Hace 15 años, María Francisca Camargo Béjar ni siquiera imaginaba que se iba a convertir en una pescadora y mucho menos que encontraría en el estero el amor incondicional y su refugio de vida.
Obligada por la necesidad y sin saber nada de la pesca, decidió acompañar a su esposo Bartolo Jauregui Celis y aprender de él y de su experiencia en el oficio.
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La mujer originaria de Mazatlán aprendió a atarrayar en el estero de Urías, a jalar el chinchorro, a manejar el motor de la lancha, remar, sacar ostiones y limpiar el pescado capturado.
"A veces sale caracol burro, jaiba, ostión, callo y todo lo que se pueda agarramos, de eso empezamos a vivir y ahora de la pesca de escama", dice.
La pesca es de mucha lucha, es pasar frío, hacer mucha fuerza y sacrificios. Francisca, de 55 años de edad, es chaparrita y llenita, pero eso no es impedimento para que realice las faenas.
A veces se pasa todo el día en la laguna y llega de tardecita a preparar el pescado que saldrá a la venta. Hay veces que se pesca de otra manera, de tarde, por la noche, incluso dura hasta tres días en el agua a bordo de la lancha "La Sirenita".
A puro remo
Hace unos meses a Francisca se le descompuso el motor de la lancha y como no ha tenido buena pesca, no ha podido mandarlo a reparar, lo que la ha obligado a trabajar a puro remo.
"Cuando vamos para Barrón duramos de dos a tres días, porque está retirado, y para regresarnos rápido está pesado y ahora que andamos sin motor, le ayudo a remar a mi esposo y también a levantar el chinchorro", comenta.
Durante estos años, ha vivido momentos de angustia y miedo por las fuertes rachas de viento y marejada que se sienten en diversas temporadas. Cuando eso ocurre, lo único que hace es encomendarse a Dios para que los proteja.
Recuerda que cuando empezó en la pesca, no le gustaba la actividad, pero lo hacía porque no tenía otra opción para ayudar a su esposo en los gastos del hogar, sin embargo, ahora lo disfruta y encuentra mucha paz, sobre todo después de que falleció uno de sus hijos.
"Cuando no vengo me siento desesperada, porque esta es mi otra casa, duro más tiempo aquí en el estero, me traigo el mandado y aquí hago comida, me traigo trastes y leña y hago de comer".
Viven al día
La temporada de huracanes es muy difícil para ellos, porque cuando hay mal tiempo duran varios días sin poder salir a la pesca, por la marejada; además, con el movimiento del agua, los peces se esconden.
"En esos días andamos rapiñando, porque está duro, vamos y vendemos el pescado que tenemos y nos acabamos el poquito dinero que guardamos".
Los pescadores del estero de Urías normalmente capturan lisa, robalo, pargo, mojarra y burritos; estos dos últimos son las especies más económicas.
Ellos prefieren vender su producto casa por casa, para ganar un poco más, porque los "coyotes" (personas que compran pescado para después revenderlo) les pagan un precio muy bajo y no alcanzan a cubrir los 500 pesos de viáticos.
Francisca era beneficiaria del desaparecido programa de Empleo Temporal Pesquero que existía en el estado de Sinaloa y este año ya se inscribió al programa del Bienpesca Estatal, donde recibirá un apoyo único de 3 mil 600 pesos.
Pescadora Nativa
La pesca artesanal en la comunidad pesquera del municipio de El Rosario es el ingreso de cientos de familias y se transmite de generación en generación, aunque las cosas han cambiado en los últimos años para los pobladores del sur de Sinaloa.
Matilde Abarca Mendoza, de 55 años de edad, tiene las escamas en su piel, pues ella nació, creció y vivió en la marisma.
Desde niña acompañaba a su abuelo y papá a la pesca, pues vivía a cincuenta metros de la marisma en Los Pozos y Teodoro de Beltrán, en el municipio de El Rosario, al sur de Sinaloa.
Cuando se casó, se fue a vivir a la comunidad de Gregorio Vázquez Moreno, en la misma zona, donde siguió apoyando a su esposo para conseguir el sustento de su familia; le ayudaba a jalar la canoa, palanquear y atarrayar.
Alegre, trabajadora y solidaria, doña Maty se siente muy orgullosa de pertenecer a la pesca, porque le ha dado todo para salir adelante como familia y a pesar de los tiempos difíciles es maravilloso para ella y su familia poder alimentarse y luego comercializar el producto.
“Somos pescadores nativos, mis abuelos, mis padres, mis hermanos, mis suegros, mi esposo y mis dos hijos también son pescadores, todos, gracias a Dios somos una familia que ha salido adelante de la pesca y estamos muy orgullosas de ello”, dice orgullosa.
Relata que sus redes son pequeñas atarrayas y chinchorros de 50 metros que ponen en la orilla.
Hasta el momento en esa comunidad son 39 mujeres las que se han integrado a cooperativas
Dejar de ser invisibles
El papel que realizan las mujeres que se dedican a la pesca ha permanecido “invisible” durante mucho tiempo. Hace un año, estas mujeres decidieron formar cooperativas para lograr el reconocimiento que se merecen.
Son mujeres organizadas de la pesca artesanal de los municipios de Mazatlán y El Rosario, en el sur de Sinaloa, las que cumplen roles de suma importancia en este sector de la economía que es altamente masculinizado.
Paola Luévanos Carrillo, representante de las pescadoras, revela que son nueve cooperativas con más de 170 mujeres las que se han integrado: cuatro en Mazatlán y cinco en el valle de El Rosario.
Francisca y Matilde son mujeres con la escama en la piel, se sienten orgullosas de realizar un trabajo que las dignifica y les enseña a darle valor a las marismas, donde lo mismo pescan que atarrayan, jalan el chinchorro, asisten a sus esposos, reman, limpian y venden el producto que capturan.
Según el INEGI, en el 2019 a nivel nacional había 213 mil 2461 personas que trabajaban directamente en la industria pesquera, de las cuales 25 mil 590 (12%) eran mujeres y 187 mil 655 (88%) hombres.
Estos pescadores y acuicultores se organizan en Unidades Económicas que son empresas, cooperativas y personas físicas.
Datos
9 cooperativas de mujeres son las que se han integrado en el sur de Sinaloa: cuatro en Mazatlán y cinco en el valle de El Rosario.
170 mujeres son las que se han integrado a cooperativas pesqueras en el sur de Sinaloa.