Introducción de la redacción: como señala la entrega de ayer, Rumbo al Gran Eclipse, continuaremos con esta serie de artículos, con entrevistas y reportajes, relacionados con el tema. Para empezar, nos iremos en el tiempo muchos siglos atrás para escudriñar cual fue la reacción de nuestros ancestros ante la presencia de este fenómeno, antes de la llegada de los españoles, concretamente de las culturas azteca y mayas, pero también en otras de lejanos continentes. Esto gracias en las fuentes citadas en el artículo anterior de este mega reportaje. Nuestra investigación, nos llevó a consultar cualquier cantidad de fuentes, fue necesario, de ser ecléctico para elegir lo mejor de cada una con el fin de ofrecerle a nuestros lectores lo más interesante e importante.
En lo personal, fue un auténtico agasajo leer y mucho sobre el tema de hoy. Remontamos, vía nuestra imaginación, para ubicarnos en el tempo de nuestros antepasados. En fin, mucho aprendizaje, que esperamos también tenga un impacto para nuestros lectores.
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No le pierda la huella a Rumbo al Gran Eclipse. Continuamos.
Desde la Antigüedad, los eclipses han fascinado a grandes culturas. Así, surgieron diversos mitos en torno a estos fenómenos, explicó Julieta Fierro Gossman, del Instituto de Astronomía de la UNAM para editorial Global.
Era comprensible que un fenómeno de esta magnitud causara asombro. Imaginen que, estando el Sol brillante, de repente oscureciera y aparecieran las estrellas; sin duda, un espectáculo asombroso, señaló la investigadora.
En ciertas culturas, se creía que el Sol era devorado por una entidad divina. Los chinos, por ejemplo, pensaban que un dragón se lo tragaba y, al hacer ruido, este lo escupiría. Una creencia similar tenía los mexicas, quienes consideraban que una deidad mordía al Sol.
En 1325, durante la fundación de Tenochtitlan y al colocar la primera piedra, se presenció un eclipse. La leyenda cuenta que había un nopal con tunas rojas y maduras, interpretadas como la representación de los corazones de los sacrificados.
Por ello, en la piedra fundacional se esculpió un águila posada sobre un nopal, símbolo del Sol, con una vírgula saliendo de su boca. Los españoles, al ver esta representación, pensaron que se trataba de una serpiente, pero en realidad, simbolizaba un mensaje: “Establézcanse aquí”.
Algunas monedas mexicanas, por un lado, al águila con la serpiente y, por el otro, el Sol, centro del calendario azteca.
En uno de los códices borbónicos, los mexicas plasmaron con imágenes las predicciones de cada día del año. De esta manera, podían anticipar lo que sucedería a un individuo según su día de nacimiento. Cuauhtémoc, por desgracia, nació en un día de año bisiesto no contemplado en el códice, interpretado como un mal presagio.
Durante los eclipses, los mexicas ofrecían sacrificios de personas albinas en honor a los dioses. Las mujeres embarazadas, por su parte, se colgaban un pedernal para prevenir el nacimiento de bebés con labios leporinos.
Los mayas, grandes astrónomos, observaban el cielo con un instrumento compuesto por dos varillas, una horizontal y otra vertical, para medir la posición de los astros en el horizonte.
Este instrumento, similar a un astrolabio creado por los árabes, estaba equipado con una plomada y una mirilla, permitiendo observar con precisión la posición de los astros. Gracias a él, podían determinar la altitud de las estrellas, así como la hora y su ubicación.
Del mismo modo que los astrónomos actuales predicen eclipses, los mayas tenían la capacidad de anticipar cuándo sucederían, dejando constancia en el códice Dresde.
Observaban detenidamente los movimientos del Sol y la Luna. Conocían que las fases lunares duran 29 días y medio y que el ciclo solar es de 365 días, permitiéndoles calcular cómo estos cuerpos celestes se alinearían.
La habilidad observacional de los mayas también les permitió descubrir que Venus se desplaza alrededor del Sol. Este fenómeno, conocido como tránsito de Venus, era predicho por ellos con notable exactitud.
