/ lunes 30 de enero de 2023

Historias del Buñigas, el arroyo favorito de los escuinapenses

Jesús M. Crespo relata las vivencias de los escuinapenses en el arroyo que atraviesa por el municipio

Escuinapa, Sin.- Poco se sabe del porqué de su nombre, pero las historias y recuerdos alrededor del arroyo Buñigas en Escuinapa son muchas, ya que se trata de un cuerpo de agua que parte en dos a la cabecera municipal y que en la época de lluvia se convierte en un deleite para chicos y grandes.

Jesús M. Crespo, mejor conocido como "Pili, El Peluquero", en el libro "Memorias Escuinapenses" dejó plasmadas las vivencias que tuvo de niño cuando disfrutaba de “las crecientes del Buñigas", título de su relato que a continuación se narra.

También te puede interesar: La desafortunada aventura de Isidore Lowenstern, el austriaco que pasó por Escuinapa

El Buñigas es el nombre del arroyo de mi pueblo, desconozco el origen de su nombre, ¿será que en su crecer arrastraba consigo ese elemento (excremento de vaca)? ¡No lo sé! Ahora, oficialmente se le conoce como Arroyo Escuinapa, pero nadie lo llama así.

Su nacimiento es allá en la sierra, teniendo como su cauce, por el lado sur a las viejas calles del pueblo, al norte, por el otro margen, las colonias de Pueblo Nuevo, Francisco I. Madero, Insurgentes, El Roblito (antes Tepetates); el Buñigas desemboca sus aguas en las marismas, arrastrando en su caudal elementos que benefician al desarrollo de la fauna marina de la región.

Recuerdo, en mi niñez, la llegada del caluroso verano y la esperada temporada de lluvias, esas intensas lluvias que provocaban el fenómeno natural esperado por todos nosotros.

Cuando "la crecida" llegaba en la madrugada, a lo lejos se escuchaba el sonido de un cuerno (artefacto utilizado por nuestros ancestros para comunicarse entre sí), más abajo en Pueblo Nuevo se dejaba escuchar el sonido de otro cuerno, era el de Lencho Ramos alertando a la gente que se asentaba a orillas del arroyo, incluso hubo una persona que hasta sembró guayabas, siendo conocido por el apodo de "el Guayabitas", otro hizo su parcela y sembró maíz.

Pero, una de las cosas que sacaba lo mejor de los escuinapenses al aumentar el caudal del Buñigas era la solidaridad de la gente de los alrededores, ahí entraba en juego eso: ayudando a sacar las pertenencias de los afectados, buscando lugares más altos para depositarlas.

Aquí en mi barrio (calle Reforma) las ponían en las banquetas, era todo un acontecimiento ver la crecida del Buñigas: hombres, mujeres y niños disfrutando de este espectáculo natural, saludando de orilla a orilla con gritos a alguien conocido. ¡Qué gran espectáculo ver al Buñigas en toda su majestuosidad!.

Por la modernización desapareció el mítico arroyo Buñigas. Foto: Jesús López | El Sol de Mazatlán


Los peligros

A pesar del peligro que representaba cruzar el arroyo, yo vi a la Oly, conocida vecina de este barrio de la calle Reforma, cruzando cual sirena, a nado libre, sorteando el peligro que representaban los troncos de los árboles que arrastraba la tremenda corriente y ¿saben por qué? ¡Por ir al carbón con "los Canales" Así les decían a los que vendían carbón al otro lado del arroyo. Existen varios testigos de esa odisea por si no se lo creen a la propia Oly que me dijo "¡Que me pregunten!".

Cuando bajaba el nivel del agua, por el lado de con Trini Ibarra, los vecinos ponían unas vigas de palma para que la gente de Pueblo Nuevo pudiera pasar: mujeres al mandado, los hombres a su trabajo, era todo un prodigio ver a tanta gente de Pueblo Nuevo cruzar sobre aquellas vigas, haciendo gala de un gran equilibrio.

Cuando de aquel caudal poderoso quedaba un manso arroyito, se convertía en la delicia de la chiquillada que disfrutaba de refrescantes baños en las partes bajas del arroyo, porque también había partes más profundas como en el paredón del ciruelar de don Salvador Crespo, ¡qué clavados se ejecutaban en ese lugar, dignos hasta de competencias deportivas, qué gritería, qué felicidad, hasta se olvidaba uno de comer!

Las grandes piedras, que las fuertes corrientes del arroyo bajaban de lo alto de la sierra, servían de lavaderos a las mujeres. Era muy común ver en toda la orilla del arroyo, mujeres lavando su ropa, los niños pequeños gozando del refrescante baño, todo en sano esparcimiento.

