Escuinapa, Sin. -Darle el segundo o tercer aire al calzado, ya a punto de morir, ha sido el trabajo de Don Gilberto Cruz Ramírez, quien tiene más de tres décadas en su oficio como zapatero en el municipio de Escuinapa.
Por la calle Morelos, a unos metros de la Francisco Pérez, se encuentra el pequeño taller de Don Gil "El Zapatero" o el "Doctor de los zapatos", mote que se ha ganado por nombrar a su taller "El Hospital del Calzado", el cual lo bautizó así por ser un lugar donde le da vida al calzado descompuesto o a punto de morir.
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Sentado en su silla, relata cómo es que se inició con este oficio que ha sido su sustento y con el que logró sacar adelante a sus hijos, logrando darles profesión a la mayoría de ellos.
Comenta que su trabajo anteriormente era como ayudante de albañil y al estar trabajando una ocasión escuchó a través de la radio que en un taller de calzado estaban contratando un zapatero. Pese a no conocer dicho oficio, se interesó en este, por lo que se acercó a solicitar el trabajo.
"No sabía nada del oficio, pero tenía la intención de aprender, me dieron el trabajo y ahí con el paso del tiempo fui aprendiendo las técnicas necesarias para poder reparar el calzado, desde pegar, coser, remachar, pintarlos y cualquier trabajo que requiera el calzado", comenta.
Después de un tiempo y de haber aprendido bien el oficio, se presentó la oportunidad de quedarse con el taller en el cual se inició como zapatero. Ahí fue cuando inició con su propio establecimiento "El Hospital del Calzado".
Con ese pequeño taller ha logrado salir adelante, pudo sostener a sus hijos y apoyarlos con lo necesario para que algunos llegarán a convertirse en profesionistas.
"A mis hijos siempre les dije que herencia no les podía dejar, porque no había para eso, pero con sus estudios sí les podía apoyar, todo salió del trabajo de zapatero, tengo un hijo arquitecto, dos psicólogos y dos maestros, de aquí salió para darles los estudios", afirma
Para Don Gilberto no hay imposibles, pues piensa que si alguien se propone hacer algo, lo puede lograr.
“Antes de ser zapatero fui albañil, recuerdo que una vez escuché en la radio que solicitaban un zapatero, así que me esperé a mi hora de comida para ir al lugar, me entrevisté con el encargado y me dio el trabajo sin conocer nada del oficio”, comparte.
Con tantos años laborando, son muchas las personas que lo buscan para reparar cualquier tipo de calzado, desde un huarache hasta una bota.
"Esto consiste en darle un segundo o tercer aire al calzado, con la reparación que le damos, cualquier zapato dura hasta dos o tres años más".
Durante tres décadas se ha dedicado a reparar el calzado a los escuinapenses, quienes son la mayoría de sus clientes, aunque también ofrece servicio a personas de otras comunidades y de la zona rural, así como a extranjeros que visitan Escuinapa y que ya conocen el trabajo que hace.
El tiempo no perdona, dice, pero aunque en ocasiones ya se siente cansado, comenta seguir teniendo las fuerzas suficientes para poder seguir dándole vida al calzado que le lleven, además de que con ello sale para seguir sosteniéndose.