Mazatlán, Sin.- Con 81 años de edad, Sor Inés asegura que ella no ha vivido en vano, por el contrario, refiere que a sus 65 años de servicio a Dios, 13 de los cuales fue misionera en el Congo, África, y 7 en Italia como consejera y encargada de las misiones en el extranjero por parte de su congregación, le queda la gran satisfacción de saber que todo lo que ha hecho por el prójimo se lo ha hecho a Dios, y eso la hace muy feliz.
Ahora aconseja a quienes sienten ese mismo llamado de servir a Dios desde su juventud que vale la pena darle a Dios la vida porque en él todo trae recompensa, a pesar de las dificultades, necesidades y pruebas que esto implica.
“Fíjese que cuando Dios llama, uno no lo puede explicar, es como cuando un joven se enamora de una muchacha no sabe por qué, pero le gustó y la escogió, o ella a él, así es el llamado, Dios llama y uno no sabe por qué ni cuándo, lo único que uno siente es que hay que darle una respuesta a ese llamado”, expresó.
Su nombre secular es Inés Quintana Gómez, ella tenía 15 años cuando recibió el llamado de parte de Dios para servir al prójimo, y no le importó dejar familia, amigos y comodidades.
Es originaria de Chihuahua y tiene 65 años de religiosa en la congregación de las Hermanas Siervas de los Pobres, fundada en Palermo, Italia, en 1880, pero con comunidades en diferentes partes del mundo.
“Yo estaba en la Ciudad de México en una obra que tenemos allá y me transfirieron aquí, al Asilo de Ancianos La Inmaculada, de Mazatlán, y vine con mucho gusto, no es la primera vez que vengo, acabo de cumplir tres meses aquí, pero ya había estado antes en dos ocasiones sirviendo a los abuelos”, apuntó.
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La primera vez que vino a Mazatlán, estuvo por dos años asistiendo el asilo La Inmaculada, en una segunda ocasión lo hizo por seis meses y en el presente acaba de cumplir tres meses de estancia y servicio.
Quintana Gómez es maestra, profesión que le ha servido para apoyar en escuelas durante muchos años en las comunidades que atiende la congregación Siervas de los Pobres, ya sea en México, en África o Italia, y aunque en la actualidad asiste a los abuelos en Mazatlán, sigue en contacto con muchos de sus ex alumnos.
En África apoyó en diversas actividades de servicio y formación, pues en la comunidad del Congo donde radicó por 13 años, había áreas de maternidad, dispensario, orfanatorio para niños y asilo para ancianos sin familiares.
RESPETO A LOS ANCIANOS
De su experiencia en el continente africano, Sor Inés recuerda al pueblo congoleño como muy acogedor, alegre y respetuoso de los ancianos, donde aprendió sobre todo a respetar a los demás, principalmente al necesitado.
“Son personas que respetan mucho al otro, a la persona. Yo aprendí a respetar mucho a quienes me rodean; por ejemplo, cuando una persona llega a una casa, lo primero que nosotros decimos es ‘Buenas tardes, qué desea’, allá no, es ‘Buenas tardes’, pero hay que sentarlo, hay que ofrecerle un vaso con agua y cuando la persona quiera va a empezar a decirme a qué va, esperar a que la persona diga cuál es el motivo de su visita, así se acostumbra allá”.
Y concluye que el trato que una sociedad le da a los ancianos, habla mucho de su cultura, de ahí que México tiene mucho que aprender de esos usos y costumbres.
Aclara que allá, los ancianos que se encuentran en los asilos no es porque no los quieran en sus casas o que no los pueda atender la familia, sino son aquellos que se quedaron sin familia por no haber podido engendrar hijos.
Lamenta que aquí en México, los mismos familiares sean los que a veces llevan a los ancianos y los abandonan a la buena de Dios, en las puertas de los asilos, sin previo aviso y a la intemperie.
“En el África los adultos mayores son muy respetados, porque hasta hace poco tiempo ellos tuvieron la tradición oral, entonces a los niños y jóvenes les gusta escuchar a los viejos porque les cuentan la historia, usos de la familia, cosas que tienen en sus culturas, y así las generaciones nuevas van creciendo con esas experiencias que les legan los adultos”.
Comenta que hay una necesidad urgente en el mundo, ya que la población está envejeciendo, donde cada vez es menos la juventud y más las personas de la tercera edad, mientras que los recursos para cubrir las funciones de vejez o de retiro, disminuyen.
“Nuestro país no es ajeno a ese problema, ya se nos está presentando aquí en México, los adultos mayores somos más, porque yo me sumo a ese rango de personas, y naturalmente las necesidades que se presentan van aumentando”, indicó.
Señaló que cada vez son más las familias que tienen adultos mayores que no pueden atender por diversas razones, entre ellas el trabajo y el aspecto económico, y los dejan solos en las casas con los riesgos de sufrir algún accidente, la complicación de una enfermedad o que se salgan a la calle y perderse.
“Otro problema son las habitaciones reducidas y pequeñas, ya no hay lugar o no se le quiere dar lugar al adulto mayor, en muchas ocasiones estorba, no se le toma en cuenta, pasa desapercibido los días enteros, silenciosos, sin hablar con alguien, sin que nadie se acuerde de darle un vaso con agua, o que no hay quien lo haga”.
¿QUÉ HACER?
Sor Inés asegura que a esta situación hay que hacerle frente no solo como sociedad, sino también en lo familiar y en lo individual, que el tiempo es corto y requiere de diligencia y de acciones.
“Tenemos que ir pensando en crear estructuras que pueda acoger a esas personas tan valiosas que guardan en su corazón y en su mente, a veces ya un poco oscurecidas por las enfermedades o por la edad, guardan una biblioteca de conocimiento, de experiencia y de vida, que se nos puede escapar de las manos en cualquier momento, tenemos que recuperar el valor de escuchar al anciano cuando tengamos tiempo, de darle un momento de nuestro tiempo a él”.
Hay que recuperar, agregó, la historia oral de las personas mayores, que ese legado se transmita a las nuevas generaciones y no se pierda ante la falta de atención hacia ellos.
Comentó que en el asilo de ancianos, las religiosas y el personal que labora ahí busca darle esa atención a los inquilinos, escuchando sus historias, jugando con ellos, mostrándoles cariño y amor; sin embargo, se requiere el apoyo de la sociedad para cumplir con esta misión.
“Hay que recordar que si Dios nos concede muchos años, vamos a llegar también a ese momento, hay que prepararse para eso, aprendiendo de los viejos de ahora. No solo es darles tiempo, sino que abramos el corazón para ser generosos, compartamos con ellos el tiempo, los dones, en especie o donativos, porque ese va a ser un puente que estamos construyendo y que algún tiempo tenemos que pasar”, concluyó.
CIFRA
- 24 adultos mayores son atendidos en la actualidad en el Asilo de Ancianos La Inmaculada, con sede en Mazatlán, el cual tiene una capacidad para 30 personas.
- 4 religiosas apoyan en la atención de adultos mayores en el Asilo de Ancianos La Inmaculada.
- 65 años de servicio religioso tienen Sor Inés en México, en el Congo y en Italia, consagró su vida a los 15 años de edad.
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