Culiacán, Sin.- 1986 y Olga Heras comenzaba su camino en las filas de Juventud, en Cruz Roja. Junto a su hermana daban sus primeros pasos en el servicio de socorro que es sinónimo de su apellido.
Décadas después fue pionera de la coordinación de Veteranos en la institución, pero para esa historia faltan años y anécdotas. A sus 19 años se iría convirtiendo en una referente de las guardias más cargadas de servicios.
Olga Heras escarba entre las memorias de años en servicio. Dice que lo más impactante que ha visto tiene que ver con pacientes pediátricos, niños, pues. Pero cansada de recordar toma una anécdota que puso a prueba su instinto y voluntad de servicio.
AQUELLA TARDE
Era tarde y el viejo Culiacán de 1989 pintaba la silueta de sus casonas de un tono rojizo. La guardia de Olga había terminado y su salida era el descanso que necesitaba; una caminata de 15 minutos hacia su casa desde la estación Leyva Solano.
Ya iba entre la calle Andrade y Juan José Ríos, y en la esquina frente a la mirada de Olga, un Jeep de la época choca de frente a otro coche; el Jeep se vuelca y queda con los neumáticos hacia el cielo. Un aparatoso accidente que pasó en cámara lenta a la vista de los peatones.
El crujir del acero doblándose hizo retroceder a todos a la orilla de la calle. Sin embargo, Olga, sin dejar todavía tiempo para la sorpresa corrió hacia el accidente al ver como del Jeep brotaba gasolina como fuente.
Era cuestión de minutos para que una chispa hiciera estallar el lugar. La socorrista miró el escenario y rodeó el accidente. Buscando algún sobreviviente escuchó sollozar una mujer; volteó de nuevo al Jeep y corrió al auxilio.
CHORRO DE SANGRE
Una mujer empapada en sangre y gasolina estaba semiconsciente en el asiento del copiloto. Olga comenzó a platicar con ella pero apurándola a salir, el riesgo de explosión era alto. El uniforme de la socorrista estaba empapado ya de combustible y cada segundo desperdiciado hacía subir el riesgo.
Tras unos minutos de arrastre y consuelo; Olga Heras logró alejar a la mujer herida del Jeep. Entonces comenzó a cuestionarla si había alguien más en el vehículo. La mujer llorando dijo que si; su esposo iba manejando y no lo había visto salir.
La paramédico salió de regreso al accidente sin pensar demasiado en su seguridad; sabía que era sumamente peligroso pero también había una vida más en riesgo. Se acercó al asiento del conductor y no encontró nada, se asomó y revisó; nada.
Olga estaba confundida y pensó en que la mujer estaba equivocada, sin embargo regresó con ella a preguntarle nuevamente; mi esposo está ahí, decía, la mujer. Heras no sabía qué hacer y cuando regresaba al accidente a revisar nuevamente una voz la detuvo.
"Aquí estoy" dijo, un hombre con la ropas manchadas de sangre. Estaba en la caseta telefónica en la esquina. Olga no se explica en qué momento salió del auto y fue a pedir ayuda, pero ahí estaba el conductor.
Con todos a salvo Olga espero la llegada de una ambulancia para trasladar a los heridos. Ella también debía ser atendida por estar tanto tiempo en contacto con el combustible.
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Heras cuenta esto con una mezcla de orgullo y recato; contrasta con los protocolos actuales que jamás permitirían que un socorrista se acercara a un hecho así por el alto grado de peligro.
Su generación fue forjada bajo estos servicios, bajo la improvisación y la audacia. Hoy, Olga Heras sigue valorando su uniforme y servicios en la coordinación de Veteranos; haciéndole honor a su estirpe que lleva tatuados los valores de la institución.
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