/ sábado 7 de agosto de 2021

Ser empacadora de camarón, los estragos de un oficio extremo

María Florentina Huizar Ibarra trabaja desde hace 27 años en las plantas congeladoras con jornadas de hasta 15 horas y a temperaturas muy bajas

Mazatlán, Sin.- El trabajo que María Florentina Huizar ha desempeñado los últimos 27 años de su vida no cualquiera podría realizarlo. Ella es empacadora de camarón y para llevar a cabo su actividad tiene que aguantar jornadas de hasta 15 horas en las que se mantiene todo el tiempo parada y en cuartos fríos con temperaturas bajo cero.

Esta labor en las plantas procesadoras de Mazatlán tradicionalmente la hacen las mujeres, y aunque muchas sí aguantan este oficio que podría considerarse extremo, la mayoría no dura ni una semana en la actividad.

Pero María Florentina lleva ya más de dos décadas, aunque la artritis y los dolores de rodillas rápidamente aparecieron en su cuerpo.

"Este es un trabajo muy noble, porque podemos hacerlo a cualquier edad, y aquí no se jubila, uno puede estar trabajando en el tiempo que uno quiera, el único problema es que algunas mujeres tienen problemas en las rodillas, espalda y las articulaciones, por el desgaste, hay quienes no pueden levantar los brazos, ni mover los dedos de las manos, pues es lo que más utilizamos".

Explica que además de durar muchas horas paradas, tienen contacto todo el tiempo con el camarón, que aunque no está congelado, sí está muy helado, incluso cuando lo empacan tiene que estar con hielo. Para protegerse, usan guantes de plástico, pero con el tiempo no pueden evitar sentir los estragos de la actividad.

"Como es producto de primera calidad, tiene que estar muy bien cuidado, y si no está muy helado luego se mancha, la mesa es el primer paso, de ahí lo recogen y se lo llevan, lo pesan, clasifican y luego lo echan en carritos y va al congelador”, comentó.

También puedes leer:Encuentran caimán en un pozo en camino que lleva a la Isla de la Piedra

Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán

La mujer de 57 años dice que desde hace algunos años a los jóvenes no les interesa trabajar en esta actividad, primero porque ya no se gana como antes, y segundo, porque no aguantan el trabajo.

Incluso, el rango de edad promedio en las plantas congeladoras es de entre 50 y 60 años. La empleada más joven en la congeladora en la que trabaja María Florentina debe de tener alrededor de 40 años y la más grande 76, una señora muy activa que les pone el ejemplo a muchas.

“Las mujeres jóvenes de 15 a 18 años ya no se ven por aquí, no aguantan el trabajo, sólo duran unos días y se van, cuando años atrás desde muchachitas empezaban a trabajar aquí, desde los 14 años”.

Ella dice que la necesidad es la que hace que las mujeres continúen en esta actividad, a pesar de todos los inconvenientes.

Te duele la cabeza, la panza, el brazo, las rodillas, las manos, pero aún así terminas la jornada, en parte porque te gusta lo que haces y también porque a esta edad ya no se encuentra trabajo tan fácilmente”, explicó.

"Las jóvenes luego se cansan, quizás nosotras nos casamos más, pero así aprendimos a trabajar la generación anterior, como era mucho el proceso, salíamos entre 3:00 y 4:00 de la mañana. Las nuevas generaciones, esas nomas se cansan y se van, hay quienes han empezado a trabajar y no terminan el día, mucho menos la temporada".


Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán


Los dolores en las rodillas apenas le permiten moverse. Camina con dificultad, pero aún así permanece en la actividad, ya que le gusta el trabajo que desempeña.

Al igual que ella, a muchas de sus compañeras les duelen también las rodillas, otras tienen problemas más graves, de artritis en las manos, y tienen que inyectarse para soportar el dolor.

LA 15 DE SEPTIEMBRE, UNA GRAN EMPRESA

Doña María Florentina empezó a trabajar cuando tenía 30 años, ella pelaba el camarón en una planta que se llamaba El Pacífico. Llegó sin saber nada y ahí aprendió el oficio. Luego se fue a Friomar, donde duró unos años. Ahí empezó a empacar y después llegó a la 15 de Septiembre, donde sigue aprendiendo todos los días.

Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán

"Mis hijos estaban chicos y no alcanzaba el dinero, fue una vecina, que era secretaria en la congeladora El Pacífico, la que me invitó, pero primero mis hijos empezaron a descabezar camarón y dije: yo también voy a ir. Y empecé a descabezar el camarón, en ese entonces se ganaba buen dinero, pero fueron pocos años de bonanza los que me tocaron".

