Culiacán, Sin.- Su historia en el mundo del crimen organizado comenzó en el año 1977 al lado de su cuñado, Antonio Cruz Vázquez, un cubano que también se hizo pasar por puertorriqueño para encubrir sus diferentes máscaras de traficante de opio y mariguana de la época, como lo cuenta el periodista Frederick Venables en un perfil sobre el verdadero padrino de Ismael Zambada García, “El Mayo”.
Aquella historia del fugitivo más veterano que inició hace casi medio siglo, cuando tenía 29 años, concluyó el pasado jueves 25 de julio en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Doña Ana, en Santa Teresa, Nuevo México, muy cerca de El Paso, Texas. Con 76 años de edad, con serios problemas de salud, el Mayo lucía un rostro demacrado, pelo ralo, vestido con una polo azul.
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Atrapado mediante un engaño montado por el FBI y sus informantes, junto con Joaquín Guzmán López, hijo del “Chapo” Guzmán, la leyenda de Zambada García pudiera tener continuidad en la figura de su hijo, Ismael Zambada Sicarios, “El Mayito Flaco”, quien se convirtió en su mano derecha en los últimos años.
Fuentes de seguridad señalaron que Zambada Sicairos, en muchos aspectos, es quien hoy controla gran parte de la estructura operativa que su padre tejió a lo largo de las décadas, pero no los contactos con tentáculos en el mundo empresarial, criminal y político, un modus operandis que “El Mayo” consiguió gracias al dinero y a la paciencia que le dieron los años.
El inicio
Zambada García nació en el medio rural del sur de Culiacán, se crió en la ranchería de El Álamo, un pueblo de la sindicatura de El Salado. Fue el mayor de los varones. Su padre fue identificado como Pedro Zambada, quien fue pionero en la siembra de mariguana en esa región que comunica con la sierra de Cosalá.
Pero fue hasta que su hermana mayor, Modesta Zambada, se casó con Antonio Cruz Velázquez, “Niko”, que la vida le dio un giro inesperado, ya que este personaje que se dedicaba al trasiego de goma de opio desde Sinaloa a la frontera, fue el maestro de “El Mayo” en el negocio criminal.
De acuerdo con Venables, “Niko” era de origen cubano, pero en algún momento, en la década de los 60, consiguió papeles de Puerto Rico, ya que así lo requería su incesante vida criminal. Se le atribuye haber sido parte de la Policía Nacional de la Cuba de Batista, pero tras el triunfo de la Revolución se marchó a Estados Unidos.
Hay registros de que lo detuvieron tres veces en Estados Unidos. Una recién exiliado de Cuba, cuando trasladó un vehículo robado a México, en la década de los 60. La segunda en el año 1970, cuando fue capturado en Alamogordo, Nuevo México, por posesión de 596 libras de mariguana. Le dieron 5 años de prisión, pero salió en tres años, para cruzar la frontera e instalarse en Sinaloa.
Fue en Culiacán donde “Niko” conoció a Modesta Zambada García, quien trabajaba limpiando casas en la naciente colonia de narcos ricos de Lomas del Boulevard. El cubano quedó prendado de Modesta y se casó con ella.
Fue así como “El Mayo”, de entonces veintipocos años, comenzó su dilatada vida dentro del crimen organizado. “Niko” le enseñó todo lo que habría que saber del negocio, extendido a Sudamérica con la importación de cocaína.
Incluso en esa época, contó Reynaldo “Rey” Zambada en una Corte Federal, Cruz Vázquez le regaló un auto deportivo Porsche cuando tenía 13 años. Jesús Reynaldo es el más chico de los hermanos varones; Vicente el del medio, fue asesinado en Cancún en 1995, cuando “El Mayo” tenía como base de operaciones de su operación criminal, la Península de Yucatán.
La muerte de “Niko”
Cruz Vázquez llevaba una vida de excesos. No duró muchos años en Sinaloa, marchó hacia 1977, año de la Operación Cóndor en la sierra del Triángulo Dorado, a Estados Unidos de nuevo, dejando a Zambada con operaciones y contactos.
De esa época datan historias en Costa Rica, Sinaloa, donde Zambada conoció a su esposa Rosario Niebla Cardoza, madre de Vicente, Modesta, María Teresa y Midiam Patricia.