Por su parte un artículo de INFOBAE, escrito por Enrique Izquierdo, basado en el archivo del México Antiguo y los Eclipses, apunta cómo vivían en la antigua Tenochtitlan los eclipses, indica que los mexicas tenían una forma muy particular de enfrentarse a este fenómeno natural y narra que los Mexicas tenían una forma muy particular de dimensionar los eclipses.
Los eclipses son fenómenos naturales que han generado intriga y maravilla desde hace cientos de miles de años. El pasado 14 de octubre, un eclipse solar anular fue visible en varias partes de México, especialmente en el sureste de nuestro país.
Hoy, por supuesto, sabemos la causa real de tan hermoso fenómeno. En el México Antiguo, época de legendarias civilizaciones, los eclipses tenían gran importancia en muchos sentidos. Por ejemplo, en la antigua Tenochtitlán, la alineación de la Tierra, el Sol y la Luna tenía varias interpretaciones. La mitología es la manera con la que nuestros ancestros explicaban fenómenos naturales y los eclipses no son la excepción.
Las tzitzimime, por ejemplo, son mujeres descarnadas con garras en sus manos, pies y ojos en sus articulaciones. Se creía que las estrellas que brillan alrededor del sol durante un eclipse aprovechan la oscuridad para bajar y comerse a los humanos.
Resulta natural que, siendo los mexicas un pueblo que tenía como importantes deidades al Sol y a la Luna, los eclipses hayan sido un evento muy importante, cargado de simbolismo divino y de relevancia para los hombres y mujeres que habitaban Tenochtitlan.
De hecho, el astrofísico Jesús Galindo reveló a finales del siglo pasado que un eclipse que oscureció Mesoamérica en 1325 pudo haber sido el evento que provocó que los aztecas que provenían de Aztlán fundaran Tenochtitlan e iniciara el poderoso imperio mexica que hasta el día de hoy es recordado por entusiastas de la arqueología y que ha definido culturalmente a los mexicanos.
Para los mexicas, los eclipses eran auténticos y temidos actos de dioses, por ello, al eclipse solar lo bautizaron como Tonatiuh cualo, una palabra en náhuatl que es español significa “cuando el sol es comido”. Por su parte, el eclipse lunar era llamado Miztli cualo.
Es sabido, que la percepción divina que tenía el pueblo de Tenochtitlan sobre los eclipses se traducía en ciertas actividades. Por ejemplo, los mexicas ofrecían sacrificios durante el mágico fenómeno natural y algunas mujeres embarazadas colgaban pedernales para así evitar que sus hijos nacieran con labios leporinos.
En cuanto al pueblo maya tenía una forma muy diferente para enfrentarse a este fenómeno natural. Los mayas, grandes observadores, profundizaron en la mecánica celeste y tuvieron una alta certidumbre para predecir los eclipses, de hasta 55%, pero no siempre podían comprobarlo, en virtud de que los lugares donde se observan están determinados por la rotación de la Tierra”, asegura Ismael Arturo Montero García, quien es el director del Centro de Investigación y Divulgación de la Ciencia de la Universidad del Tepeyac.
Conocidos como Pa’al K’in (”sol roto” en español) los eclipses podían causar terror en la población prehispánica; sin embargo, esto no era así con gobernantes y sacerdotes de élites, quienes gozaban de la educación y el conocimiento. Ismael Arturo Montero sostiene que éstos tenían un sistema bien estructurado que les permitía contar los meses lunares que se asociaban a las fechas escritas en la cuenta larga.
Del mismo modo, eran capaces de realizar cálculos astronómicos y comprender el fenómeno de otra manera. El también arqueólogo de profesión da una explicación a la habilidad de los mayas para saber cuándo vendría un eclipse:
¿Por qué podían predecirlos?, porque no puede haber un eclipse de Sol más que en luna nueva, y no puede haber uno lunar, salvo en luna llena. A partir de esta base, se puede tener un cierto grado de predicción, considerando desfases que requerían ajustes, como queda demostrado en el Códice de Dresde”.
