/ sábado 28 de septiembre de 2019

Crónicas de Ambulancia: Su vida en mis manos

Adilene fue sorprendida por el destino cuando en su 4ta guardia como alumna recibió una gran responsabilidad en condiciones poco favorables

Culiacán, Sin.- Adilene comenzaba con sus primeras guardias y la sensación de novedad e impresión estaba muy presente todavía. La inquietud normal de no saber cómo reaccionar la molestaba un poco pero nunca dejándose dominar por el miedo.

El radio operador les avisó sobre una niña con deshidratación en Imala; unos 30 minutos de trayecto, así que tenía tiempo de preparación suficiente en el camino. Adilene seguía resolviendo dudas con su compañero y tenía ya todo listo para recibir a una paciente deshidratada, nada fuera de lo normal.

Cuando llegan al balneario ven a una mujer mayor en clara desesperación y alerta, se acercan con ella y Adilene mira a la niña más pequeña que recuerde haber visto: la mujer quien resultó ser la madre, comentó que la menor había estado congestionada a causa de un resfriado y no creyó que llevarla a un balneario podría afectarle. Dos meses y medio de edad con un cuadro de congestión respiratoria en un lugar con alta humedad y calor; la paciente no estaba resfriada, tenía sus pulmones llenos de fluidos.

Al percatarse de esto, Adilene y su compañero deciden trasladar a la pequeña a Culiacán con la esperanza de poder salvarla. Al subirla notan que aunque consciente sus reflejos son nulos, le colocan la mascarilla de ventilación y no hay respuesta; tenían que actuar rápido. La pretensa paramédico despejó su mente en segundos y solo priorizó una cosa, mantener con vida a la bebé.

El camino de regreso era por una carretera en remodelación, mucha terracería que no daba pie a la velocidad y mucho menos comodidad. Adilene tenía que maniobrar con precisión así que colocó sus rodillas en la base de la camilla y con sus codos recargados sobre la colchoneta comenzó con los ciclos de ventilación. Comenzó contando cada 4 segundos, su mente ignoraba el dolor de piernas y el temblor de la unidad por el camino difícil.

Su compañero y tutor observaba como Adilene sacaba fuerzas para mantenerse firme con las ventilaciones a pesar de que sus rodillas golpeaban el tubo de metal de la camilla. Cada 4 segundos exactos y con gran precisión la menor recibía más tiempo de vida. Para Adilene esa media hora fue fugaz y antes de llegar al hospital la bebé hizo un ademán de retirarse la máscara de ventilación; la mejor señal que podía esperar pues.

Te puede interesar: Última Crónicas de Ambulancia: Todo puede pasar

Entregaron a la pequeña niña estable en el hospital, Adilene regresó a la unidad y cayó rendida por la descarga de adrenalina que había tenido. En silencio somos asentía a lo que su tutor le preguntaba y con esa sensación extraña de haber salvado a la niña pero no poder hacer más que entregarla a un médico y no saber más de ella, salieron rumbo a la estación; la guardia de Adilene había terminado.

Esa noche cuando la socorrista llegó a su casa aún seguía reflexionando sobre lo sucedido y aunque sabía que no era recomendable darle seguimiento a los servicios, estaba presente aún la sensación de no saber más. Ella estaba segura que la vida de esa pequeña podía continuar gracias a su esfuerzo y el de su compañero, sus rodillas sagradas eran el testimonio de su entrega.

IRRESPONSABILIDAD

La madre dijo a los rescatistas que la menor había estado congestionada a causa de un resfriado y no creyó que llevarla a un balneario podría afectarle

CONTEO

Comenzó contando cada 4 segundos, su mente ignoraba el dolor de piernas y el temblor de la unidad de emergencia por el camino difícil.


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Culiacán, Sin.- Adilene comenzaba con sus primeras guardias y la sensación de novedad e impresión estaba muy presente todavía. La inquietud normal de no saber cómo reaccionar la molestaba un poco pero nunca dejándose dominar por el miedo.

El radio operador les avisó sobre una niña con deshidratación en Imala; unos 30 minutos de trayecto, así que tenía tiempo de preparación suficiente en el camino. Adilene seguía resolviendo dudas con su compañero y tenía ya todo listo para recibir a una paciente deshidratada, nada fuera de lo normal.

Cuando llegan al balneario ven a una mujer mayor en clara desesperación y alerta, se acercan con ella y Adilene mira a la niña más pequeña que recuerde haber visto: la mujer quien resultó ser la madre, comentó que la menor había estado congestionada a causa de un resfriado y no creyó que llevarla a un balneario podría afectarle. Dos meses y medio de edad con un cuadro de congestión respiratoria en un lugar con alta humedad y calor; la paciente no estaba resfriada, tenía sus pulmones llenos de fluidos.

Al percatarse de esto, Adilene y su compañero deciden trasladar a la pequeña a Culiacán con la esperanza de poder salvarla. Al subirla notan que aunque consciente sus reflejos son nulos, le colocan la mascarilla de ventilación y no hay respuesta; tenían que actuar rápido. La pretensa paramédico despejó su mente en segundos y solo priorizó una cosa, mantener con vida a la bebé.

El camino de regreso era por una carretera en remodelación, mucha terracería que no daba pie a la velocidad y mucho menos comodidad. Adilene tenía que maniobrar con precisión así que colocó sus rodillas en la base de la camilla y con sus codos recargados sobre la colchoneta comenzó con los ciclos de ventilación. Comenzó contando cada 4 segundos, su mente ignoraba el dolor de piernas y el temblor de la unidad por el camino difícil.

Su compañero y tutor observaba como Adilene sacaba fuerzas para mantenerse firme con las ventilaciones a pesar de que sus rodillas golpeaban el tubo de metal de la camilla. Cada 4 segundos exactos y con gran precisión la menor recibía más tiempo de vida. Para Adilene esa media hora fue fugaz y antes de llegar al hospital la bebé hizo un ademán de retirarse la máscara de ventilación; la mejor señal que podía esperar pues.

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Entregaron a la pequeña niña estable en el hospital, Adilene regresó a la unidad y cayó rendida por la descarga de adrenalina que había tenido. En silencio somos asentía a lo que su tutor le preguntaba y con esa sensación extraña de haber salvado a la niña pero no poder hacer más que entregarla a un médico y no saber más de ella, salieron rumbo a la estación; la guardia de Adilene había terminado.

Esa noche cuando la socorrista llegó a su casa aún seguía reflexionando sobre lo sucedido y aunque sabía que no era recomendable darle seguimiento a los servicios, estaba presente aún la sensación de no saber más. Ella estaba segura que la vida de esa pequeña podía continuar gracias a su esfuerzo y el de su compañero, sus rodillas sagradas eran el testimonio de su entrega.

IRRESPONSABILIDAD

La madre dijo a los rescatistas que la menor había estado congestionada a causa de un resfriado y no creyó que llevarla a un balneario podría afectarle

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Comenzó contando cada 4 segundos, su mente ignoraba el dolor de piernas y el temblor de la unidad de emergencia por el camino difícil.


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