Mazatlán, Sin.- Julio Antonio Berdegué Sacristán es hijo del finado empresario hotelero español Julio Berdegué Aznar, quien llegó a México huyendo de la Guerra Civil española, en 1936.
Su padre, integrante de la camada los “niños de Morelia”, los pequeños exiliados españoles que asiló el Presidente Lázaro Cárdenas del Río, formó un imperio turístico en Mazatlán en la década de los 70, con la edificación de la cadena de hoteles El Cid Castilla y el Moro Tower, así como el fraccionamiento El Cid, de alta gama en el noroeste del País, y más recientemente la Marina El Cid.
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Este emporio turístico en la costa mazatleca no se puede entender sin la reforma constitucional del Artículo 27 durante el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, pues a partir de la modificación de esta norma constitucional se permitió a los ejidatarios vender sus parcelas, que en el ejido El Venadillo Berdegué Aznar logró adquirir para construir hotel Marina El Cid.
En los inicios de la década de los 90, Mazatlán apenas entraba en la modernidad turística, así que era cuestión de tiempo que a la par de ese desarrollo, el uso de suelo de las tierras costeras dejara de ser un obstáculo.
De esta manera la administración salinista y su aliado en la Cámara de diputados federal, el PAN, orquestaron un madruguete legislativo a los idearios de la Revolución Mexicana, o si se prefiere del zapatismo: la tierra es de quien la trabaja.
Al cambiar el Artículo 27 y permitir que los ejidatarios pudieran vender sus parcelas, empresarios como Berdegué Aznar levantaron la mano y ofrecieron precios de miseria por hectárea de estos terrenos ejidales.
Pero la justificación de este esquema de desarrollo fue la creación de empleos en el puerto.
Sin embargo, una de las primeras víctimas de este modus operandi turístico fue el derribamiento del antiguo puente que conectaba la Zona Dorada de Mazatlán con Cerritos, un puente colgante que tenía un vista impresionante desde ambos extremos, y que fue sustituido por los actuales, el Marina 1 y Marina 2.
En pocos años la familia Berdegué se hizo con más terrenos en la zona de la Marina ahora que ya no había impedimento jurídico para ello.
El apellido Berdegué es un referente en el puerto, ligado con causas filantrópicas, pero principalmente con el desarrollo turístico.
Para nadie es un secreto que los Berdegué mantienen un fuerte lazo con el cardenismo, y recientemente, con el obradorismo, al grado de que durante las giras presidenciales de Andrés Manuel López Obrador, el Mandatario nacional pernocta ahí.
Julio, un camino distinto
Pero el primogénito de la familia Berdegué Sacristán parece haber elegido un camino distinto a la actividad turística empresarial.
Así, Julio Antonio llega a una área de la política pública social que en este sexenio ha enfrentado escándalos como el de Seguridad Alimentaria de México (Segalmex), donde se descubrió un acto de corrupción de más 9 mil millones de pesos.
Para Berdegué Sacristán el campo es el detonante del desarrollo económico de un país, así como contar con el suficiente recurso hídrico que soporte toda la producción agrícola nacional.
Su formación está ligada al campo, a la academia y a la tecnificación de los procesos agrícolas.
Integrado al equipo de la entonces candidata de Morena a la Presidencia de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, fue nombrado como coordinador de soberanía alimentaria de los Diálogos por la Transformación.
Para Berdegué Sacristán, la frase “Sin maíz no hay país” refleja el compromiso que debe tener cada nación para reducir la desigualdad social en el campo, principalmente.
Incluso, en los foros por la Transformación planteó un capítulo para los migrantes nacionales y extranjeros.
De ellos dijo que para evitar que migren, se deben crear las condiciones óptimas en el campo mexicano que les dé certeza laboral, como jornadas justas de trabajo y seguridad social, oportunidad de empleo y acceso a la educación para sus hijos.