Este libro de los mayas data de hace siglos y tiene 39 hojas, escritas por ambos lados, además de una longitud de más de tres metros. Este documento ha sido ampliamente estudiado por los entendidos del pueblo maya y en él se encuentran importantes glifos para dicha civilización.
En este códice, cuenta Montero García, específicamente en la página 54, hay símbolos que representan a los eclipses de sol: “una banda celeste, el Sol, dos fémures, como señal de muerte, y campos negro y blanco que semejan alas de mariposa, en alusión al ocultamiento., En la lengua maya Chi´ibal K´iin era el nombre que se le daba al fenómeno natural del sol y Chi´ibal Uj al de la luna. Otra creencia que tenían los mayas acerca de los eclipses de sol era que, al mirarlos directamente, pájaros vendrían para sacarles los ojos y quedarían ciegos, por lo que el reflejo del sol en baldes de agua era una práctica común para observar estos fenómenos en la bóveda celeste.
Las dos civilizaciones más importantes y grandes del México prehispánico eran grandes observadores de la bóveda celeste, conocían bien sus movimientos y sabían cuando ocurriría un eclipse.
La importancia del fenómeno, para las culturas era tal que, inclusive la fecha de fundación de Tenochtitlan se remonta a un eclipse solar ocurrido el 13 de marzo de 1325, lo que provocó que los jerarcas mexicas hicieran oficial esta fecha como símbolo de la batalla entre el sol y la luna, representada en la leyenda como el enfrentamiento entre Huitzilopochtli y Coyolxauhqui.
De la misma manera, en la cosmovisión azteca existen varios mitos que giran en torno a esta constante batalla entre la luz y la oscuridad, como la creación del quinto sol, en la que Nanahuatzin se sacrifica en el fuego para crear el astro para iluminar a la humanidad en la época en la que vivimos.
También se creía que durante el eclipse aparecían las estrellas demonio tzitzimime, que eran mujeres esqueleto que volaban y se encargaban de devorar a los hombres cuando la luz del sol era eclipsada por la luna. Su presencia se relacionaba con las estrellas que aparecían alrededor del sol en un eclipse total, cuando se oculta por completo durante el día y la oscuridad reina durante algunos cuantos minutos.
Debido a esto, los aztecas, durante los eclipses, utilizaban un cuchillo de pedernal blanco, color asociado con la luna. También se sabe que recurrían a los sacrificios de albinos, a los que se les extraía el corazón para alimentar al sol.
Las personas más susceptibles durante el fenómeno eran los niños, quienes se pensaba se convertían en ratones, por lo que tapaban sus rostros con máscaras hechas con pencas de maguey para ocultar su identidad. Por otra parte, las mujeres que estaban embarazadas temían que sus hijos fueran devorados por la oscuridad y nacieran con malformaciones.
En la civilización maya veía en el eclipse la dualidad del dios jaguar Kinich Ahau, deidad del día y de la noche, de la vida y de la muerte. Las embarazadas colocaban un trozo de obsidiana sobre su vientre o en la boca, con lo que se buscaba que no se dañara a sus futuros hijos. auguraba sequía, guerra o muerte,
Esta civilización llevó un registro detallado de los fenómenos astronómicos en el Códice de Dresden, donde plasmaron la tabla sobre los eclipses. Los rituales que realizaban los mayas en un eclipse eran danzas y rituales, creyendo que el ruido ayudaría al sol a despertar de su letargo y ahuyentaba el conflicto entre los astros.
Este entusiasmo contrasta con el efecto que los eclipses totales de sol tenían sobre nuestros ancestros. Las civilizaciones milenarias -asiáticas, americanas o europeas- sentían un intenso terror hacia este fenómeno. La palabra eclipse deriva de una antigua expresión griega que significa “abandono”. La desaparición momentánea de la luz: era como si el Sol estuviera abandonando la Tierra, un evento dramático, un mal presagio que anunciaba sucesos negativos.