Cuando el arroyo se secaba un poco más, y solo quedaba una pequeña corriente, había grandes extensiones de grava y arena. Entre la gente de Pueblo Nuevo y la de estos barrios de la orilla, hacían los pozos del agua, lugar donde se abastecían del vital líquido, ya que en ésa época se carecía de ese servicio. Algunos pozos eran profundos, pero hasta escalones les hacían.

Todo eso gracias al ingenio de la misma gente, ya que entre todos los hacían y el lugar se miraba pintoresco, pues se veía bajar de Pueblo Nuevo personas de todas las edades, algunas con su cantarito en la cabeza, otras traían cubetas, había quien traía su burrito con sus cántaros, otros con su palanca en el hombro y sus dos cubetas, ¡qué tiempos aquellos, qué tiempos!

Todo cambió

Pero el tiempo pasó y hoy en día ha cambiado el entorno natural del lugar, se acabó ese coloso de la naturaleza, cayó ese Goliat bajo el embate de la honda de la modernidad; de aquel impetuoso arroyo sólo queda una inofensiva corriente en un canal.

Su orilla de donde tantas veces echó fuera a los intrusos que se atrevían a asentarse en sus dominios, es ahora una rúa de mucho tráfico, es el Malecón Siglo XXI o avenida perimetral.

Aquella viga de palma por donde cruzaba la gente de Pueblo Nuevo para venir al Centro, se convirtió en un puente peatonal; donde termina la calle Occidental se construyó otro puente, que comunica a la Loma de las Cruces Cuatas, colonia que es una ampliación de la colonia Pueblo Nuevo.

Por la calle Independencia se construyó otro puente más con su larga avenida que llega hasta la cima de la loma, donde se encuentra la escuela Antonio Rosales; por la calle Veracruz otro puente, que comunica a la colonia Francisco I. Madero, y otros dos puentes peatonales más, uno por el callejón La Paz y el otro por el barrio de Paredones.

Hoy al ver el arroyo Buñigas casi seco, canalizado, llega a mí la nostalgia. Se acabaron aquellas crecientes, tan esperadas por todos nosotros. Todo eso se acabó, todo fue en pro de la modernización.

Para saber

El escrito “Las crecientes del Buñigas", de Jesús M. Crespo, está plasmado en el libro "Memorias Escuinapenses".

Escuinapa, Sin.- Poco se sabe del porqué de su nombre, pero las historias y recuerdos alrededor del arroyo Buñigas en Escuinapa son muchas, ya que se trata de un cuerpo de agua que parte en dos a la cabecera municipal y que en la época de lluvia se convierte en un deleite para chicos y grandes.

Jesús M. Crespo, mejor conocido como "Pili, El Peluquero", en el libro "Memorias Escuinapenses" dejó plasmadas las vivencias que tuvo de niño cuando disfrutaba de “las crecientes del Buñigas", título de su relato que a continuación se narra.

También te puede interesar: La desafortunada aventura de Isidore Lowenstern, el austriaco que pasó por Escuinapa

El Buñigas es el nombre del arroyo de mi pueblo, desconozco el origen de su nombre, ¿será que en su crecer arrastraba consigo ese elemento (excremento de vaca)? ¡No lo sé! Ahora, oficialmente se le conoce como Arroyo Escuinapa, pero nadie lo llama así.

Su nacimiento es allá en la sierra, teniendo como su cauce, por el lado sur a las viejas calles del pueblo, al norte, por el otro margen, las colonias de Pueblo Nuevo, Francisco I. Madero, Insurgentes, El Roblito (antes Tepetates); el Buñigas desemboca sus aguas en las marismas, arrastrando en su caudal elementos que benefician al desarrollo de la fauna marina de la región.

Recuerdo, en mi niñez, la llegada del caluroso verano y la esperada temporada de lluvias, esas intensas lluvias que provocaban el fenómeno natural esperado por todos nosotros.

Cuando "la crecida" llegaba en la madrugada, a lo lejos se escuchaba el sonido de un cuerno (artefacto utilizado por nuestros ancestros para comunicarse entre sí), más abajo en Pueblo Nuevo se dejaba escuchar el sonido de otro cuerno, era el de Lencho Ramos alertando a la gente que se asentaba a orillas del arroyo, incluso hubo una persona que hasta sembró guayabas, siendo conocido por el apodo de "el Guayabitas", otro hizo su parcela y sembró maíz.

