Culiacán, Sin.- Paramédico veterano de la vieja guardia, Juan Flores lleva en sus hombros historias que dejarían insomnes a los nuevos paramédicos que apenas conocen el mundo de Cruz Roja. Con 75 años y un espíritu de servicio intacto, cuenta uno de los primeros ejemplos de los malditos "daños colaterales" de la guerra del narco.
Juan Flores inició su carrera en Cruz Roja a la edad de 27 años, por invitación de otro paramédico quien en un futuro se convertiría en uno de sus más entrañables amigos: Tomás Rosas.
Corría el final de la década de los 70 y Culiacán ya comenzaba a oler a pólvora con sangre. La historia que parió uno de los corridos más populares de la naciente narcocultura, estaba en curso. Un día 28 enero... de1976 mataron a Lamberto Quintero cuando estaba con su novia, esto tras una balacera que dejó un muerto en la carretera a El Salado.
Una guerrilla interna de familias detonó en la primer gran crisis de violencia en Culiacán. Dos días después de los hechos de El Salado se dio una balacera a unos metros de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, era el cortejo fúnebre del hombre asesinado por gente de Quintero, la venganza de la familia de Lamberto se quería consumar cuanto antes.
CÓMO ME HIERE ESA FECHA
Juan Flores, con 32 años de edad y suficiente experiencia para manejar casi cualquier escenario salió junto con su equipo a verificar los heridos cuando aún sonaban las ráfagas a unas calles de la iglesia.
Tres cuerpos inertes en la Francisco Villa, nada que hacer, el paramédico siguió buscando con el ritmo de fusiles AR-15 guiando sus pasos. En una banqueta vieron un niño doblado y quejándose. Se acercó para ver una herida de bala en su abdomen: tenían que trasladarlo rápido.
Lo subieron a la camilla y en la ambulancia fueron a la sala de urgencias más cercana. El menor de 12 años iba consciente pero envuelto en llanto: "no me quiero morir" decía. Juan sentía un nudo en el estómago al ver esos ojos llenos de terror e inocencia, quizás el niño no sabía que había pasado, no sabía quiénes eran esos hombres o que habían hecho.
La injusta elección de la narco muerte siempre pega rosones a los incentes. El niño llegó a urgencias igual o más alterado, envuelto en llanto y sangre en la camilla de Juan.
Urgencias estaba saturada, 5 camillas hacían fila en la sala de choque así que el paramédico hizo guardia junto al niño que estaba sentado en la camilla. Respirando lento y llorando mientras Juan le sacaba algo se platica, para calmarlo.
Pasaron unos minutos largos en que la mirada del niño se iba apagando y su voz se perdía en balbuceos. Los médicos de la sala daban prioridad a quien se veía más grave, sin embargo las heridas invisibles del niño debían ser atendidas rápido.
Juan Flores salió unos minutos de la sala a tomar aire, cuando regresó encontró al niño sentado en la camilla de medio lado sin pulso, muerto.
Un duro golpe para todos ahí, Juan sintió su estómago contraerse y las lágrimas querían salir. No hay nada más injusto que la muerte de un inocente a manos de las ignorantes pero obedientes balas del narco.
Cuarenta y cuatro años después el corrido de Lamberto Quintero sigue sonando en Culiacán, la apología a una guerra romantizada sigue sin hacer justicia a la verdad, a los inocentes, quisiera que fuera cuento, pero señores es cierto.
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44 Son los años que han transcurrido desde aquel episodio faltal que marcó la narcocultura en Culiacán.
VETERANO
Con 75 años de edad, Juan Floreys es uno de los paramédicos más veteranos de toda la Cruz Roja en Sinaloa.
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