Esta sensación era compartida por muchas culturas, aunque la interpretación de cada una era diferente. Todo el mundo tenía miedo, estaba aterrorizado porque un eclipse en el cielo era la peor profecía. Un eclipse total de sol es uno de los espectáculos naturales más impresionantes y bellos. Pero hasta hace no tanto tiempo, era recibido con profundo temor y desataba las reacciones más inesperadas.
Para comprender el alcance de estas teorías, recordemos algunos ejemplos de cómo han reaccionado distintas civilizaciones a lo largo de la historia ante los eclipses totales de sol.
En Babilonia ocurrió el eclipse más antiguo que se ha logrado fechar con exactitud, el llamado eclipse de Babilonia. Se transformó el día en la noche el 26 del mes de Sivan, en el séptimo año del reino y hubo un fuego en medio del cielo”, narran las escrituras. El eclipse se observó en el sur de Babilonia el 31 de julio del año 1062 a.C.
Una referencia de la Biblia, en el Apocalipsis, relaciona los eclipses de sol y de luna con los terremotos:” Y vi, cuando abrió el sexto sello sobrevenir un gran terremoto, y el Sol se volvió negro como un tejido de crin, y la Luna toda ella se volvió de sangre” (Revelación vi:12).
En el sur de Asia, los eclipses dejaron variedad de leyendas y supersticiones en las que se interpretaba que el sol era devorado por dragones u otros monstruos. En Grecia, los astrónomos fueron grandes observadores del fenómeno y eso ha dejado varios registros históricos.
En el clásico de Homero, “La Odisea”, hay una referencia a un eclipse, probablemente observado en el año 1178 a.C. en Itaca: “….y el sol ha muerto en el cielo y una maligna niebla lo cubre todo”.
En la América precolombina también existen mitos y leyendas relativos al cosmos y los eclipses. Los mayas y los aztecas dejaron narraciones sobre combates estelares entre dioses por obtener los mejores sitios en el universo.
Cuentan los historiadores que, para superar el miedo y combatir los malos espíritus, nuestros antepasados gritaban, usaban todo tipo de artefactos capaces de producir ruido o lanzaban flechas al cielo.
También existen otras leyendas, por ejemplo: el Sol y la Luna es una leyenda griega en la cual, debido a los celos de la diosa Afrodita, ésta decide separar al sol y a la luna, que se dice que son eternos enamorados, pero cuentan con el apoyo de Zeus, dios griego que les permitirá verse de frente por segundos ocasionando así el eclipse solar.
Para la gente de la antigua Grecia, los eclipses eran un mal presagio. Se pensaba que era una señal de la ira de los dioses y prueba de su enojo por algunas acciones de las personas.
Los chinos solían pensar que la oscuridad reflejada en el sol era producto de un dragón que le había “arrancado” un pedazo a la estrella. Para ahuyentarlo, llevaban a cabo un ritual con sonidos estridentes.
Los pueblos esquimales de Groenlandia pensaban que los eclipses solares eran el resultado de las batallas entre las diosas Anningan (luna) y Malina (sol).
Famosos navegantes, los vikingos creían que un eclipse solar se debía a que Skoll, criatura con forma de lobo, se robaba al sol de su posición en el cielo y por eso se oscurecía durante un periodo de tiempo.
También la historia dice en canto a las preguntas ¿cuándo murió Cristo hubo un eclipse la oscuridad que cubrió la crucifixión? Por años se ha creído que se trata de un eclipse total del sol. La creencia se extendió gracias a una película de 1961 llamada 'Barrabás'. El equipo de producción rodó la escena de la crucifixión en un pueblo cerca de Roma, donde precisamente había un eclipse de esa índole.
Muy bien estimados lectores, cada lección de historia. Hasta aquí nuestra investigación en las fuentes señaladas
Para mañana ¿Qué dicen médicos, biólogos y veterinarios de Sinaloa? ¿Qué hay entorno a las leyendas y mitos? No se lo pierda.
Antoniovelazquez13@hotmail.com