Mazatlán Sin.- Entre diminutas manecillas y engranes, Víctor Manuel Castillo Sandoval se encarga de restaurar el tiempo de aquellos relojes que de pronto dejaron de funcionar.
Sus más de 55 años de experiencia hacen que “el relojero” conozca a la perfección cada una de las piezas de los pequeños aparatos, que diariamente compone.
Y es que con tan sólo tocarlos y abrirlos, el hombre se da cuenta del daño que presentan, así como la compostura que requieren para volver a funcionar.
Mazatleco de corazón, don Víctor detiene de pronto su labor, al igual que el “tic tac” del reloj que en ese momento compone, para trasladarse en el tiempo, el que precisamente hizo que se convirtiera en restaurador de relojes.
Curioso desde pequeño
Víctor Manuel no rebasaba los 10 años cuando atrajo su atención el trabajo que realizaba un vecino que se dedicaba a la reparación de todo tipo de relojes.
“Yo era un chamaco estudiante y me invitó un señor vecino que tenía un taller de relojería, y yo pues acepté primero en ayudarle, y pues hasta el momento seguimos en lo mismo”.
De manera constante, la calle Canizález, en el Centro de Mazatlán, vio pasar al pequeño que en ese momento buscaba saber cómo era que funcionaban los pequeños aparatos que daban la hora.
De pronto, el tiempo lo hizo regresar a la actualidad, para darse cuenta que todo ha cambiado, el primer cuadro de la ciudad ya no es el mismo lugar, así como los relojes que ha reparado durante más de 50 años.
Los ‘flashbacks’regresan a Manuel, ahora a la edad de los 12 años, tiempo en el que había realizado su primera reparación: un reloj despertador, de esos que aún persisten en los hogares.
El arreglo, recuerda, fue hecho a través de la supervisión de su tutor, quien le decía: “haz esto, mueve aquello, coloca esa manecilla, todo debe ser con mucho cuidado”.
Con esa compostura, el maestro relojero se enamoró del oficio al que se dedicaría por toda su vida, y que hasta el momento le ha servido para llevar el sustento a su hogar.
“Yo en ese entonces era un aprendiz, y aprendía rápido, me acordaba de lo que me decía mi vecino y nunca me puse a pensar que todo eso me serviría en el futuro”.
En su vida laboral, Víctor Manuel evoca un pedazo de su vivencia que lo traslada de nuevo a su infancia, al ser requerido él y su patrón para realizar una importante compostura.
“Me tocó arreglar el reloj de Catedral, yo de chamaco y mi maestro nos pidieron que lo arregláramos, ese mismo que se encuentra muy alto y enfrente de la plazuela”.
Para sacar las manecillas del enorme reloj, recuerda, su maestro lo amarró para que no tuviera un accidente y así pudiera sacar las 3 piezas que posteriormente reinstalaron.
La reparación, indicó, se hizo hace 45 años y el trabajo lo tuvieron que realizar de manera módica, pago por el que recibieron entre 2 mil y 3 mil pesos, pues su patrón era amigo del señor Obispo, don Rafael Barraza.
El área de trabajo
El paso de los años hizo madurar al reparador de relojes, que ya adulto optó por separase de quien le enseñó todo lo necesario para vivir de un oficio.
Dicha decisión hizo que instalara su primer taller, entre las calles Ángel Flores y 21 de Marzo, un cruce muy concurrido en el Centro de la ciudad.
Además de arreglar relojes, en el inmueble se dedicaba a la venta de joyería, un negocio que también era muy demandado por la ciudadanía, que no sólo lo buscaba por una reparación, sino también para comprar un anillo u otro tipo de joya.
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Después de más de 30 años que instaló ese local, continua en funciones, no con la misma razón social, pero sigue de pie al ofrecer otros servicios. Él actualmente se localiza a un costado del Seguro Social de la avenida Ejército Mexicano.
Tipo de trabajo
En sus 50 años de experiencia, no sólo se enfoca en arreglar relojes, pues también se encarga de realizar otras funciones que tienen que ver con los artículos que le llevan.
Desde la instalación de baterías, extensibles y hasta pernos, comenta, son las labores que normalmente realiza.
Las reparaciones de los aparatos, precisa, son mayormente mecánicos en relojes que son automáticos, de pared y/o de pulsera, además que pueden ser electrónicos o digitales.
Rapidez
Los años no pasan en balde y el sexagenario reconoce haber bajado el rendimiento que tenía de joven, ya que actualmente llega a reparar al día entre 3 o 4 relojes.
Aunque es poco el trabajo,las personas le tienen confianza por su experiencia, por lo que no dudan en llevarle sus relojes que ya no están en funcionamiento, para que los vuelva a la vida.
La paciencia que usa para arreglar un reloj también la emplea para esperar la clientela. Él reconoce que es importante el tiempo que marca el reloj, ya que a través de él avanza, como las manecillas, con el trabajo que con mucho gusto realiza todos los días.
DATO
55 años tiene de relojero Don Víctor Manuel.
12 años de edad tenía cuando inició a componer relojes.
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