Culiacán, Sin.- Desde 2014, con tan sólo 15 años, Pedro Moreno tenía la ilusión de ser paramédico en Guasave, siendo dos años después que logró ingresar al curso básico, a la par que fue aceptado en la universidad.
Era así que cada lunes viajaba a la capital del estado, mientras que los fines de semana disfrutaba con sus padres, así como su labor de socorrista.
Fueron cuatro años entre idas y vueltas cuando se enteró de un nuevo curso, que sólo es impartido en Culiacán, por lo cual decidió sacrificar no ver a su familia, y ahora los fines de semana los invertía en aprender en un curso intermedio.
Mientras conocía las formas de trabajar de sus compañeros, tomaba más seguridad por permanecer en las líneas de la institución en la ciudad capitalina.
Eran las primeras guardias en socorros del nivel intermedio; Pedro recuerda que había estado ajetreado ese día, apenas y tenía pocas horas en su turno y ya había asistido a más de dos servicios; desde la radio les avisan que deben salir hacia la Plaza Palmares, en el Tres Ríos.
Al escuchar que quien necesitaba la atención había tenido sangrado nasal, Pedro no lo podía creer, para él era extraño que con las temperaturas que hacían en ese momento ocurriera, era febrero y el invierno no se había ido.
Próximos a descender el socorrista observó una decena de personas que rodeaban a una mujer recostada sobre un bulto de ropa.
De inmediato, y siguiendo los protocolos, el joven tomó signos vitales a la paciente, al momento que le hablaba y ésta no respondía, su piel había perdido el rosáceo color de la vida, sintió que debía hacer todo lo posible por sacarla del paro.
Junto al operador comenzaron sus labores de reanimación, Pedro daba compresiones mientras que su compañero implementó una vía respiratoria básica.
AYUNDA INESPERADA
Al cuestionar a los presentes sobre lo ocurrido, mencionaron que la mujer había descendido de un autobús foráneo, contaron que al presentar un leve sangrado nasal esta comenzó con dolores fuertes de cabeza, mismos que pusieron en alerta al chofer de la unidad, el cual devolvió el dinero a esta y le solicitó esperara una ambulancia.
Pasados los minutos un coche se estacionó en la escena, buscando una respuesta a lo sucedido; el socorrista observó se trataba de un hombre con blancas vestiduras.
Este cuestionó el uso del equipo, mismo que para una ambulancia es avanzado, y en ese momento no estaba siendo utilizado.
Entre el temor, la ansiedad y la adrenalina a Moreno le parecía casi imposible poder maniobrar con estos, a lo que el doctor le indicó consiguiera algunos instrumentos necesarios para realizar una intubación.
El paramédico nunca había realizado tal maniobra, sabía que un paciente no sería igual que un maniquí, incluso el sitio lo hacía complicado.
Con total precisión e ignorando el ruido de la ciudad el joven introdujo el laringoscopio, posteriormente pasó el tubo endotraqueal, retirando nuevamente el laringoscopio, mientras que el médico con su experiencia observaba la ejecución fuera la correcta.
Luego de haber culminado la maniobra este voltea hacia “su asistente” quien en su rostro dibuja una sonrisa, a lo que Pedro piensa “Sí la hice”.
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REANIMACIÓN
Luego de tres descargas y dos adrenalinas el pulso regreso a la mujer, a lo que Pedro sintió un gran alivio, pues en él no había quedado una vida.
Posterior a esto, y recoger el equipo, la ambulancia retoma su ruta, esta vez en busca de una cama de hospital, siendo ahí el adiós.
Para Pedro es importante invertir en los primeros auxilios, puesto que “Es mejor saber y no ocuparlos, que ocuparlo y no saber”.
“Me metí porque siempre que veía una ambulancia me llamaba la atención el querer ayudar a la gente”.
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