Mazatlán, Sin.- Mientras el cazo arde a su máxima temperatura, el olor a chicharrón viaja a través del viento para despertar el apetito de propios y extraños. Es don Álvaro Rodríguez, quien ya llegó con su puesto de chicharrones a un costado del puente que conduce al fraccionamiento Prados del Sol.
Por ser “pasadera” de trabajadores de la construcción y personas que van a sus trabajos, estos detienen su marcha antes de llegar a las vías férreas, y no por precaución ante el posible arribo del tren, sino para comprar el producto que ofrece el famoso chicharronero de Prados del Sol.
A sus 60 años de edad, don Álvaro es un hombre que no puede estar quieto, por lo que busca estar siempre en movimiento, y que más en una actividad que le permite llevar el sustento a su hogar.
Desde hace tres años decidió emprender un negocio en el que tiene que entrar a laborar a temprana hora, para así concluir rápidamente con sus funciones que él mismo se propuso.
En el 2017, su último trabajo lo tuvo como obrero en una empresa harinera, que se halla cercana a su hogar, que se encuentra en la colonia Francisco Villa, al norte de Mazatlán.
Para no estar ‘dioquis’ abrí un negocio, ya que ve que luego se entume uno y pues tenemos que estar de un lado a otro para no echarnos a perder, y así conservarnos, pues ya estamos grandes.
Don Alvaro
La venta de chicharrones y botana fue el proyecto que tenía en mente, y que en cuestión de días logró cumplir al contar con las herramientas necesarias para poder ejercerla.
Sólo le faltaba el lugar donde desarrollaría la actividad, y qué mejor que un punto cercano a la colonia Francisco Villa, donde el comerciante tiene su domicilio.
Aunque son tres los días que trabaja en la semana, martes, jueves y sábado, menciona “surtirse” de la materia prima que encuentra en el rastro municipal de la colonia Rafael Buelna.
Son 100 kilos de “pella” los que compran y que distribuye para su venta en dos días, por lo que al siguiente día de consumos acude de nuevo a comprar los pedazos de carne.
Debido a la demanda que en ocasiones tiene, asegura, hay días en los que fríe más de lo previsto, pues se supone que son alrededor de 50 kilos los que ingresa al caso.
Precisamente, menciona, es el fin de semana donde las ventas repuntan, que es el día de paga para muchos de los trabajadores que transitan por el área donde se encuentra.
Trabajo madrugador
Desde las 4:00 de la mañana, el comerciante se encuentra de pie para alistar todo lo que ocupará en su área de labores, que va desde el tanque del gas hasta el cazo y las palas que utiliza para mover los chicharrones.
El sexagenario una vez con todas las herramientas, se dirige a bordo de una vieja camioneta al lugar de la venta. Tras “armar” el puesto, pasan casi 2 horas para que el vendedor tenga listo su producto, que dentro de un enorme recipiente mueve de un lado a otro para evitar que se queme.
El cambio de color de lo que llama como “pella”, es indicativo de que el chicharrón ya está listo para sacarse y enseguida colocarlo en la vitrina para venderlo.
Vienen a comprar desde 20 pesos, nosotros les damos lo que pidan, aquí no andamos de que no les podemos vender por poco, pues lo que el cliente pida eso le damos.
Don Alvaro
Albañiles, carpinteros y otros trabajadores, que entre las 7:00 y 8:00 de la mañana pasan cerca de su puesto, no dudan en comprar chicharrones para desayunar o comer al medio día.
Pero no sólo chicharrones es lo que vende en su puesto, ya que hay otros productos que elabora y que de igual manera ofrece a sus clientes.
Y es que tras el lento movimiento de la “pella” en trozos, emana la manteca, que es muy demandada por los diferentes sectores productivos de la localidad.
La compran los tamaleros, los de las tiendas y luego los frijoleros también me la piden, pues es muy buena para la elaboración de los guisos que preparan y luego embolsan.
Don Alvaro
El kilo de manteca, precisa, lo vende a 30 pesos, no obstante que hay establecimientos comerciales que lo expenden a la población 10 pesos más caro.
Nomás falta la tortilla
Otro de los productos que gustan mucho sus clientes son los “asientos”, que son los residuos de los chicharrones, que quedan en el cazo una vez que estos son extraídos.
En otros lugares los conocen como “zurrapas”, los cuales son muy solicitados por los taqueros, ya que son esenciales para la elaboración de vampiros, gorditas y hasta quesadillas.
Hasta su puesto llegan las personas con tortillas, a las que untan los asientos para enseguida comerlos en tacos, sin faltar un refresco, que adquieren en la tienda de conveniencia que se halla a escasos metros de su puesto.
Por 15 pesos, aseveró, los clientes pueden llevarse un cuarto de dichos residuos, que son suficientes para “amortiguar” el hambre que se pueda presentar a cualquier hora del día.
Mientras tenga fuerzas
Don Álvaro dice que muchas personas de su edad prefieren quedarse en sus casas a descansar, pero él no piensa así, no le gusta estar quieto, ya que puede “echarse a perder”.
Asegura que mientras pueda continuará con la elaboración de los chicharrones ahí en la vía, donde ya tiene su clientela. Después de 5 horas, recoge su puesto para regresar a su hogar y prepararse para otra jornada de sabor, a la que muchos llaman “manjar de dioses”.
DATOS
60 años de edad tiene don Álvaro
3 días a la semana vende chicharrones en Prados del Sol: martes, jueves y sábado.
100 kilos de “pella” compra a la semana como mínimo.
4:00 de la mañana, es la hora en la que se levanta para irse a trabajar.
2 horas es el tiempo que duran los chicharrones en quedar listos para comerse.
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