Mazatlán, Sin. - En el Centro Histórico de Mazatlán, la Plazuela Machado se erige como un testimonio vivo del pasado y presente de la ciudad.
Su origen, que data del siglo XIX, está ligado al crecimiento del puerto y a la vida cultural de sus habitantes.
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Este espacio, que hoy en día es un punto de encuentro para locales y turistas, ha sido testigo de innumerables eventos, desde ferias populares hasta la consolidación de Mazatlán como un destino cultural.
Los orígenes: una donación filantrópica
La historia de la Plazuela Machado comienza en 1837, cuando Juan Nepomuceno Machado, un filántropo filipino de origen español, decidió donar un terreno para la construcción de un espacio de recreación en la creciente ciudad portuaria.
Junto a él, el señor del Palacio, otro destacado personaje de la época, contribuyó con terrenos adicionales para completar el área que hoy conforma la plazuela.
Sin embargo, el terreno donado no estaba en condiciones óptimas.
"Era un terreno fangoso, era una zona que hasta ese tiempo presentaba severas inundaciones. Era un terreno bajo, entonces hubo que terraplenar, entonces el Ayuntamiento tuvo que hacer los trabajos, ellos donaron los terrenos y el Ayuntamiento hizo los procedimientos para terraplenar y pasaron años entre los arreglos, la instalación de los sillones, el sembrado de árboles, al principio eran naranjos lo que había en la Machado. Se le puso también popularmente la mola de los naranjos", explicó el cronista Enrique Vega Ayala.
Durante las primeras etapas de su existencia, la plazuela estaba adornada con naranjos, lo que le valió el nombre popular de "la mola de los naranjos".
Vega Ayala destaca que, en sus inicios, el espacio servía principalmente para eventos cívicos y algunas convivencias sociales.
"Se rentaba en tiempos de ferias, era para lo que servía básicamente el espacio, esa especie de explanada que había con naranjos. No tenía quiosco y servía fundamentalmente para eventos cívicos, y algunas ceremonias y convivencias sociales, se rentaba en tiempos de ferias, era para lo que servía básicamente el espacio, esa especie de explanada que había con naranjos”.
Un espacio abierto para todos
Contrario a la creencia popular de que la Plazuela Machado era un lugar exclusivo para la élite mazatleca, el cronista aclara que “no necesariamente” era así.
Aunque la plazuela estaba rodeada de casonas señoriales pertenecientes a empresarios, principalmente europeos y estadounidenses, las clases sociales se mezclaban en este espacio público.
Este espacio, por tanto, se convirtió en un punto de encuentro donde convergían diferentes sectores de la sociedad.
La plazuela acogía desde tianguis hasta eventos cívicos, y poco a poco se fue transformando en un lugar de esparcimiento para todos los mazatlecos, independientemente de su clase social.
“Era una plazuela muy concurrida por distintos sectores sociales”, afirma Vega Ayala, al desmentir la idea de que solo la alta sociedad frecuentaba el lugar.
La evolución de un ícono urbano
Con el paso del tiempo, la Plazuela Machado continuó con su evolución. Aunque no existe una fecha exacta de inauguración formal, ya que la plazuela se fue construyó y utilizó de manera progresiva, su importancia en la vida social y cultural de Mazatlán fue en aumento.
Vega Ayala señala que la falta de formalidades hace que hasta la fecha no se sepa la exactitud del día en que fue abierta al público de lleno.
"No existía tanto el prurito de la formalidad como para que hubiese una fecha de inauguración, no, no, se abrió. La empezaron a utilizar independientemente de que tuviera o no tuviera el espacio, las comodidades necesarias”, añade.
A medida que la ciudad crecía y se desarrollaba, la plazuela también se transformaba. Se añadieron elementos como el quiosco, que sirvieron como centros de actividad social y cultural. En el quiosco, las tardes se llenaban de música, con la presencia de orquestas y bandas militares que ofrecían conciertos al aire libre.
El corazón cultural
La Plazuela Machado, que ha tenido varios quioscos a lo largo de su historia, se ha consolidado como un espacio cultural clave en Mazatlán. A finales del siglo XX, durante el proceso de recuperación del Centro Histórico de la ciudad, la plazuela adquirió una nueva dimensión. Con la restauración del Teatro Ángela Peralta, anteriormente conocido como Teatro Rubio, y la creación del Centro Municipal de las Artes, el área se transformó en un epicentro cultural.
"Se convirtió, al final de cuentas, en el corazón cultural a partir del desarrollo del proceso de recuperación de los Centros Históricos Viejos, ahí empezó a pensarse en esta plazuela como una especie de corazón cultural. Y esto se motivó fundamentalmente por la recuperación del teatro y del espacio contiguo que hoy es el Centro Municipal de las Artes”, dice.
“Entonces ahí ya empezó a tener esa perspectiva en quienes pensaron en lo que llamamos el Centro Histórico, que fuera como Coyoacán, en la Ciudad de México. Y por algunos años parecía más Garibaldi que Coyoacán", menciona.
Sin embargo, la visión de la Plazuela Machado como un espacio exclusivamente cultural ha sido objeto de debates.
El vals ‘Alejandra’, una historia de amor en la plazuela
Entre las muchas historias que han surgido en torno a la Plazuela Machado, una de las más románticas es la del “Vals Alejandra".
Esta melodía, compuesta por Enrique Mora a petición de Rafael Oropeza, un joven enamorado de Alejandra Ramírez Urrea, fue estrenada en la plazuela el 15 de julio de 1907.
Alejandra, quien a sus 17 años era objeto de la admiración de varios pretendientes, solía pasear por la plazuela y asistir al Teatro Rubio. Según relata Vega Ayala, fue en esta plazuela en una caminata en la tarde que se conocieron.
"En una de estas caminatas, conoció a Rafael Orozco, que quedó cautivado”.
Fue tal el impacto que Alejandra causó en Rafael, que este pidió a Enrique Mora que compusiera una melodía en su honor.
“La canción del vals le fue solicitada a Enrique por el joven Rafael Oropeza, qué enamorado de una joven que caminaba por la plazuela Machado, buscaba cautivarla, ella se llamaba Alejandra Ramírez Urrea. Sabemos hasta la dirección donde vivía, calle Libertad, número 22, en el ahora Centro Histórico, y sí, su belleza era motivo no de uno, sino de varios pretendientes a su corta edad”.
El estreno del vals fue un evento memorable en la plazuela, con la orquesta de Eligio Mora interpretándolo desde el quiosco. Alejandra, invitada de honor, asistió emocionada al evento. Sin embargo, la historia no tuvo un final feliz para Rafael.
Al final de la función, cuando se acercó a Alejandra para pedirle una relación formal, ella lo rechazó cortésmente y se retiró.
Este episodio, aunque melancólico, ha quedado grabado en la historia de la Plazuela Machado, simboliza el espíritu romántico y cultural del lugar.