Escuinapa.- En algunos lugares del mundo las apariciones de fantasmas se convierten en sucesos casi de la vida cotidiana, sin embargo, la mayoría de las personas se muestran escépticas ante los casos paranormales, hasta que lo viven en carne propia.
Y es que muchas veces los fantasmas, extrañamente, recurren a los seres humanos para usarlos como intermediarios y resolver alguna misión que no pudieron completar a lo largo de su vida, lo que aparentemente los mantiene “atrapados” en el mundo de los vivos, hasta completar su tarea pendiente.
Esa historia le ocurrió a Pablo Arenas. Por muchos años ha trabajado en una panadería de la sindicatura de Isla del Bosque, en Escuinapa. A bordo de su modesta camioneta, recorre diariamente en la madrugada los 17 kilómetros que lo separaban de la cabecera municipal.
En una ocasión, al pasar por la comunidad de Celaya, observó la figura de una mujer caminando por uno de los laterales de la carretera, empujando una carretilla, de esas que usan los albañiles, situación que le pareció extraña, dada la hora. Aunque le llamó mucho la atención, no le tomó mucha importancia.
Desde ese día los recorridos por la carretera cambiaron, pues siempre, al llegar a las calles de la comunidad, sentía la necesidad de buscar a la mujer. Pero fue hasta tiempo después cuando volvió a verla, en esta ocasión sentada en la banca de concreto de la caseta ubicada por la carretera; en ese momento pensó que esperaba a alguien que la trasladara hacia la cabecera. Según el testimonio de Don Pablo, la mujer vestía short color caqui, con una blusa blanca y, aunque no pudo ver su rostro totalmente, sabía que era la misma que anteriormente había observado.
Animado por la curiosidad, Don Pablo buscó encontrarse nuevamente con ella, pues su intención era preguntarle acerca de su estancia en la caseta, donde la había visto ya varias veces, a la misma hora y en el mismo lugar. En una ocasión, su deseo casi se convirtió en realidad, pues al verla sentada nuevamente en la caseta intentó detenerse en el acotamiento y acercarse, sin embargo, otro vehículo le impidió el paso, por lo que no pudo llegar hasta donde se encontraba, y luego la perdió de vista, lo que le pareció extraño, pues aunque la buscó por el lugar no la encontró.
Tres días después, de nueva cuenta la observó sentada en la caseta, por lo que optó por desacelerar la marcha de su camioneta, pero al pasar por el lugar ya no la vio. Fue en ese momento cuando todo cambió; para su sorpresa, al voltear al asiento del copiloto del auto notó que estaba sentada junto a él, lo que le provocó un susto indescriptible.
Con el miedo a flor de piel, Don Pablo pudo preguntarle acerca de sus intenciones y las razones por las que se aparecía en la caseta. La mujer le respondió que no quería asustarlo, sino pedirle un favor, ya que hasta ese entonces nadie le había hecho caso.
La petición de la mujer consistió en que Don pablo, junto con su familia, tenía que acudir a pagar una manda a la Ciudad de México, específicamente a la Basílica de Guadalupe. Para ello tenían que llevar una imagen de la Virgen, previamente tenían que rezar el Santo Rosario, los martes y viernes de cada semana, hasta completar trece rezadas. Esa era la única forma de sacar a la hija de la mujer de la oscuridad y llevarla a la luz, pues se trataba de una manda que en vida había prometido y que no pudo cumplir.
El encuentro entre el espectro y Don Pablo fue un jueves, por lo que él consideró iniciar el martes de la siguiente semana, sin embargo, al pasar el primer viernes, la mujer nuevamente se le apareció y le advirtió que a muchos hombres le había pedido el favor y como no le habían ayudado, no vivieron mucho tiempo para contarlo. Ante esta situación, el panadero respondió que sería el siguiente martes cuando empezarían a cumplir con su encomienda.
Durante trece martes y trece viernes, acompañado por su familia y vecinos de la comunidad, rezaron fervorosamente por la difunta, a la espera de quedar liberarlo de la encomienda.
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Don Pablo se enfrentó a muchas dificultades, pues la imagen que tenía que llevar a la Basílica debería ser regalada por la Iglesia y no comprada, como pretendía hacerlo. No fue sino hasta días después que el párroco de la Iglesia de San Francisco de Asís autorizó el regalo, por lo que decidió organizar el viaje y acudir ante la Virgen de Guadalupe en México y cumplir con la penitencia impuesta por el alma en pena.
Fueron dos días de viaje en donde la familia padeció diversas dificultades en el trayecto, pues el carro en donde se movilizaban se detenía sin razón aparente, aunado a la copiosa lluvia que se registró durante el viaje, lo que retardaba el trayecto y los desesperaba, pues desconocían la ruta ya que nunca habían ido a la capital del país.
Fue en un momento de desesperación que Don Pablo reclamó la falta de apoyo por parte de la mujer, a quien le solicitó ayuda, pues su intención era cumplir con su encomienda y que al fin pudiera descansar en paz. Lo curioso de la aventura es que posteriormente al reclamo, el carro donde viajaban ya no se detuvo, por lo que pudieron llegar finalmente y sin contratiempos a su destino.
Después de cinco días de viaje, zozobra e incertidumbre, Don Pablo y su familia pudieron regresar al municipio satisfechos de cumplir con la misión encomendada por la mujer de la caseta. Jamás se la volvió a encontrar, pero las historias acerca de apariciones en la caseta de Celaya, siguen dando de qué hablar, ya que hay quienes aseguran que la mujer se sigue apareciendoa los que de madrugada recorren la misteriosa carretera.
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