Mazatlán, Sin.- Ernesto, un joven hondureño, decidió junto a su familia irse a vivir a los Estados Unidos luego de pasar por severos problemas económicos en su país.
Con sólo 20 años edad, hace tres meses dejó su lugar de origen para, junto su esposa embarazada y sus dos hijos, emprender el riesgo. La ruta que debían realizar era de Honduras a Guatemala, de ahí a México para luego cruzar a los Estados Unidos.
Como a miles de migrantes centroamericanos, la pobreza y delincuencia los obligó a salir de su país para buscar una mejor vida para él y los suyos.
“Cuando empiezas el viaje vienen muchas personas, niños y gente mayor. La verdad es que te haces de muy buenos amigos, ya que todos tenemos el mismo propósito”, dice.
Al salir de Honduras su primer objetivo fue llegar a Guatemala y de ahí a México, a Chiapas, donde tomó el tren conocido como “la bestia”; a la intemperie, expuesto a las inclemencias del sol y la lluvia, siguió el recorrido
El riesgo aumenta con la presencia de cárteles del narcotráfico que controlan las zonas por las que atraviesa el tren. Los robos son frecuentes. Los delincuentes matan por zapatos o comida.
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A Ernesto le duele poner en riesgo a su familia y en ocasiones hubiera preferido dejar a los suyos en su país, pero si logra pasar, después será más difícil estar juntos.
Incluso en este trayecto le robaron todas sus pertenencias, aunque muchas personas les ha regalado ropa, zapatos y cobijas.
"Es demasiado el riesgo, el peligro, porque en el tren lo poquito que llevas te lo van a robar, a veces hay halcones en las estaciones o gente que pide dinero para drogarse, te quitan el dinero, hay lugares donde roban, hay gente, principalmente en el área de las vías, que saben que vienen migrantes para cruzar al otro lado y se dedican a robarlos".
Cada curva o frenada es un peligro mayor, sobre todo cuando van niños, por ello ha tenido que viajar algunos trayectos en tren y otros en camión, pues su esposa ya tiene 8 meses de embarazo.
"Es muy difícil tener que subirte al tren en partes, pasar retenes carreteros de migración, sacar para el camión, comer, buscar dónde quedarte, sí está es difícil, porque eso es caro".
Al joven hondureño, el destino le ha impedido en dos ocasiones cruzar al otro lado, pero confía en que la tercera será la vencida.
"En los últimos dos años Migración ya me ha regresado dos veces, la primera vez nos detuvieron en Culiacán y la segunda en Nogales, y sigo insistiendo".
Desde hace unos días llegaron a Mazatlán donde aprovechan los cruces de las vías para pedir apoyo de la ciudadanía y poder continuar en su peregrinar rumbo al norte del país.
"Venimos de Honduras, Guatemala llegamos a Chiapas, Ciudad de México, luego brincas a Michoacán, Guadalajara, Nayarit y luego llegamos aquí a Mazatlán".
Con su pequeña hija en sus brazos, dice que los mexicanos son gente bondadosa, buena, que le ha regalado desde cinco hasta 200 pesos, comida, pañales y leche.
Aunque también hay gente que lo groserea y juzga, cuando no sabe todo lo que él ha tenido que pasar al dejar su tierra.
"Yo agradezco todo lo que me den, si una persona me da un peso, 5, 10, 20, 50, 100 o 200, para mi es mucho, porque de peso en peso junta uno para comer y poder continuar con nuestro viaje".
Ernesto lleva ya poco más de 2 mil 400 kilómetros recorridos; su periplo significa un renacer para él y su familia y a pesar de los peligros que corren no descasará hasta conseguir su objetivo.
Detrás de cada migrante que intenta cruzar las fronteras de su país en busca de "un futuro mejor" hay una historia de vida que deja entrever sentimientos encontrados: el miedo, la incertidumbre y la angustia tras abandonar su tierra, dan paso a la esperanza de encontrar un trabajo y un sueldo dignos.
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