años ha compartido escenario con actores reconocidos como Alfonso Iturralde, Alejandro Camacho, Salvador Sánchez, entre muchos otros y seguirá arriba de un escenario hasta que sus fuerzas ya no se lo permitan.