Culiacán, Sin. - María Selene Chiquete vivió el momento más duro en su carrera de paramédico cuando atendió un accidente que resultaría fatal, ella cuenta que no fue lo aparatoso; sino su empatía y dolor.
Egresada del Técnico en Urgencias Médicas a sus 18 años y con 5 años sobre una ambulancia; Selene cuenta con amplia experiencia en servicios de todo tipo. Infinidad de accidentes han pasado por sus guardias y demás situaciones que ha sabido manejar.
Relata aquel servicio como uno de los que más le impactó, fechas borrosas y ubicaciones irrelevantes de ese hecho. El servicio llegó al radio operador que durante la guardia nocturna de Selene les avisó sobre un choque, era un muchacho.
Rápido y precisa se preparó y salió junto a una alumna en entrenamiento, Selene guiaba ese servicio y no esperaba más de lo mismo; pero su atención y profesionalismo estaba, como siempre, al máximo.
El camino nocturno es siempre diferente, el servicio caía en una noche de muchos accidentes y la ambulancia cruzaba avenidas oscuras con mucha precaución.
Al acercarse al destino, Selene miró, iluminado por las farolas públicas, un cuerpo tirado recibiendo RCP de un civil. Metros atrás un coche impactado en un poste de concreto. Según indicios el joven salió expulsado del auto cuando éste chocó.
Rápidamente Selene comenzó a evaluar al herido y notó que sus heridas eran de gravedad y requería traslado urgente. Salieron rápidos hacia el hospital y en el camino siguió con el trabajo de reanimación, pero no respondía; signos vitales casi imperceptibles y heridas craneales insalvables.
Más que las heridas prominentes, a Selene le impactó ver un joven, que no llegaba a los 20 años, ir perdiendo la vida gota a gota. Se identificó con su juventud y pensó en todo lo que ya no vivirá. Su mente se desviaba en esos temores, pero por fuera seguía manteniendo el temple y el orden.
Colocó vías de respiración, limpió heridas y jaloneaba con la muerte para evitar que ese muchacho se marchara. Una odisea de pocos minutos antes del llegar al hospital.
En la recepción de urgencias lo recibió un médico a la vista de decenas de pacientes en espera; todos veían como lucharon por más de media hora para evitar que ese joven muriera.
Selene no daba cuenta de que mucha gente los veía, ella solo estaba concentrada en darle minutos de vida a ese joven. El protocoló se cumplió y ni todo el esfuerzo fueron suficientes para salvarlo.
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La paramédico sintió un dolor extraño y pesadez al ver que pasaba lo inevitable, pensó en ella el valor de su vida, pensó en su hermano que tendría la misma edad. Esa parte humana de un socorrista que nunca se va, pero todos desconocen.
El tiempo pasó y la tranquilidad llegó para María Selene, el recuerdo del muchacho sigue vivo y el valor de la vida está más fuerte que nunca. Tal vez no quiso recordar el nombre de ese joven, tampoco la fecha ni los detalles superfluos, pero la marca de ese servicio estará siempre en su mente y no por definirlo como un fracaso; sino como una dura muestra de lo frágil que es la vida.
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