Mazatlán, Sin.- En la glorieta Sánchez Taboada de Mazatlán hay una mujer que después de 45 años de vender ropa y artesanías se siente orgullosa y disfruta su trabajo como el primer día.
Todos los comerciantes de la zona conocen a María Muñoz y a pesar de haber vivido muchas cosas, sigue atendiendo con una sonrisa a cualquiera que visite su puesto.
La mujer de 67 años de edad es una de los más de 50 vendedores de puestos semifijos y ambulantes que trabajan en una de las áreas emblemáticas de Mazatlán, ya que ahí se encuentra uno de los principales atractivos turísticos, el Clavadista.
Fue en 1973 cuando llegó de su natal Guerrero junto con su esposo, de luna de miel, y se enamoraron tanto de Mazatlán que ya no regresaron y decidieron hacer su vida en esta ciudad.
"Mi esposo, quien ya falleció, tenía unos tíos y cuando nos casamos me dijo: vamos de luna de miel a Mazatlán y la miel todavía no se termina, porque me gustó mucho y ya no quise regresarme, aquí vimos la posibilidad de sacar un cinco, porque siempre habíamos trabajado en el comercio, desde que estábamos en mi tierra, no sé hacer otra cosa, así que nos quedamos".
Él empezó a vender por la playa, después entró al sindicato y ahí fue donde se acomodó en un puesto temporal frente al hotel De Cima, en la avenida Del Mar, fue entonces cuando le empezó a ayudar en la vendimia.
"Todas las vacaciones le daban un permiso temporal, ya después fue definitivo, pero en la Sánchez Taboada, aquí me anclé, nacieron mis tres hijos, los crié debajo de las tablas del puesto, y aquí sigo".
A lo largo de los años, el lugar que es visitado por cientos de turistas y locales, ha tenido transformaciones y doña María ha sido testigo directo de cada uno de esos cambios y todos los conflictos que han generado.
"Ya son muchos años de estar aquí y de estar aguantando de todo, primero las remodelaciones que se han tenido en la zona, luego el coronavirus y ahora el problema más fuerte que tenemos, que es el de la ciclovía, que ha quitado los estacionamientos para los clientes".
Dice que una vez que pintaron la vía para las bicicletas, no dejan estacionarse a nadie, ni siquiera para descargar la mercancía, cuando los ciclistas todavía circulan por arriba de la banqueta, porque la consideran peligrosa y temen ser arrollados por los vehículos.
Desde entonces las ventas han bajado considerablemente, pues los turistas ya no tienen dónde estacionarse para poder comprar un recuerdo de su estancia en este destino. Eso ha generado constantes quejas.
La mujer, a la que todos los días se le quema su piel bajo el sol ardiente para ganarse unos billetes, tiene que trabajar para poder comer y durante la pandemia del Covid-19 tuvo que pedir prestado para sobrevivir.
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Ahí ha aguantando de todo, malos tratos de la gente, de las autoridades, pero de eso vive y si no trabaja no come, con la pandemia tuvo que pedir dinero prestado y ya tiene que empezar a pagar, pero no hay ventas.
Por ello, espera con ansias la temporada invernal, para que con el arribo de turistas repunten las ventas y así poder pagar sus deudas para que le sigan prestando.
"Cuando no veníamos a trabajar teníamos que pedir prestado para los gastos, ahorita debo y no hay las ventas para poder pagar, apenas si abono a los intereses, así me la paso, la mercancía que me surten los proveedores de la Ciudad de México y Guadalajara me la fían y ahorita voy resurgiendo".
Doña María seguirá trabajando hasta que Dios se lo permita, pero mientras tanto, le ayuda su nieto, quien posiblemente se quede en el puesto una vez que ella se retire.
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