Destaca que en la congeladora 15 de Septiembre, ya tiene como 15 años y es de los pocos lugares donde el trabajador recibe todas las prestaciones de ley.

"En la planta donde trabajo en la temporada nos dan Seguro Social y sueldo hasta por 8 meses, y no todas lo hacen, ahí empacamos y una vez que amarran los barcos pelamos y desvenamos camarón por unos meses más, hasta que se paraliza todo".

Aunque cada planta mantiene el número de personal de acuerdo con sus propias necesidades de producción, la definición de puestos y funciones no varía de una a otra, pues se establece un proceso de trabajo similar.

Aparentemente el trabajo es fácil, pero no, se tiene que conocer los colores de camarón, saber calibrarlo con la mano, porque muchas veces está chiquito, pero pesado, y otras grande, pero liviano. Y aunque ella no se considera muy rápida al hacer su trabajo, lo máximo que ha llegado a empacar son 300 charolas diarias. Pero hay quienes hacen entre 500 y 700 por día.

Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán

PIDEN AL GOBIERNO VOLTEEN A VERLAS

Doña María Florentina dice que es urgente que el gobierno, en sus tres niveles, voltee a ver a las empacadoras, que se les apoye con programas para poder sobrevivir durante la temporada de veda, porque la mayoría son madres solteras y gente adulta.

El único beneficio que tienen es el programa de Empleo Temporal estatal y dos despensas al año, cuando la temporada de "piojillo" cada vez es más larga y ya no se puede ahorrar mucho porque salen pocos barcos a pescar y la producción es mínima.

"Yo les pido que volteen a vernos como mujeres que hemos trabajado toda la vida, que vean que también tenemos necesidades, al igual que los pescadores, que somos madres de familia, la mayoría solas y que no nos dan trabajo en otra parte por la edad, necesitamos fuentes de empleo".

Hay mujeres que se dedican a vender de todo con tal de sobrevivir, como perfumería por catálogo, ropa usada en los tianguis o comida.

"Yo hago tamales los sábados, a eso me dedico porque hay que pagar luz, el agua, tiene uno que buscarle para comer, y así todas le buscamos, de una manera u otra, ya mis hijos ya están grandes, ya se casaron y de ahí puede sacarlos adelante. Antes eran otros tiempos, uno podía comprarles todo lo de la escuela, ropa, zapatos, juguetes, ahora ya no, apenas alcanza para medio comer".


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Mazatlán, Sin.- El trabajo que María Florentina Huizar ha desempeñado los últimos 27 años de su vida no cualquiera podría realizarlo. Ella es empacadora de camarón y para llevar a cabo su actividad tiene que aguantar jornadas de hasta 15 horas en las que se mantiene todo el tiempo parada y en cuartos fríos con temperaturas bajo cero.

Esta labor en las plantas procesadoras de Mazatlán tradicionalmente la hacen las mujeres, y aunque muchas sí aguantan este oficio que podría considerarse extremo, la mayoría no dura ni una semana en la actividad.

Pero María Florentina lleva ya más de dos décadas, aunque la artritis y los dolores de rodillas rápidamente aparecieron en su cuerpo.

"Este es un trabajo muy noble, porque podemos hacerlo a cualquier edad, y aquí no se jubila, uno puede estar trabajando en el tiempo que uno quiera, el único problema es que algunas mujeres tienen problemas en las rodillas, espalda y las articulaciones, por el desgaste, hay quienes no pueden levantar los brazos, ni mover los dedos de las manos, pues es lo que más utilizamos".

Explica que además de durar muchas horas paradas, tienen contacto todo el tiempo con el camarón, que aunque no está congelado, sí está muy helado, incluso cuando lo empacan tiene que estar con hielo. Para protegerse, usan guantes de plástico, pero con el tiempo no pueden evitar sentir los estragos de la actividad.

"Como es producto de primera calidad, tiene que estar muy bien cuidado, y si no está muy helado luego se mancha, la mesa es el primer paso, de ahí lo recogen y se lo llevan, lo pesan, clasifican y luego lo echan en carritos y va al congelador”, comentó.

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Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán

La mujer de 57 años dice que desde hace algunos años a los jóvenes no les interesa trabajar en esta actividad, primero porque ya no se gana como antes, y segundo, porque no aguantan el trabajo.

Incluso, el rango de edad promedio en las plantas congeladoras es de entre 50 y 60 años. La empleada más joven en la congeladora en la que trabaja María Florentina debe de tener alrededor de 40 años y la más grande 76, una señora muy activa que les pone el ejemplo a muchas.

