Mazatlán, Sin.- Los alrededores del área de Urgencias del Hospital General 3 del IMSS en Mazatlán se han convertido en una zona de refugio de tragedias, pues no solo los pacientes “viven las de Jesús” por sus propios padecimientos, sino también sus familiares.
Y mientras llega un servicio médico similar al de Dinamarca, la realidad desnuda su rostro siniestro.
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Así, decenas de personas enfrentan las temperaturas de la madrugada al dormir a la intemperie, mientras llegan noticias de sus familiares que esperan por camas en piso para ser atendidos.
Los relatos de cansancio, hambre y miedo se multiplican entre quienes no tienen otra opción que permanecer en el exterior del hospital.
Grecia Juárez lleva cuatro días esperando a que su hermana sea trasladada a una cama en piso.
Ella ingresó con síntomas graves de una afección cardiaca, pero la saturación del hospital ha impedido su atención adecuada.
Ella ingresó con una cortada que se complicó debido a su diabetes.
"Es una tortura estar aquí afuera sin saber nada, no nos dejan pasar a verlos y los tienen días en urgencias porque no se dan abasto, uno está con el pendiente y la mortificación," explica.
Las noches para los familiares son especialmente difíciles.
Sin poder ingresar al hospital, se ven obligados a pasar las horas en la calle, enfrentando el frío nocturno y el calor sofocante del día.
"En las noches hace mucho frío y en el día el calor es insoportable. No podemos ni siquiera dormir bien por miedo a que nos asalten o pase algo”, relata Juan Pérez, quien ha pasado ya dos noches durmiendo en una banca improvisada junto a otros familiares.
El temor a ser víctimas de la delincuencia es constante.
La falta de seguridad adecuada en los alrededores del hospital obliga a muchos a mantenerse despiertos, vigilando sus pertenencias y la seguridad de sus compañeros de espera.
La vigilancia insuficiente incrementa el estrés y la fatiga de quienes ya están desgastados emocionalmente.
El hambre es otra batalla que deben librar. Con recursos limitados, los familiares se ven obligados a comprar alimentos en las tiendas de conveniencia cercanas, a menudo insuficientes y poco nutritivos.
Carmen Rivera, madre de un joven hospitalizado tras un accidente de tráfico, cuenta su experiencia.
"Aguantamos hambre porque no queremos dejar solos a nuestros familiares, y lo que venden aquí cerca no es muy barata, aparte que de plano no es muy buena que digamos, y no tenemos dinero para andar gastando en cosas así, nos traemos lonche, pero no es suficiente para nosotros, porque en veces estamos toda la noche", añadió.
Las historias de sacrificio y resistencia son comunes entre quienes esperan a las fueras del hospital.
Durante días y noches enfrentan la incertidumbre y la desesperación, a la esperan de recibir noticias alentadoras sobre sus seres queridos.
"Es muy difícil estar aquí y no saber nada, es cansado, físicamente y mentalmente, uno se oxida al estar esperando noticias, o que suban a nuestros familiares a piso, es cansado", añadió.