Mazatlán, Sin.- Las ballenas jorobadas no saben de pandemias ni de crisis económicas. Y un año más, le fueron fieles a Mazatlán para protagonizar en sus costas el gran espectáculo marino.
Estos gigantes marinos durante cada invierno viajan alrededor de tres mil kilómetros por todas las costas de Norteamérica hasta llegar a México para reproducirse. Oficialmente, la temporada de avistamiento empieza el 8 de diciembre y termina en el mes de marzo.
En las últimas semanas, Onca Exploraciones, una empresa dedicada al ecoturismo y la que convirtió el avistamiento de ballenas en Mazatlán en atractivo turístico, realiza casi todos los días expediciones donde se vive una experiencia única.
Este incomparable espectáculo tiene como protagonistas a las ballenas jorobadas que arriban año con año a las cálidas aguas del Pacífico mexicano para deleitar a los visitantes con su canto, su jugueteo y el danzar bajo el oleaje como parte de sus ritos de apareamiento o de crianza para los cetáceos más pequeños.
Esta temporada migratoria es una de las más impresionantes maravillas naturales, pues los visitantes son testigos de los diversos cantos que las ballenas emiten y los bailes bajo el agua para atraer a posibles parejas.
Durante una expedición, Adair Cazarez, guía de Onca Exploraciones, explica que el agua cálida le ahorra energía a esta especie que viene a Mazatlán al apareamiento y a tener sus crías, ya que sus zonas de alimentación son las polares y ahorita están congeladas
"Esta ballena migra desde las zonas de Alaska, del mar de Bering, recorre alrededor de tres mil kilómetros por todas las costas de Norteamérica hasta llegar a México", dijo.
La agencia de ecoturismo que se dedica al estudio de esta especie y a los tours para su avistamiento, realiza viajes de manera casi diaria para ofrecer una experiencia única a lo largo de las 4 a 8 millas mar adentro.
El oceanólogo de profesión comparte que cada temporada la población que arriban desde Baja California a Oaxaca es de alrededor de 9 mil ejemplares, principalmente jorobadas, y estas pueden llegar a medir los 16 metros de largo y pesar hasta 30 toneladas.
Las hembras son más grandes, porque tienen que criar al ballenato y su gestación es de 11 a 12 meses, la cría mide al nacer alrededor de cuatro metros y pesa ocho toneladas.
Para tener una expedición exitosa depende mucho de la suerte y la paciencia, ya que puedes avistarla muy cerca de la embarcación. Se dice que esta especie no es agresiva ante los seres humanos ni con las embarcaciones, pues no se tiene reporte de incidentes de esta naturaleza.
Esto gracias a los lineamientos de la Norma NOM 131 que vela por las buenas prácticas de los tours operadores para proteger la integridad de los turistas y los mismos animales.
Durante estos viajes, es posible ver a las ballenas comportarse de diferentes maneras, ya sea mediante peleas entre los machos que buscan aparearse con las pocas hembras en celo que habitan en la zona, algunas hembras en compañía de sus crías y algunas que otras juguetonas que realizan saltos y nado con coletazos y aleteo pectoral, lo cual resulta todo un espectáculo incomparable.
"La ballena jorobada es una de las especies más acrobáticas en el mundo marino porque tiene una serie de comportamientos aéreos, aunque no siempre puedes disfrutar de ellas".
Además de este show visual, los machos de la especie cantan para atraer a las hembras como parte de su ritual de apareamiento, uno de los sonidos más fascinantes de la naturaleza que se pueden escuchar a bordo de las embarcaciones de Onca, a través de un hidrófono.
El joven apasionado de la vida marina, con 24 años de edad, dejó en claro que no todas las excursiones son iguales, pues de un día para otro el comportamiento de los cetáceos puede variar, por lo que ir a esta expedición puede resultar toda una aventura.
Resalta que desde hace 15 años, el oceanólogo Óscar Guzón Zataráin, director de Onca Exploraciones, ha identificado a más de dos mil ballenas jorobadas frente a las costas de Mazatlán.
Y es que para monitorear las ballenas se utiliza la fotoidentificación, técnica de foto estudio de vida silvestre basada en el reconocimiento del contorno de la aleta y marcas naturales a través del tiempo – pueden ser rayas, cicatrices o patrones de pigmentación en la cola-, para encontrar diferencias e identificar a las ballenas.
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