“Las mujeres jóvenes de 15 a 18 años ya no se ven por aquí, no aguantan el trabajo, sólo duran unos días y se van, cuando años atrás desde muchachitas empezaban a trabajar aquí, desde los 14 años”.

Ella dice que la necesidad es la que hace que las mujeres continúen en esta actividad, a pesar de todos los inconvenientes.

Te duele la cabeza, la panza, el brazo, las rodillas, las manos, pero aún así terminas la jornada, en parte porque te gusta lo que haces y también porque a esta edad ya no se encuentra trabajo tan fácilmente”, explicó.

"Las jóvenes luego se cansan, quizás nosotras nos casamos más, pero así aprendimos a trabajar la generación anterior, como era mucho el proceso, salíamos entre 3:00 y 4:00 de la mañana. Las nuevas generaciones, esas nomas se cansan y se van, hay quienes han empezado a trabajar y no terminan el día, mucho menos la temporada".


Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán


Los dolores en las rodillas apenas le permiten moverse. Camina con dificultad, pero aún así permanece en la actividad, ya que le gusta el trabajo que desempeña.

Al igual que ella, a muchas de sus compañeras les duelen también las rodillas, otras tienen problemas más graves, de artritis en las manos, y tienen que inyectarse para soportar el dolor.

LA 15 DE SEPTIEMBRE, UNA GRAN EMPRESA

Doña María Florentina empezó a trabajar cuando tenía 30 años, ella pelaba el camarón en una planta que se llamaba El Pacífico. Llegó sin saber nada y ahí aprendió el oficio. Luego se fue a Friomar, donde duró unos años. Ahí empezó a empacar y después llegó a la 15 de Septiembre, donde sigue aprendiendo todos los días.

Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán

"Mis hijos estaban chicos y no alcanzaba el dinero, fue una vecina, que era secretaria en la congeladora El Pacífico, la que me invitó, pero primero mis hijos empezaron a descabezar camarón y dije: yo también voy a ir. Y empecé a descabezar el camarón, en ese entonces se ganaba buen dinero, pero fueron pocos años de bonanza los que me tocaron".

Destaca que en la congeladora 15 de Septiembre, ya tiene como 15 años y es de los pocos lugares donde el trabajador recibe todas las prestaciones de ley.

"En la planta donde trabajo en la temporada nos dan Seguro Social y sueldo hasta por 8 meses, y no todas lo hacen, ahí empacamos y una vez que amarran los barcos pelamos y desvenamos camarón por unos meses más, hasta que se paraliza todo".

Aunque cada planta mantiene el número de personal de acuerdo con sus propias necesidades de producción, la definición de puestos y funciones no varía de una a otra, pues se establece un proceso de trabajo similar.

Aparentemente el trabajo es fácil, pero no, se tiene que conocer los colores de camarón, saber calibrarlo con la mano, porque muchas veces está chiquito, pero pesado, y otras grande, pero liviano. Y aunque ella no se considera muy rápida al hacer su trabajo, lo máximo que ha llegado a empacar son 300 charolas diarias. Pero hay quienes hacen entre 500 y 700 por día.

Foto: Fausto Mcconegly | El Sol de Mazatlán

PIDEN AL GOBIERNO VOLTEEN A VERLAS

Doña María Florentina dice que es urgente que el gobierno, en sus tres niveles, voltee a ver a las empacadoras, que se les apoye con programas para poder sobrevivir durante la temporada de veda, porque la mayoría son madres solteras y gente adulta.

El único beneficio que tienen es el programa de Empleo Temporal estatal y dos despensas al año, cuando la temporada de "piojillo" cada vez es más larga y ya no se puede ahorrar mucho porque salen pocos barcos a pescar y la producción es mínima.

"Yo les pido que volteen a vernos como mujeres que hemos trabajado toda la vida, que vean que también tenemos necesidades, al igual que los pescadores, que somos madres de familia, la mayoría solas y que no nos dan trabajo en otra parte por la edad, necesitamos fuentes de empleo".

Hay mujeres que se dedican a vender de todo con tal de sobrevivir, como perfumería por catálogo, ropa usada en los tianguis o comida.

"Yo hago tamales los sábados, a eso me dedico porque hay que pagar luz, el agua, tiene uno que buscarle para comer, y así todas le buscamos, de una manera u otra, ya mis hijos ya están grandes, ya se casaron y de ahí puede sacarlos adelante. Antes eran otros tiempos, uno podía comprarles todo lo de la escuela, ropa, zapatos, juguetes, ahora ya no, apenas alcanza para medio comer".


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