La habitación 402 del edificio de condominios Miramar, ubicado por el Malecón de Mazatlán, fue el último refugio al que acudió Joaquín “El Chapo” Guzmán aquella madrugada del 22 de febrero de 2014, cuando era acompañado por sus hijas gemelas y por su esposa Emma Coronel Aispuro.
Desde entonces, fue el edificio más retratado de la Avenida del Mar, en donde a más de 9 años del suceso, todavía sigue bajo el interés de decenas de turistas que posan con el inmueble color crema a sus espaldas. Hoy en día, la Unidad de Inteligencia Financiera, junto con el gobierno estadounidense, investigan si los recursos de esta empresa, tienen relación con el crimen organizado.
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De acuerdo con un juicio de amparo, la UIF bloqueó el año pasado las cuentas bancarias de los condominios, para detectar transacciones o dinero relacionado con el lavado de dinero, situación que no se ha comprobado.
El expediente 438/2023, promovido ante el Juez Primero de Distrito, señala que la empresa Administración Miramar Condominios Asociación Civil, presentó como acto reclamado lo siguiente: “La orden verbal o escrita para bloquear, cancelar, suspender o revocar la totalidad de las cuentas bancarias, así como el impedimento de disponer de los recursos que existen en dichas cuentas.”
En junio pasado, el juez le concedió una suspensión definitiva contra los actos de la UIF, aunque todavía falta por resolver el fondo del amparo, por lo que el litigio de mantiene activo en los tribunales, cada una de las partes involucradas, como la Comisión Nacional Bancaria, la Procuraduría Fiscal de Amparos y la misma Unidad dirigida por el morenista Pablo Gómez, se encuentra en la etapa de aportación de documentos, con la finalidad de que el juez federal analice el caso.
Alcance internacional
Dentro de los autos del juicio, la UIF indicó que los documentos que se enviaron al juez federal son copias íntegras e inalterables del original, por lo que la dirección de procesos legales de la Unidad, pidió que, una vez que concluya el expediente, tienen que ser devueltas.
Lo anterior debido a que la “prueba documental que ofrece, refiere que contiene información confidencial y se solicita sea manejada como reservada.”
Esto para “que no se vea mermada la efectividad de las medidas adoptadas en relación a las políticas de prevención del delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita, ni la integridad de las investigaciones que se realicen en el orden internacional.”
Sin embargo, debido a esta secrecía, en la información disponible en la Judicatura Federal, no fue posible encontrar los nombres de los propietarios, pero en todo momento el juez se refiere como a “los quejosos”.
Una atracción turística
Esta es la primera vez que se relaciona a los condominios ubicados en el número 608 de la Avenida del Mar, frente a ese espumoso mar mazatleco, con presuntas actividades irregulares.
Según la versión de las autoridades en aquel momento, “El Chapo” en realidad no era propietario del condominio, sino que había rentado en 40 mil pesos la noche el marcado con el número 404, del cuarto piso.
Ahí se hospedó con Emma, sus hijas, la cocinera y la niñera, ya que Coronel siempre cargaba con ellas. Guzmán Loera había salido huyendo el 17 de febrero de una casa de seguridad ubicada en la colonia Guadalupe, por la calle Río Mocorito, escapando por un pasadizo oculto debajo de la bañera principal.
Tras varios kilómetros de arrastrarse por el drenaje pluvial que desemboca en el canal Recursos Hidráulicos, a un lado de la estación del tren, Joaquín consiguió instalarse en Mazatlán. Empleados del edificio contarían que llegó en una silla de ruedas, simulando ser una persona de la tercera edad para pasar desapercibido.
Agentes de la DEA contaron que lograron ubicar el refugio del “Chapo” y aquella madrugada del 22 de febrero, rodearon la propiedad, y desde un helicóptero bajaron a rapel tanto infantes navales como elementos estadounidenses antidrogas. El agente Andrew Hogan publicó un libro con dos fotos clave, en una el capo está sentado en la sala del condominio con el rostro vendado y en la otra aparecen sonrientes en la banqueta de Miramar.
“¿Qué pasa, Chapo?”, fue lo que Hogan le preguntó al tener al capo frente a sus ojos. Hoy ese edificio que se convirtió en un atractivo turístico para curiosos de la narcohistoria, es investigado por presunto lavado de dinero.