Culiacán, Sin.- Calurosa guardia la de junio del 2008, era la madrugada del domingo cuando avisaron de un accidente en la carretera hacia Eldorado, cerca del campo Chapo. Cosa normal para las noches de fin de semana. En ese entonces Gabriel Medina comenzaba su carrera en la estación de Costa Rica.
A 12 años de distancia y para una carrera así de larga, aquel accidente automovilístico es para Gabriel uno de los servicios más impactantes y difíciles. Todavía conserva fotos y memorias de esa odisea, además de conocer las historias de las víctimas.
El aviso a las estaciones de Costa Rica y Eldorado rezaba que el accidente era grave; una camioneta Cherokee se volcó y estrelló contra el muro de contención, dos personas heridas de gravedad y 3 más con lesiones aparentemente leves.
La carretera fría arrojaba destellos de unos faros entre la niebla, una camioneta estaba volcada junto a la carretera y salían gritos de su interior. Dos mujeres jóvenes salieron por su pie y llamaron a Cruz Roja, después trastabillando fueron a pedir auxilio a la carretera.
Dentro de la camioneta estaba el piloto, aunque ileso, semidormido todavía. Atrás, un hombre y una mujer que fueron atravesados en sus piernas por un tubo de metal del muro de contención. Heridas graves que requerían atención urgente.
Las dos jóvenes que salieron a pedir ayuda apenas se mantenían en pie y durante la espera de la ambulancia, atrapadas en la niebla de la madrugada, fueron arrolladas por un automóvil, murieron al instante y fueron arrojadas unos metros adelante del accidente.
Dentro de la camioneta y ajenos a lo que pasaba afuera, los dos heridos estaban en shock por el dolor y hemorragia causados por el tubo de metal en su cuerpo, la ambulancia apenas llegaba.
ESCENARIO CAÓTICO
Gabriel esperaba ver 5 pacientes heridos y una camioneta volcada, en la densa neblina solo vio a 3 y marcas de llantas en la carretera. Avanzó un poco más y encontró los cuerpos de dos jóvenes mujeres inertes tiradas en el asfalto y un auto compacto afuera de la carretera con el chófer desmayado.
Un escenario caótico que presentaba más preguntas que respuestas. Gabriel comenzó a auxiliar a los dos jóvenes que estaban dentro de la camioneta, las heridas ocasionadas por el tubo de metal eran muy graves y debía detener la hemorragia.
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El aroma a sangre, gasolina y alcohol que expedía el lugar era embriagador y mientras se organizaban los socorristas para extraer el tubo de los heridos, el amanecer asomaba sus luces marrón en el horizonte.
La mujer, que tenía el tubo a nivel del muslo, le preguntó a Gabriel sobre su hermana, que si donde estaba. El socorrista no podía decirle que había sido arrollada a unos metros de ahí.
-Tu hermana está bien, ahora tenemos que llevarte a un hospital, le dijo.
El hombre, que fue atravesado a la altura de la pierna, le preguntó a Gabriel por su novia, la quería ver. De igual forma, el paramédico mintió y no le dijo que estaba tendida en el asfalto.
La madrugada siguió y el amanecer llegó, ya con el calor del domingo lograron sacar de la camioneta a ambos heridos y fueron trasladados de emergencia a Culiacán. Cerca de 4 horas de maniobras hacían muy difícil para los médicos lograr salvar las extremidades de los heridos, y ambos perdieron una pierna.
MARCADO
Gabriel no recuerda otro servicio tan impactante como ese, las horas de trabajo y la circunstancia en que estuvo envuelta las dos muertes después del primer accidente, esas cosas que no se repiten y tampoco se olvidan.
Años después Gabriel visitó el pueblo cercano al accidente y le platicaron de aquel hecho. Esos jóvenes venían de una fiesta, ebrios y desvelados, la volcadura y sus consecuencias acabaron con la vida del joven amputado; vivía en un mundo gris entre las drogas y la miseria. La joven mujer, en cambio, logró conseguir una prótesis y una precesión.
Recuerdos vividos de hace 12 años que tomaron fuerza con ese epílogo, Gabriel Medina lleva en mente esa dura lección de la vida que en un momento puede cambiar y terminar con todo; como si el destino fuera cruel y envidioso.
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