Rosario, Sin.- El tener más de tres décadas recorriendo las calles y callejones del pueblo mágico de Rosario, a través de la venta de cacahuates, le ha servido para ganarse el cariño y respeto de la gente.
Pocos saben el nombre de don Aurelio López Hernández, ya que desde siempre se le ha llamado “El cahuatero”, mote que surge de su labor diaria.
“El cahuatero” como prefiere que le llamen, ya que entre bromas dice que ya hasta su nombre real se le olvida de vez en cuando, es un hombre de 73 años de edad, quien la mayor parte de su vida se la ha pasado caminando las calles del Rosario con su costal lleno de cacahuates en la espalda, tratando de ganarse la vida.
Relata que fue hace casi 40 años cuando por consejo de su padre buscó emprender un pequeño negocio para dejar el duro trabajo del campo; fue ahí cuando optó por buscarle por la venta de cacahuates, lo cual no requería de mucho recurso económico para emprenderlo.
El primer costal de cacahuates que vendí me lo regaló mi apá, él me ayudó, yo solamente me encargué de tostarlo.
López Hernández
Fue desde entonces que todos los días sale de su casa en Matatán, con rumbo a la cabecera de Rosario, a trabajar y además para distraerse un poco.
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“No hay día que no venga a trabajar, de los cacahuates salió para hacer crecer a mis hijos, si un día dejaba de trabajar, a lo mejor para otro día no iba a ver nada en la mesa para comer, así que había que chingarle duro”.
Aunque los años ya le han cobrado factura en temas de salud, “El cahuatero” se niega a dejar de realizar su trabajo, el cual ya lo hace más por costumbre que por otra cosa.
“En días pasados me empezó a fallar la vista, ahí le batallaba para venir a trabajar, ahí mis hijos no querían que trabajara ya, pero si me quedo sin hacer nada, me voy más pronto, ahorita gracias a Dios ya me operé un ojo, ya miro mejor y me vengo a trabajar”.
Dice que además de ganarse un peso, le es grato ver cómo es que la gente le “hecha” el grito, si no le compran, al menos para saludarlo cuando va por las calles.
Son alrededor de 25 kilos de cacahuates los que vende diario, los cuales los carga en su espalda, pero dice que por el tiempo que lleva haciéndolo, “ya ni se siente”.
Como toda una persona acostumbrada a ganarse la vida, dice que mientras los pies lo puedan, él va seguir con la venta de sus cacahuates y seguirá caminando por las calles de su Rosario, como él llama a su tierra.
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