Pero, una de las cosas que sacaba lo mejor de los escuinapenses al aumentar el caudal del Buñigas era la solidaridad de la gente de los alrededores, ahí entraba en juego eso: ayudando a sacar las pertenencias de los afectados, buscando lugares más altos para depositarlas.

Aquí en mi barrio (calle Reforma) las ponían en las banquetas, era todo un acontecimiento ver la crecida del Buñigas: hombres, mujeres y niños disfrutando de este espectáculo natural, saludando de orilla a orilla con gritos a alguien conocido. ¡Qué gran espectáculo ver al Buñigas en toda su majestuosidad!.

Por la modernización desapareció el mítico arroyo Buñigas. Foto: Jesús López | El Sol de Mazatlán


Los peligros

A pesar del peligro que representaba cruzar el arroyo, yo vi a la Oly, conocida vecina de este barrio de la calle Reforma, cruzando cual sirena, a nado libre, sorteando el peligro que representaban los troncos de los árboles que arrastraba la tremenda corriente y ¿saben por qué? ¡Por ir al carbón con "los Canales" Así les decían a los que vendían carbón al otro lado del arroyo. Existen varios testigos de esa odisea por si no se lo creen a la propia Oly que me dijo "¡Que me pregunten!".

Cuando bajaba el nivel del agua, por el lado de con Trini Ibarra, los vecinos ponían unas vigas de palma para que la gente de Pueblo Nuevo pudiera pasar: mujeres al mandado, los hombres a su trabajo, era todo un prodigio ver a tanta gente de Pueblo Nuevo cruzar sobre aquellas vigas, haciendo gala de un gran equilibrio.

Cuando de aquel caudal poderoso quedaba un manso arroyito, se convertía en la delicia de la chiquillada que disfrutaba de refrescantes baños en las partes bajas del arroyo, porque también había partes más profundas como en el paredón del ciruelar de don Salvador Crespo, ¡qué clavados se ejecutaban en ese lugar, dignos hasta de competencias deportivas, qué gritería, qué felicidad, hasta se olvidaba uno de comer!

Las grandes piedras, que las fuertes corrientes del arroyo bajaban de lo alto de la sierra, servían de lavaderos a las mujeres. Era muy común ver en toda la orilla del arroyo, mujeres lavando su ropa, los niños pequeños gozando del refrescante baño, todo en sano esparcimiento.

Cuando el arroyo se secaba un poco más, y solo quedaba una pequeña corriente, había grandes extensiones de grava y arena. Entre la gente de Pueblo Nuevo y la de estos barrios de la orilla, hacían los pozos del agua, lugar donde se abastecían del vital líquido, ya que en ésa época se carecía de ese servicio. Algunos pozos eran profundos, pero hasta escalones les hacían.

Todo eso gracias al ingenio de la misma gente, ya que entre todos los hacían y el lugar se miraba pintoresco, pues se veía bajar de Pueblo Nuevo personas de todas las edades, algunas con su cantarito en la cabeza, otras traían cubetas, había quien traía su burrito con sus cántaros, otros con su palanca en el hombro y sus dos cubetas, ¡qué tiempos aquellos, qué tiempos!

Todo cambió

Pero el tiempo pasó y hoy en día ha cambiado el entorno natural del lugar, se acabó ese coloso de la naturaleza, cayó ese Goliat bajo el embate de la honda de la modernidad; de aquel impetuoso arroyo sólo queda una inofensiva corriente en un canal.

Su orilla de donde tantas veces echó fuera a los intrusos que se atrevían a asentarse en sus dominios, es ahora una rúa de mucho tráfico, es el Malecón Siglo XXI o avenida perimetral.

Aquella viga de palma por donde cruzaba la gente de Pueblo Nuevo para venir al Centro, se convirtió en un puente peatonal; donde termina la calle Occidental se construyó otro puente, que comunica a la Loma de las Cruces Cuatas, colonia que es una ampliación de la colonia Pueblo Nuevo.

Por la calle Independencia se construyó otro puente más con su larga avenida que llega hasta la cima de la loma, donde se encuentra la escuela Antonio Rosales; por la calle Veracruz otro puente, que comunica a la colonia Francisco I. Madero, y otros dos puentes peatonales más, uno por el callejón La Paz y el otro por el barrio de Paredones.

Hoy al ver el arroyo Buñigas casi seco, canalizado, llega a mí la nostalgia. Se acabaron aquellas crecientes, tan esperadas por todos nosotros. Todo eso se acabó, todo fue en pro de la modernización.

Para saber

El escrito “Las crecientes del Buñigas", de Jesús M. Crespo, está plasmado en el libro "Memorias Escuinapenses".

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