Mazatlán,Sin.- A 24 años de que el Huracán Ismael tocara tierra en las costas sinaloenses y provocara la muerte de cientos de pescadores, hay quienes recuerdan el trágico y aterrador momento como si hubiera ocurrido ayer.
Fue el 14 de septiembre de 1995, cuando el huracán entró por Topolobampo con tal furia que sorprendió a los pescadores en su travesía por altamar, sin alcanzar a llegar a puerto seguro.
Ya transcurrieron más de dos décadas y la tragedia sigue viva en la memoria de los mazatlecos. Fueron 57 pescadores, entre hijos, tíos, padres, hermanos, los que perdieron la vida y que hasta la fecha es un dolor que sus familias no han podido superar. Las heridas siguen sin sanar.
“Fue todo un desastre que tenemos grabado en la mente, es una experiencia que no le deseo a nadie”, narra Carlos Alejandro Rojas López, quien al recordar el evento muestra pesar y angustia en su cara, y no es para menos, pues por varios factores le tocó vivirlo afuera.
A sus 54 años de edad y con varios años que no se embarca porque es dirigente de la Federación de Cooperativas Pesqueras de Mazatlán, recuerda claramente aquel día en donde a bordo del barco Artículo 11, veía con impotencia cómo la naturaleza hundía los barcos, cómo sus compañeros al igual que él luchaban por sus vidas.
Relata que las cosas en el mar estaban sin control, había barcos que chocaban entre sí, los fuertes vientos los estrellaban, las embarcaciones se venían a pique y alrededor de 20 no pudieron entrar a puerto para refugiarse, no pudieron sortear la tempestad.
No pudimos entrar al puerto de Topolobampo porque venía un barco mercante hacia afuera, por lo regular los barcos grandes los sacan a altamar y los fondean, como no teníamos otra opción tuvimos que aguantar dando vueltas, porque al huracán ya lo teníamos encima, las olas y las rachas de viento eran tan fuertes que se acostaba el barco Carlos Alejandro Rojas López
POCA INFORMACIÓN
Recuerda que sin duda este ciclón tuvo características especiales, llegó a traición, y luego la indolencia, la incapacidad, la ignorancia, la necesidad y la avaricia hicieron el resto.
El fenómeno climático se formó como un huracán débil, de movimiento lento, pero una corriente de baja presión desde Sonora y el Mar de Cortés jalaron el fenómeno con lo que alcanzó una velocidad inusitada, sorprendiendo a los pescadores que tenían cuatro días de haber iniciado las capturas camarón.
Nadie previó la rapidez con la que venía, aparte que hubo cierta desinformación de las autoridades, sí había avisos departe de la Capitanía de Puerto, pero no lo suficiente, además nadie previó que agarrara esa velocidad, y también había camarón, la avaricia de echar un lance más fue la desgracia de muchos barcos Carlos Alejandro Rojas López
Señala que ese viernes a las 8:00 horas se encontraban cerca de los ‘Bajos del Burro’ es la parte baja de Topolobampo, una de las zonas más productivas de camarón, pero para poder llegar a puerto tenían que correr alrededor de 8 horas para resguardarse, pero la situación se complicó pues el buque corría muy poco, no estaba en muy buenas condiciones, y la lluvia, el viento y la marejada aumentaban.
“Cuando nosotros acatamos la peligrosidad del meteoro, corrimos, desde las 8:00 de la mañana se puso el ambiente, las olas se marcaban mucho y los barcos se golpean, por eso no puedes ir corriendo, si cuando están en buenas condiciones se averían y en nuestras condiciones era mayor el riesgo”, dice.
El “Calaco” como lo conocen el muelle del Parque Bonfil, expresa que en ese momento lo primero que se le vino a su mente fue la familia, pero también un sentido de responsabilidad y supervivencia, porque en esta actividad cada viaje es un riesgo, salen, pero no saben si van a regresar.
"Ahí más que nada es la nostalgia de tus hijos, sobre todo cuando ves que los barcos se dan vuelta y que puedes correr con la misma suerte"
Indicó que en estos casos es de gran ayuda la experiencia del patrón, que sabe qué hacer.
"Se dice que la mejor opción es agarrar el huracán de frente, pero la ola te zangolotea porque todo lo que traes empieza a caer y es mucho el peligro salir a cubierta. El viento de un huracán cambia mucho, rota, te viene de un lado, luego del otro, el único momento en que hay tranquilidad es si llegas al ojo del huracán, pero ahí lo único que nos quedó era pedirle mucho a Dios, en mi caso, que soy motorista, que no se te pare la máquina, porque quedas a la deriva y es peor”, explica.
Recuerda que cuando la situación se agravó, la tripulación se puso el chaleco salvavidas, el capitán, acompañado por un marinero se quedó al frente y el resto se resguardó en la caseta, para evitar que en un viraje o golpe de la ola pudieran caer al agua.
“Qué puedes hacer contra la naturaleza, absolutamente nada, por eso es muy importante la pericia del capitán, la experiencia, porque hay gente que se cierra a llorar en la litera, no quieren hacer nada, igual, hay capitanes que con la desesperación sueltan la rueda, depende mucho de la gente”, señala.
ESPERA ETERNA
El pescador, que se inició en esta actividad a los 18 años de edad, cuenta que durante el viento volaban cristales, láminas, tablones, los barcos se golpearon e incluso hubo gente que estaba amarrada en las boyas, otros más, ante la desesperación se tiraron al agua; fueron muchas experiencias, sentimientos que se experimentaron en las seis horas más eternas de su vida. Mientras navegaban en la bahía de Topolobampo, esperando poder entrar a puerto en la primera oportunidad, se amarraron en el muelle fiscal y se pusieron a salvo.
Expresó que afortunadamente los siete tripulantes llegaron bien, se revisó el barco, pero siguió golpeándose continuamente.
"El riesgo era que hiciera una vía de agua, que las máquinas se pararan, ya cuando pasó todo, te das cuenta de la magnitud de lo ocurrido. En una planta congeladora vieja fueron acomodados todos los cuerpos para que los familiares fueran a reconocerlos, fue una escena horrible".
La Marina y los pescadores ribereños salieron buscar a personas, entraron unos muertos, otros vivos, que fueron atendidos de manera inmediata en los hospitales, días después la Capitanía de Puerto reabrió la navegación y las embarcaciones regresaron a las capturas, con una imagen en su memoria que nunca se olvidará, y la oportunidad de una nueva vida.
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LA TRAGEDIA
El meteoro golpeó con toda su furia a esta región del Pacífico mexicano, una madrugada del 14 de septiembre de 1995, con un resultado final oficial de 57 pescadores muertos, así como pérdidas económicas incalculables por el siniestro en las embarcaciones.
El sobreviviente indicó que “Ismael” fue un fenómeno natural categoría 4 que comenzó a formarse a partir del 12 de septiembre de aquel 1995, se pronosticó que el huracán llegaría el 15 de septiembre, sin embargo, llegó un día antes.
El huracán que produjo olas de nueve a doce metros en las costas mexicanas, causó oficialmente la destrucción de 52 embarcaciones con daños graves, 10 extraviados y el fallecimiento de 57 pescadores y más de 300 desaparecidos, sin embargo, hay quienes aseguran que fueron muchos más.
El recuerdo de la tragedia se revive siempre que llega el mes de septiembre, fecha en que la región está más expuesta al azote de estos fenómenos naturales, y cada año familias y autoridades recuerdan con una ceremonia luctuosa en el muelle de La Puntilla, a los pescadores caídos.
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