Mazatlán, Sin.- La labor de los boleros, que se encuentran ubicados en la Plazuela República de Mazatlán, disminuye día a día; solo entre 8 y 12 personas mantienen activo este oficio que va en decadencia en el puerto.
Los principales clientes de estos trabajadores, con una tradición de más de tres décadas, son las personas adultas, aunque cada vez menos en la era moderna.
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Manuel Quintero, un bolero con una experiencia de más de tres décadas en el puerto, señala que han sido muy poco beneficiados en los últimos años, cuando en épocas anteriores eran muy solicitados.
"Antes me acuerdo de que las personas solicitaban casi a diario el servicio de un bolero, la gente venía a que les arregláramos los tenis o les lustráramos los zapatos, ahora no, ya ni zapatos usan", mencionó el veterano bolero.
Recordó que anteriormente solían atender a más de 20 personas al día, pero ahora el promedio máximo ronda entre 8 y 10 clientes, cuando mucho, además de otros servicios que ofrecen con tal de poder incrementar la demanda en sus servicios.
"Antes solíamos realizar unas 15 a 20 lustradas al día, pero durante la pandemia nos vimos reducidos a solo cinco, aunque hemos visto un ligero repunte ahora que la gente está saliendo más, también realizamos todo tipo de reparaciones, especialmente en los tacones de las damas, lo que nos ha ayudado a mantenernos a flote, pero siendo honestos no nos ha ido bien, este negocio va en picada", explica Manuel.
Los costos
El bolero comenta que el costo de lustrar los zapatos varía de 30 a 100 pesos, dependiendo de las necesidades del cliente.
"Los precios varían de quien haga el trabajo, de cómo lo haga y de qué quiera el cliente, no solamente depende de uno, sino de las necesidades, ojalá y que regresen esos tiempos de bonanza, qué más quisiera uno, pero el servicio más bajo es de 30 pesos, que eso viene siendo lo de pegar los tenis o algo así", puntualizó.
Por día un bolero llega, gana entre 240 y 300 pesos, aunque no siempre es seguro, ya que hay ocasiones en las que se regresan a sus casas con las manos vacías al no haber tenido ningún cliente.