/ sábado 7 de diciembre de 2019

Andrés Enríquez es el zapatero de Mazatlán

Realiza el oficio desde los 13 años de edad; cinco décadas después, subsiste entre el olor a cuero y pegamento.

Entre montañas de zapatos que necesitan una reparación, Andrés Enríquez Morales mantiene vivo uno de los oficios que no han sido desplazados por la modernidad, a pesar de los zapatos “desechables” que ahora venden en cada esquina.

En el taller de Reparación de Calzado ubicado sobre la avenida Juan Carrasco en Mazatlán, el olor a cuero se mezcla con el de los pegamentos y las tinturas, en un aroma muy peculiar que ha acompañado a Andrés por más de cinco décadas.

Hay pilas de zapatos que esperan el arreglo por un lado; otros ya listos para ser retirados por el otro, y alrededor de todo eso frascos con pomadas, latitas con tachuelas y clavos, suelas de diferentes materiales, cierres y cordones de todos los colores. Los pies de muchísimos ciudadanos están en sus manos.

En su taller ha reparado el calzado de los mazatlecos por cinco décadas. Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán

Don Andrés, de 67 años de edad, atiende uno a uno a los clientes que llegan diariamente al negocio, y de esa forma se mantiene en pie desde hace cuatro décadas.

Originario de Toluca, ha dedicado casi toda su vida a la rehabilitación de zapatos, botas y zapatillas, tenis, mochilas, maletas, cintos, chamarras, ya que fueron sus hermanos mayores quienes le enseñaron este oficio a los 13 años de edad, y dos años le tomó dominarlo.


Mis hermanos mayores son los que se dedicaban a la reparación de zapatos, con ellos aprendí porque nos pagaban para que no anduviéramos en la calle Don Andrés


A los 20 años llegó a Mazatlán con otro de sus hermanos, quiense dedicaba a la fabricación de huaraches y empezó a trabajar con él.

Fue en 1979 cuando después de ahorrar “una lanita”, el zapatero se independiza y logra rentar el local donde todavía se ubica. Ahí empieza a elaborar huaraches, al tiempo, estos dejaron de venderse porque los chinos invadieron el mercado con sandalias sintéticas a un precio más económico.

"Además que el material empezó a subir bastante, lo que se hacía de cuero ya no se puede hacer porque sale muy costoso, y fue en ese momento cuando empecé a hacer reparaciones, invierto menos y sale un poco mas de ganancia", expresa.

A sus 67 años, recuerda con anhelo los tiempos de bonanza, aquellos donde su trabajo era requerido para embellecer el calzado de las personas para fechas especiales, como la Navidad, y con lo que logró comprar el local de su taller de reparación de calzado.

“El zapatero siempre será necesario, la gente rica y pobre siempre viene a reparar calzado, remiendan bolsos, cinturones, chamarras de piel, sobre todo los que son de marca y caros.Aquí llega todo tipo de calzado, bueno, corriente, desechable de los chinos, y esos se despegan muy rápido, la gente que los quiere tener se los pegamos, pero lo que más hacemos es pegar, cocer, suelas y tapas", comenta.

Don Andrés, quien trabaja ocho horas diarias, señala que este oficio no es fácil, porque se requiere tener conocimiento e imaginación, porque además de pegar y cortar también hayque saber usar máquinas para cocer piel y sustituir piezas como cierres, lonetas, combinar colores, entre otras cosas.

Con una gran emoción el hombre habla de su trabajo e indica que a pesar de la competencia y los incrementos en el precio que constantemente registra el material, en las buenas temporadas realiza entre 10 y 12 trabajos al día.

"Todo depende de lo que se haga, cuando se pegan zapatos o tenis me puedo tardar media hora, hay costuras que pueden ser de una hora de una bolsa, también vienen los moticiclistas a que le cambiemos la decoración de sus chamarras y zapatos", explica.

Te puede interesar: La mujer de los mil disfraces en Mazatlán

El zapatero originario de Toluca destaca que de este oficio, que es muy noble, logró sacar adelante a su esposa y cuatro hijos.


Yo trabajo solo, a mis hijos no les gustó el oficio, de pronto vienen y me ayudan, pero no creo que sigan la tradición, porque se les hace un oficio muy esclavizado Don Andrés


Entre el olor a cuero y pegamento, Andrés mantiene vivo un oficio que se encuentra en peligro de extinción. Y es que hoy en día las máquinas lo hacen todo, y poco a poco han ido relegando al maestro zapatero. A pesar de ello, él sigue con su labor, a la espera de quienes todavía gustan de arreglar sus zapatos, antes que comprar unos nuevos.