Un amigo de la juventud relató que en una ocasión, a principios de los 80, “El Mayo” lo invitó a un viaje en avión. Cuando aterrizaron, las personas en el aeropuerto hablaban “como Roberto Carlos”. Hasta después supo que lo llevó a Brasil para traer cocaína.
El final del cuñado de Ismael fue consignado por The Washington Post. El 18 de enero de 1978, “Niko” y su piloto James Walker fueron arrestados en Las Vegas con 9 sujetos, llevaba tiempo jugando en el casino del Palacio Caesars, donde -se dijo- perdió 2 millones de la época.
Le abrieron un proceso por una operación de tráfico de heroína valuada en 18 millones de dólares al año. Cruz fue sentenciado a 15 años, pero murió a los pocos años. Presuntamente fue sepultado en Miami.
Fue así como “El Mayo” siguió su carrera en el narco, con más socios locales, como Miguel Félix Gallardo, Inés Calderón Quintero, Juan José Esparragoza Moreno y más adelante Amado Carrillo Fuentes, los Beltrán Leyva y Joaquín Guzmán Loera.
Su nombre atravesó la década de los 80 sin hacer ruido. Los “famosos” eran personajes como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo y el mismo Félix Gallardo, pero al entrar los 90, con las pugnas entre los de Sinaloa con los hermanos Arellano Félix, pronto la hornada de capos del Cártel sinaloense, llegó a escena.
Estados Unidos se tardó más años en abrirle procesos, a partir de 1999, tanto el gobierno mexicano como el Departamento de Justicia americano, lo puso en su lista negra, mientras la historia del “Mayo” creció como un intocable, como la de un capo que sabía evadir las redes de las autoridades.
Pero esa historia del fugitivo, cerró su ciclo el jueves 25 de julio. Ahora comienza la del júnior, su hijo en quien descansa la leyenda de su imperio.
Los rostros del Mayo
Pero Ismael Zambada García se labró al menos tres rostros. El más visible era el del temible capo, frío, calculador y negociador, que prosperó en un mundo de traiciones y envidias.
Fue perseguido por los Arellano y otros enemigos que nunca dieron con él, pero por otro lado, su segundo rostro fue el del empresario que fundó, con ayuda de su familia y una hornada de testaferros, casi una docena de empresas que poco a poco el Departamento del Tesoro y la PGR fue bloqueando.
Compañías como Lechera Santa Mónica, Establo Puerto Rico, Estancia El Niño Feliz, Construcciones Jamaro, entre otras, animaron la economía local de Sinaloa, con empleos directos e indirectos.
El tercer rostro del capo fue el benefactor, el hombre que ayudaba a la gente de su pueblo, que dejó que sus historias sobre ayuda se esparcieran como para armar una narrativa de que no sólo era implacable, sino dadivoso, justo y entrañable, al grado de que popularmente se dice en Sinaloa: “el día que se vaya el Mayo, los acuerdos caerán”.
Todo porque, a diferencia de sus contemporáneos, él no había pisado la cárcel. La mayoría de sus operadores habían caído a los pocos años de la persecución de la DEA: uno de los primeros fue Javier Torres Félix en 2006, luego capturaron a su hermano Reynaldo en Ciudad de México y enseguida a su hijo Vicente Zambada.
En 2014 fue arrestado “El Chapo”, y si bien se fugó de El Altiplano, en 2016 fue recapturado. Su hijo Ismael Zambada Imperial también fue detenido, lo mismo que Serafín Zambada Ortiz.
Caían sus coroneles, familiares, compadres, socios, pero “El Mayo” seguía siendo “el del sombrero”. Otros murieron, como Ramoncito, su leal escolta, o su jefe de negocios, Mauricio Gastélum, con quien casi lo atrapan en un piso de la Torre Península de Mazatlán, en 2015.
Del “Mayo” se decía que no bajaba del monte, que no tocaba ni un radio, una computadora, menos un celular, que si necesitaba hablar con alguien, hacer un negocio, siempre iban por delante recaderos, sus testaferros dispuestos a dar su vida por el patrón.
Pero su leyenda terminó sin toda esa parafernalia. Estaba solo, con un hijo de “El Chapo”, uno de los más jóvenes, viejo, cansado. Ahora iniciará otro camino, en donde buscarán tenerlo en prisión a sus 76 años.