Mazatlán. -
-Para hacer visibles las aportaciones al campo laboral
-Para que les sea garantizado a las mujeres el derecho a vivir libres y seguras
-Para que se comprenda el valor de su trabajo de cuidados
-Para crear espacios para el cuidado colectivo
-Para fortalecer las redes de apoyo entre mujeres
El 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, una fecha que en este año ha cobrado un nuevo sentido en la vida de las mexicanas, pues en esta ocasión, habrá una marcha para exigir condiciones que garanticen su seguridad y justicia para las víctimas de feminicidios, además de igualdad de género.
Abordemos el tema de manera clara y considerada como lo amerita, dada su importancia.
Se ha dicho mucho respecto a la intención de este activismo; hay unos que lo ven bien, hay otros que en su confusión han tergiversado su significado y permanecen neutrales en cuanto a generarse una opinión concierne; y hay quienes reprueban esta manifestación y les llaman –revoltosas- a sus activistas.
Es sumamente importante recordar que ante cualquier descontento social, ya sea por la percepción de injusticia o reclamo de los derechos, la manifestación pública en nuestra historia ha sido la forma de reclamo social a los gobernantes para conseguir sus miradas y llevar el asunto o tema en cuestión a las mesas de revisión y diálogo, buscando conseguir cambios reales (con sólo regresar en la línea del tiempo podemos ver que en la historia de nuestra sociedad mexicana, la lucha y la manifestación social siempre ha existido, y con éxitos obtenidos).
Muchos son los logros que se han conseguido en cuanto a la visibilidad y participación femenina en lo que a la sociedad mexicana respecta. Algunos les llaman –privilegios-, yo prefiero llamarles derechos.
De todos estos avances que surgieron como derivado del reclamo, la exigencia y del manifiesto público; por mencionar algunos: El voto político de la mujer (fue hasta el año 1953 que se agregó al artículo 34 constitucional que dice: “son ciudadanos de la República los varones y las mujeres", pues, las mujeres no figuraban antes ni siquiera como ciudadanos de segunda). Y fue cuando las mujeres comenzaron a votar a partir del año de 1955.
Gracias a este activismo social, también las mujeres tienen hoy acceso a la misma educación que reciben los hombres. Gracias a este activismo social es que hoy pueden solicitar y conseguir empleo, tener un sueldo con todas las prestaciones de las Leyes vigentes, pueden tener acceso a la salud, a decidir cuándo reproducirse y bajo sus propios términos, pueden casarse y divorciarse, pueden abrir cuentas bancarias, adquirir créditos y propiedades de vivienda, autos y viajes sin que nadie de estas instituciones les exijan la autorización de terceros para cumplir sus gustos y deseos. Es decir, todo esto a lo que hoy las mujeres tienen acceso, fue por el resultado de gente que luchó en el pasado por la igualdad, para cambiarles el rumbo a las siguientes generaciones en términos de justicia e igualdad.
Desde que la sociedad es sociedad, ha habido movimientos y manifestaciones motivados por el descontento, la inconformidad, la tragedia y el dolor. Dato importante, los gremios tuvieron notable participación, es decir, la clase trabajadora y miembros activos de cada oficio y ocupación que exigían derechos y accesos a beneficios sociales. Así, fueron evolucionando a lo largo del tiempo para llegar a consolidarse en movimientos de justicia social. Por esta razón, no merece la pena satanizar y desmeritar este activismo, pues es claro que han funcionado en beneficio para todos. Muchas cosas buenas han salido de allí.
Han servido para poner bajo el reflector los problemas e injusticias sociales. La del 08 de marzo de este año es sobre un tema de violencia y del homicidio que está cobrando vidas; es un tema de acoso sexual, de dinámicas de poder asociadas con la discriminación de género de manera bidireccional –una, a un grado mayor que otra, pero no por eso menos importante-, actitudes individualistas que abonan a una cultura que va acabando con la base de nuestra sociedad. Esta iniciativa, no tiene bandera de ningún partido, es el colectivo feminista nacional su autor.
Al homicidio no lo podemos politizar. No podemos polarizar la intención activista relacionándolo con otros temas como el aborto, y otros de coyuntura política. Esta es una tragedia que nos golpea a los mexicanos sin distinción de edad, de profesión, de sexo, religión o credo ni partido político. Esto es un tema exclusivamente por las tasas altas de feminicidio en el país, y no de otra cosa.
La cifra de feminicidios nos sacude directo en el alma, en un promedio de 10 mujeres son asesinadas diariamente (esta cifra es sin contar a las que no son reclamadas), en edades que oscilan de los 12 a los 30, y que no sólo quiere decir que no se incluyan a ancianas y niñas. Fátima tenía siete.
