Culiacán, Sin.- Durante esa guardia nocturna Ana Rocha, paramédica voluntaria, recuerda un chillido, aquel tan característico que les indica que un servicio se acerca, de prisa en compañía de su tutora se dirigió al área de radio solicitando información del caso.
En las indicaciones dadas por la radio-operadora señalaron que se trataba de un adulto mayor con bajos niveles de glucosa.
Las sirenas de la ambulancia rompieron el crepúsculo otoñal, en escasos diez minutos se encontraban frente a una casota, de esas humildes y construidas con material basto.
Rocha tomó “la maleta roja”, y a paso veloz siguió a sus compañeros, quienes se adentraron en el domicilio; luego de bajar una pequeña rampa ingresaron a uno de los cuartos en los que un inmenso hombre de edad madura y vestimentas azules, yacía sobre una cama.
Al cuestionar a los familiares sobre su estado ellos mencionaron que el anciano había recaído por la tarde, luego de que según ellos tuviese un disgusto.
EL CASO
Ante la hipoglucemia presente la mentora de Ana solicitó miel, misma que fue entregada por los familiares.
El hombre permanecía combativo sobre la cama, entre manotazos retiraba a los socorristas de su cara y cuerpo.
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Luego de no ver reacción alguna ante el consumo del azúcar optaron por administrar una solución glucosada, misma que la joven aprendiz se ofreció a aplicarla.
Ante la negativa por ser atendido, el operador de la ambulancia tomó los brazos del anciano, al mismo tiempo que familiares y la paramédica astricta, tomaron al hombre de las extremidades inferiores.
Con un poco de temor a que algo fuese a salir mal, Ana tomó los utensilios necesarios, optando por la vía intravenosa, siendo en escasos segundos en los que la solución recorría el cuerpo del paciente.
De a poco el adulto mayor recobró sus sentidos y esa actitud evasiva con las que recibió a sus salvadores fue desapareciendo, sintiendo pena ante tal suceso.
POR UN ENOJO
Durante las indagaciones posteriores a la atención, Rocha cuestionó al anciano sobre lo sucedido, a lo que, este respondió haber tenido un disgusto con su pareja, mismo que lo llevó a no comer ni cenar, así como a no informar sobre la falta de medicamentos, ya que, dijo, no quería molestar.
Entre las pláticas siguientes Ana señaló que no debía sentirse de esa manera, ya que “para nosotros, como hijos, jamás será molestia atenderles”, señalando que ni el enojo o la frustración debían impedir hablara con sus familiares.
Tras la intervención médica y psicológica, la joven permaneció segura de que lo realizado allá atrás había sido lo correcto, ya que según esto no tratan con enfermedades, sino con enfermos, mismos que en ocasiones requieren estabilidad mental.
Para la recién graduada del ENTUM es de suma importancia el no abandonar a “nuestros mayores”, sobre todo que estos se sientan de esa manera, para que así se logre erradicar de a poco la depresión o ansiedad que estos llegan a sentir cuando creen molestar a sus familiares.
Ana Rocha, recién se sumó a las líneas de la Cruz Roja como paramédica voluntaria, luego de una difícil generación 37, en la que la llegada del Covid-19 todo se complicó para los estudiantes.
A sus 20 años de edad funge su labor de socorrista, al mismo tiempo que cursa su tercer año en medicina, disfrutando la ayuda humanitaria que realiza en la ciudad capitalina.
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