Historias el Sur: Los recuerdos de un panteonero

En una ocasión, a don Manuel le tocó ver y hablar con el espíritu de dos difuntos

Jesús López | El Sol de Mazatlán

  · sábado 30 de octubre de 2021

Don Manuel tiene ya 13 años como panteonero en Escuinapa. Foto: Jesús López | El Sol de Mazatlán

Escuinapa, Sin.- Durante los últimos 13 años de su vida, todos los días don Manuel Vázquez Rojas ha convivido con los muertitos que descansan en el panteón municipal “Benito Juárez”. Él es el panteonero municipal y ha sido testigo de sucesos que para muchos pueden parecer irreales o fantasiosos.

Todos los días, en punto de las 7:00 de la mañana, don Manuel llega al campo santo para abrir sus puertas y pueda ser visitado por quienes en vida fueron familiares y amigos de quienes ya descansan en ese lugar.

Caminar entre tumbas para él ya es algo normal, tanto que ya conoce a todas y cada una de las familias que acuden a visitar a sus difuntos.

Ya en este tiempo que tengo aquí trabajando, me ha permitido conocer a todas las familias, hay familias que acostumbran a venir cada semana a visitar a sus muertos, otras cada mes y algunas solamente en ocasiones especiales y hay otras tumbas que de plano no son visitadas en todo el año”, recuerda.

Ver una sombra correr, escuchar ruidos extraños en el interior de las tumbas y hasta llantos de personas, es algo normal, que ya no le provoca ningún temor.

Ya estoy acostumbrado a eso, cuando ando dando los recorridos, hay veces que veo pasar sombras, hasta gente llorar me ha tocado escuchar y cuando me acerco a donde se escucha el llanto no hay nadie, pero pues ya eso para mí es algo normal, me pregunta la gente que si no me provoca temor, y la verdad no”.

Foto: Jesús López | El Sol de Mazatlán

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La única ocasión en que sí se le puso la piel chinita y hasta sintió escalofríos fue hace algunos años, cuando asegura haber visto y platicado con el espíritu de dos mujeres que tenían ya muchos años de haber fallecido y que se encuentran sepultadas en ese panteón.

Relata que él tenía pocos años de haber iniciado a trabajar como panteonero y estaba en las vísperas de la celebración del Día de Muertos.

Faltaban uno o dos días para que se celebrara el Día de Muertos, eran por ahí de las 3:00 de la tarde, yo estaba sentado ahí en el descanso, agarrando un poco de sombra, el día estaba bastante caluroso”.

Después de estar sentando un rato, dice que vio venir a dos mujeres de edad avanzada, vestidas de negro con un vestido largo y perfumadas.

Foto: Jesús López | El Sol de Mazatlán

Desde que las miré venir se me hicieron algo extrañas, porque su manera de vestir era de una forma en que las mujeres se vestían hace muchos años, es más, yo recuerdo que era el tipo de vestimenta que utilizaba la gente cuando iba a velorios o algo así, luego el olor del perfume que traían se me hizo algo raro, era un olor escandaloso, pero suave”.

Al pasar por el frente de donde don Manuel se encontraba, las mujeres le dieron el saludo y las buenas tardes.

Me dieron el saludo y se siguieron de frente y ya miré que se pararon junto a una tumba que está ahí cerca de la entrada. Sentía el ambiente algo extraño, no me quedé a gusto y me acerqué a ellas, les cuestioné sí necesitaban algo o si les podía ayudar en algo”.

La respuesta que las mujeres le dieron no fue nada normal.

Foto: Jesús López | El Sol de Mazatlán

Me dijeron que no me preocupara, que ellas estaban bien, que ellas ahí estaban, que por eso habían ido, pues sí, ahí estaban, pero sepultadas, en ese momento no lo capté”.

Después de un rato, las mujeres salieron por la puerta principal del panteón y de un momento a otro dice haberlas perdido de vista.

Salí y les pregunté a unas personas que estaban ahí afuera que sí habían visto pasar a las dos mujeres, pero me dijeron que por ahí no había pasado nadie, ahí sí ya me empezó a dar miedito”.

Más tarde vio llegar a la familia que es propietaria de esa tumba, por lo que decidió acercarse con ellos.

Yo sabía qué familia es la que visita esa tumba, cuando los miro llegar, luego fui para con ellos y les comenté que más temprano habían ido dos mujeres a esa tumba, cuando les dije cómo eran las mujeres, se sorprendieron y me dijeron que era algo de no creerse, porque las mujeres que yo les había dicho, eran la mamá y la abuela de ellos, quienes tenían años de haber sido sepultadas. “Ahí sí la piel se me enchinó y empecé a sudar helado.

Esa ha sido la única ocasión en la que le ha tocado vivir una experiencia similar. Y aunque recorre sin temor las lápidas, siempre está muy pendiente a los ruidos o visitantes extraños.




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