Culiacán, Sin.- Un accidente al norte de la avenida Álvaro Obregón dejó para Román Galicia una de las postales más tristes y dolorosas de su carrera de paramédico.
Hace 40 años Román ingresaba la institución como chófer voluntario, aprendió conocimientos básicos de primeros auxilios y su gran responsabilidad lo hizo involucrarse más en cuestiones fuera de su responsabilidad.
La historia que le remueve la memoria sucedió dos años después de haber ingresado. Un accidente automovilístico al norte de la ciudad; ahí donde la línea de la ciudad y las sindicaturas se pierden entre talleres y marisquerías.
En ese entonces él iba como auxiliar en el asiento de copiloto. Atrás, los paramédicos listos para atender heridos. Cuando llegaron al hecho vieron lo aparatoso del accidente, sin embargo no había heridos.
Preguntaron y algún curioso les dijo que los sobrevivientes habían sido trasladados en un auto particular rumbo al hospital civil. Quizás se lo toparon en el camino, pero no los vieron. También le dijeron cómo sucedió el choque, como en muchas historias, los curiosos son los que más saben.
EL SUCESO
Una camioneta iba rumbo al Tepuche por la avenida Álvaro Obregón, al parecer habían ido a Culiacán por insumos de trabajo, pero iban demasiado rápido en una zona de mucho tránsito. En el carril derecho estaba un camión urbano estacionado y ahí se estrelló la camioneta.
Que si el camión estaba en buen lugar o no, era el debate de los mirones. Casi al mismo tiempo llegó el camión de Bomberos para auxiliar en lo que hiciera falta. Al no ver más heridos comenzaron a separar la camioneta del autobús.
El lado derecho de la camioneta se había incrustado totalmente en la parte trasera del transporte. Fueron 3 heridos los que fueron trasladados, al parecer no había nadie más.
Román Galicia estaba atento dentro de la unidad cuando comenzaron a separar los metales retorcidos y un gesto duro de su compañero lo alertó.
"¿Ya viste?" Le preguntó. Galicia se levantó un poco para ver la estampa que 40 años después le remueve las entrañas y le saca lágrimas amargas: una niña de no más de 3 años tenía en un abrazo protector a su hermano menor, un cuadro de sangre y dolor que dejó en silencio la zona por varios minutos.
Román sintió mucha pena por ellos, pero también se imaginó que esos hermanos miraron venir la muerte y su último reflejo fue protegerse, en vano. Quizás los padres heridos aún no sepan que pasó con los niños, quizás se enteren días después cuando despierten; un vórtice de pensamientos que hundía a Román en un dolor ajeno que era nuevo para él.
Un luto improvisado por parte de bomberos, paramédicos y curiosos que duró varios minutos, nada había que hacer, pues. Román y su equipo regresaron a la estación con la boca amarga y el corazón apachurrado. Silencio que no alcanzaba para explicar lo que sentían, solo regresaron y siguieron con su guardia.
Ahora con 70 años sigue viendo ese recuerdo cercano y doloroso, en ese tiempo no se tenían las herramientas psicológicas que ahora tiene la institución, los paramédicos cargaban cicatrices eternas que les recordaban el porqué de su servicio y de su voluntad.
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40
Son los años que han pasado desde aquel suceso que marcó la vida de Román Galicia como paramédico.
PARA SABER
En ese tiempo Román Galicia llevaba dos años en la Benemérita Institución y contaba con los bríos de la juventud treinteañera, hoy ya cuenta con 70 años de vida.
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