DATOS

67 años de edad tiene Andrés

50 años lleva como zapatero

12 trabajos al día realiza en temporada buena


Lee más aquí:



Entre montañas de zapatos que necesitan una reparación, Andrés Enríquez Morales mantiene vivo uno de los oficios que no han sido desplazados por la modernidad, a pesar de los zapatos “desechables” que ahora venden en cada esquina.

En el taller de Reparación de Calzado ubicado sobre la avenida Juan Carrasco en Mazatlán, el olor a cuero se mezcla con el de los pegamentos y las tinturas, en un aroma muy peculiar que ha acompañado a Andrés por más de cinco décadas.

Hay pilas de zapatos que esperan el arreglo por un lado; otros ya listos para ser retirados por el otro, y alrededor de todo eso frascos con pomadas, latitas con tachuelas y clavos, suelas de diferentes materiales, cierres y cordones de todos los colores. Los pies de muchísimos ciudadanos están en sus manos.

En su taller ha reparado el calzado de los mazatlecos por cinco décadas. Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán

Don Andrés, de 67 años de edad, atiende uno a uno a los clientes que llegan diariamente al negocio, y de esa forma se mantiene en pie desde hace cuatro décadas.

Originario de Toluca, ha dedicado casi toda su vida a la rehabilitación de zapatos, botas y zapatillas, tenis, mochilas, maletas, cintos, chamarras, ya que fueron sus hermanos mayores quienes le enseñaron este oficio a los 13 años de edad, y dos años le tomó dominarlo.


Mis hermanos mayores son los que se dedicaban a la reparación de zapatos, con ellos aprendí porque nos pagaban para que no anduviéramos en la calle Don Andrés


A los 20 años llegó a Mazatlán con otro de sus hermanos, quiense dedicaba a la fabricación de huaraches y empezó a trabajar con él.

Fue en 1979 cuando después de ahorrar “una lanita”, el zapatero se independiza y logra rentar el local donde todavía se ubica. Ahí empieza a elaborar huaraches, al tiempo, estos dejaron de venderse porque los chinos invadieron el mercado con sandalias sintéticas a un precio más económico.

"Además que el material empezó a subir bastante, lo que se hacía de cuero ya no se puede hacer porque sale muy costoso, y fue en ese momento cuando empecé a hacer reparaciones, invierto menos y sale un poco mas de ganancia", expresa.

A sus 67 años, recuerda con anhelo los tiempos de bonanza, aquellos donde su trabajo era requerido para embellecer el calzado de las personas para fechas especiales, como la Navidad, y con lo que logró comprar el local de su taller de reparación de calzado.

“El zapatero siempre será necesario, la gente rica y pobre siempre viene a reparar calzado, remiendan bolsos, cinturones, chamarras de piel, sobre todo los que son de marca y caros.Aquí llega todo tipo de calzado, bueno, corriente, desechable de los chinos, y esos se despegan muy rápido, la gente que los quiere tener se los pegamos, pero lo que más hacemos es pegar, cocer, suelas y tapas", comenta.

Don Andrés, quien trabaja ocho horas diarias, señala que este oficio no es fácil, porque se requiere tener conocimiento e imaginación, porque además de pegar y cortar también hayque saber usar máquinas para cocer piel y sustituir piezas como cierres, lonetas, combinar colores, entre otras cosas.

Con una gran emoción el hombre habla de su trabajo e indica que a pesar de la competencia y los incrementos en el precio que constantemente registra el material, en las buenas temporadas realiza entre 10 y 12 trabajos al día.

"Todo depende de lo que se haga, cuando se pegan zapatos o tenis me puedo tardar media hora, hay costuras que pueden ser de una hora de una bolsa, también vienen los moticiclistas a que le cambiemos la decoración de sus chamarras y zapatos", explica.

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El zapatero originario de Toluca destaca que de este oficio, que es muy noble, logró sacar adelante a su esposa y cuatro hijos.


Yo trabajo solo, a mis hijos no les gustó el oficio, de pronto vienen y me ayudan, pero no creo que sigan la tradición, porque se les hace un oficio muy esclavizado Don Andrés


Entre el olor a cuero y pegamento, Andrés mantiene vivo un oficio que se encuentra en peligro de extinción. Y es que hoy en día las máquinas lo hacen todo, y poco a poco han ido relegando al maestro zapatero. A pesar de ello, él sigue con su labor, a la espera de quienes todavía gustan de arreglar sus zapatos, antes que comprar unos nuevos.

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