/ jueves 20 de junio de 2024

¿Sabías que el cerro del Crestón fue un panteón de ciudadanos alemanes?

En el Siglo 19, por falta de un cementerio oficial, esta comunidad europea en el puerto eligió las faldas de este icónico lugar para sepultar a sus familiares

Mazatlán, Sin.- Como si se tratara de una historia de Tim Burton, el cineasta estadounidense especializado en filmes oscuros, el cerro del Crestón esconde un pasado poco conocido por sus habitantes, perdido en su historia bohemia.

Sigiloso y majestuoso, fue testigo de funerales de ciudadanos alemanes residentes en el puerto. Sí, como lee usted bien. ¿Y esto cómo pasó?

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De acuerdo con Enrique Vega Ayala, cronista de la ciudad, en el Siglo 19 la comunidad alemana que residía en Mazatlán encontró un lugar insólito para enterrar a sus muertos: el cerro del Crestón, donde se ubica el Faro.


Esta historia se explica de la siguiente manera

Según Vega Ayala, en una época en la que Mazatlán carecía de un panteón formal, los alemanes recurrieron al cerro del Crestón para sepultar a sus difuntos.

Documentos del consulado alemán mencionan esta práctica, y aunque no se han encontrado restos ni lápidas, la evidencia documental sugiere que al menos dos personas solicitaron ser enterradas allí.

“Existen registros en los archivos consulares que indican que la comunidad alemana enterraba a sus muertos en el cerro del Crestón”, explica Vega Ayala.

“A pesar de que no se ha hallado un lugar exacto ni señales de sepulturas, los documentos hablan de esta costumbre”, mencionó el cronista.

Esta práctica no estuvo exenta de polémica eclesiástica. La Diócesis de Villa Unión criticó duramente a los alemanes por no enterrar a sus muertos en tierra consagrada, como era costumbre en la Iglesia católica. Sin embargo, las críticas no fueron escuchadas por la comunidad alemana, que siguió utilizando el cerro del Crestón como su cementerio.

La necesidad de un panteón oficial

En 1827, la falta de un panteón oficial en Mazatlán llevó al párroco local a enviar un informe urgente al Obispo de Sonora y Sinaloa.

En su carta, Monseñor insistía en la necesidad de construir un cementerio formal, ya que los habitantes estaban enterrando a sus muertos en lugares improvisados, como playas y cerros, incluyendo el cerro del Crestón.

“En ese tiempo, Mazatlán no contaba con una Iglesia católica ni con un panteón oficial. Los lugareños y la comunidad alemana tenían que buscar alternativas para enterrar a sus muertos, y los alemanes enterraban a sus vecinos ahí”, relata Vega Ayala.

Con el paso del tiempo, el cementerio alemán en el cerro del Crestón desapareció sin dejar rastros. No hay señales, lápidas ni restos que marquen su existencia, y su historia ha permanecido en gran parte olvidada hasta ahora.

Sin embargo, la investigación de Vega Ayala recuerda que este lugar, hoy conocido por su icónico faro, también es un sitio de descanso final para algunos de los primeros residentes alemanes de Mazatlán.

El cerro del Crestón, además de ser un punto de referencia turístico y natural, guarda en su historia esa faceta poco conocida del Mazatlán del siglo 19.

La comunidad alemana, aunque pequeña, dejó una huella en la ciudad y el cerro del Crestón es un testimonio silencioso de esa presencia.

Mazatlán, Sin.- Como si se tratara de una historia de Tim Burton, el cineasta estadounidense especializado en filmes oscuros, el cerro del Crestón esconde un pasado poco conocido por sus habitantes, perdido en su historia bohemia.

Sigiloso y majestuoso, fue testigo de funerales de ciudadanos alemanes residentes en el puerto. Sí, como lee usted bien. ¿Y esto cómo pasó?

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De acuerdo con Enrique Vega Ayala, cronista de la ciudad, en el Siglo 19 la comunidad alemana que residía en Mazatlán encontró un lugar insólito para enterrar a sus muertos: el cerro del Crestón, donde se ubica el Faro.


Esta historia se explica de la siguiente manera

Según Vega Ayala, en una época en la que Mazatlán carecía de un panteón formal, los alemanes recurrieron al cerro del Crestón para sepultar a sus difuntos.

Documentos del consulado alemán mencionan esta práctica, y aunque no se han encontrado restos ni lápidas, la evidencia documental sugiere que al menos dos personas solicitaron ser enterradas allí.

“Existen registros en los archivos consulares que indican que la comunidad alemana enterraba a sus muertos en el cerro del Crestón”, explica Vega Ayala.

“A pesar de que no se ha hallado un lugar exacto ni señales de sepulturas, los documentos hablan de esta costumbre”, mencionó el cronista.

Esta práctica no estuvo exenta de polémica eclesiástica. La Diócesis de Villa Unión criticó duramente a los alemanes por no enterrar a sus muertos en tierra consagrada, como era costumbre en la Iglesia católica. Sin embargo, las críticas no fueron escuchadas por la comunidad alemana, que siguió utilizando el cerro del Crestón como su cementerio.

La necesidad de un panteón oficial

En 1827, la falta de un panteón oficial en Mazatlán llevó al párroco local a enviar un informe urgente al Obispo de Sonora y Sinaloa.

En su carta, Monseñor insistía en la necesidad de construir un cementerio formal, ya que los habitantes estaban enterrando a sus muertos en lugares improvisados, como playas y cerros, incluyendo el cerro del Crestón.

“En ese tiempo, Mazatlán no contaba con una Iglesia católica ni con un panteón oficial. Los lugareños y la comunidad alemana tenían que buscar alternativas para enterrar a sus muertos, y los alemanes enterraban a sus vecinos ahí”, relata Vega Ayala.

Con el paso del tiempo, el cementerio alemán en el cerro del Crestón desapareció sin dejar rastros. No hay señales, lápidas ni restos que marquen su existencia, y su historia ha permanecido en gran parte olvidada hasta ahora.

Sin embargo, la investigación de Vega Ayala recuerda que este lugar, hoy conocido por su icónico faro, también es un sitio de descanso final para algunos de los primeros residentes alemanes de Mazatlán.

El cerro del Crestón, además de ser un punto de referencia turístico y natural, guarda en su historia esa faceta poco conocida del Mazatlán del siglo 19.

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