Mazatlán, Sin.- Cuando el semáforo se pone en rojo, Carlos Alberto, "el malabarista", camina hacia el centro de la vialidad encima de unos zancos de madera; para realizar el siguiente acto debe quitarse el sombrero y ponerlo sobre el asfalto. Entre sus rodillas mantiene unas clavas y con sus manos, primero pone a girar un balón, luego, cuando alcanza buena velocidad, lo pasa hacia la cúspide de una gran sombrilla que aún está cerrada.
Posteriormente la abre, y manteniendo el equilibrio, sube la sombrilla y coloca el bastón encima de su cabeza. El balón sigue girando. Entonces Carlos Alberto toma las tres clavas y empieza a realizar malabares con ellas. Al finalizar el acto, pasa entre los automovilistas en busca de una propina. El originario de Veracruz, Veracruz, tiene aproximadamente 12 años dedicándose al mundo de las malabares.
"Empecé a los 16 años a hacer mis primeras acrobacias, marometas y quemadas. Ya tengo como unos 12 años dedicándome a esto, viajando como unos ocho", comentó. La acrobacia la combinó con su gusto por el viaje; ha recorrido la mayoría de los estados del país, sólo le falta Chiapas, Oaxaca y Guerrero.
"Llego a un estado, lo conozco, trabajo, ahorro algo, me muevo y así me la paso; viajando, trabajando y conociendo, de todo un poco", señaló. Al puerto llegó hace poco más de un mes, confesó que le ha gustado la calidad de los mazatlecos y no descarta en un futuro poder participar en la máxima fiesta porteña.
"En Veracruz también he salido en los Carnavales, yo no conocía aquí, igual y nos aventamos para el próximo Carnaval", confesó. Al ir de estado en estado, ha tenido la oportunidad de apreciar la gran diversidad que tiene México y antes de salir a otro país quiere conocer los tres estados que le faltan.
"Estoy viajando solo, esto siempre es así, hay momentos que llegas a otro estado y encuentras a gente viajera y dicen: 'vamos a acompañarnos', uno siempre está rodeado de gente y a la vez solo. Conoces gente y lugares nuevos, tanta diversidad de lugares y cosas bonitas que tiene México, quiero conocerlas antes de salir a apreciar otras cosas", reconoció.
Además de los zancos, maneja otras disciplinas como el monociclo y las malabares con fuego o sin fuego. Ser malabarista requiere de mucha práctica, dedicación y sobre todo paciencia. "Llevo alrededor de cinco años subiéndome a los zancos y hasta la fecha se sigue practicando, siento que dominarlos al 100% es un trabajo complicado", indicó.
Para el show del semáforo utiliza unos zancos que miden 80 centímetros, esta medida tiene una razón de ser; es estratégica, tanto para el show como para recoger las propinas.
"Estos miden 80 centímetros, me funcionan para el semáforo, los hago de esta medida por si se me llegan a caer las cosas, o las clavas las puedo levantar y además es la medida para pasar por la moneda con los automovilistas", detalló. Cuando es contratado para otros shows o desfiles, utiliza unos más grandes, de 1.20 metros o dos, según la ocasión.
"El acto que hago ahorita es de momento para mí el más complicado. Giro un balón en la punta de la sombrilla, la punta de la sombrilla tiene una pluma para que ahí se mantenga, giro el balón en mi dedo, lo paso a la pluma, le doy un poquito más de cuerda, abro la sombrilla, la pongo en equilibrio sobre mi cabeza y cuando siento que está bien calibrado saco las malabares con las clavas, todo esto arriba de los zancos, nada más", explicó.
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Lo que más disfruta de hacer malabares en los semáforos es lograr que su público salga de su rutina e inicie el día con una sonrisa. "A la gente le gusta asombrarse, reír, mi mayor satisfacción es que la gente se vaya con otra conexión, que salgan de su rutina".
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