Sin embargo, considero urgente e importante hablar también de los muchos hombres de distintas edades que han sido asesinados, por la falta de acción preventiva e implementación de estrategias de combate por parte de nuestras autoridades.
No es necesario ser pobre para apoyar la promoción de la inclusión social, tampoco es necesario ser mujer para ser feminista (entendamos al término feminista como aquel que busca la igualdad de derechos en la sociedad y la eliminación de la violencia de los hombres sobre las mujeres); lo que sí es muy necesario es ser justos todos y empáticos con la causa. El problema es complejo, y no sólo le compete a un gobierno resolverlo, sino a todos como mexicanos, desde lo individual, en nuestros hogares con nuestros hijos, sólo acudiendo a nuestra empatía y gran corazón podremos conseguir avanzar en el grave problema que nos aqueja.
Apostemos por retomar valores, principios, dentro de nuestro núcleo familiar. De esto somos los únicos responsables como personas, como individuos, como sociedad. Aquí no hay culpables externos.
Es tiempo de replantearnos muchos conceptos, como el amor, por ejemplo; el respeto propio y el respeto al prójimo, para poder identificar que donde no tengamos esto, podamos hacer un alto para plantearnos la solución.
La escritora, filósofa, maestra y luchadora social Simone de Beauvoir dijo:
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.
Cuando vemos la violencia permaneciendo en silencio, y cuando disculpamos por “amor” el golpe, el grito, el empujón, la mirada intimidante o cualquier falta de respeto, nos convertimos en cómplices inmediatos por no decir “¡basta!” y por ser permisibles a la ofensa y la agresión.
El modelo patriarcal en el que hemos vivido nos genera una penosa deuda hacia las mujeres que podemos comenzar ya a sanar de una vez por todas. Llegó el momento de promover una cultura en la que se resuelvan nuestros problemas de fondo y no sólo de la forma, que lleguemos a las raíces para extirpar el problema, así tengamos que cavar profundo.
Hoy, más que nunca, las actitudes machistas deben de ser señaladas y reprobadas. Necesitamos dejar de aplaudir este tipo de gestos que sugieran y aludan a la superioridad del género. Tenemos que ser exigentes y estrictos en esto ante la más mínima manifestación, porque eso ya es violencia.
Necesitamos un cambio de –chip- mental que consista en revisarnos y analizarnos en la cotidianeidad nuestra manera de conducirnos, acciones que refuerzan la inequidad de géneros; un cambio que considere al respeto como primordial para ser adultos funcionales.
Lo hombres que se analizan en la introspección y que exploran sus emociones, no tienen por qué temer, pues esto nada tiene que ver con feminizarse. Los hombres que trabajan su inteligencia emocional, viven vidas más plenas y más libres. Apostemos por construir hombres emocionalmente sanos, con apertura en el criterio. Y si es que hay lugar para el miedo, que no sea por perder hombría o masculinidad, que sea por tener o mantener un pensamiento retrógrada que nos tenga sometidos y estancados con las ideas rancias de antaño y sin poder avanzar.
El perfil machista acuñado recalcitrante no cabe más en nuestro presente: ni jefe, ni frío, ni agresivo, ni el perfil protector debe tener relación inmediata con el grado de hombría y masculinidad. Replantearnos sobre la nueva masculinidad basada en el respeto, será ya el mejor principio. Volvernos aliados entre los hombres y las mujeres, una necesidad.
Que esta marcha sea un llamado de atención a nuestras autoridades por la situación de homicidios que prevalece en el país perpetrados en contra de cualquier ser humano; pues las cifras van en un aumento exponencial mes con mes y no se detienen. Que nuestras autoridades comprendan que es tiempo de revisar las Leyes vigentes con seguimiento oportuno a cada caso de amenaza e intimidación y ejercer de una vez por todas la justicia y las garantías individuales que versan sobre la seguridad, igualdad y libertad, y que se contemplan en nuestra Constitución mexicana.
Que esto derive en restablecernos como sociedad, donde recuperemos nuestros espacios, nuestros parques y nuestras calles y donde se respeten nuestras garantías, y que abonen a la calidad de vida en este hermoso y bondadoso país.
Además de conmemorar -un día sin ellas-, deseo que el problema sea atendido y derive en conmemorar -un día sin violencia-, pero que no quede en un día más que se etiqueta con el mensaje de la intención, pero sí que sirva para abonar a la conciencia del respeto entre todos, que nos permita vivir en armonía, en la igualdad de los derechos y oportunidades en la sociedad.
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Actuemos unidos, convergiendo en empatía y el respeto hacia la igualdad de los derechos.
Más amor entre todos, para todos. Nos necesitamos para vivir, para ser felices, para avanzar, para podernos construir y poder crecer, para podernos desarrollar. Nos necesitamos todos para vivir en paz.
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