Culiacán, Sin.- Cuando Alfredo recibió los resultados de la prueba del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) estalló un caos en su cabeza y el mundo se le vino encima. Se había mandado hacer el estudio de mera rutina, pero el diagnóstico positivo lo ha llevado de manera vertiginosa y en el anonimato, a cambiar toda su vida a sus 28 años.
Para el nuevo paciente, a quien llamaremos Alfredo para salvaguardar su privacidad, acudir con su doctor para realizarse este estudio era de lo más común, al ser una prueba que se hacía cada tres meses por seguridad.
El primer pensamiento que tuvo al saber que era una persona infectada de VIH, un número más en la estadística, cuando tenía todos los cuidados para evitarlo fue: “me voy a morir”, combinado con el inevitable temor de ser rechazado por su propia familia.
“Fui a uno de esos chequeos y me dieron la noticia de que era positivo (…) la verdad sí me asusté mucho, pensé que me iba a morir o que mi familia me iba a correr de mi casa, porque si es algo grave la enfermedad”, reconoció.
ACEPTACIÓN Y TRATAMIENTO
El miedo fue una emoción que se plantó en los pensamientos de Alfredo de manera tan rápida que la decisión final fue no compartir su enfermedad con sus padres, familiares y amigos, solo unos cuantos “por si me pasa algo, ellos sepan que es por eso”.
En el proceso de aceptación y adaptación de ser un paciente con VIH, los primeros síntomas en llegar a su cuerpo que ya era inmunodeprimido, fueron un poco de diarrea, fiebre, mucho sueño y cansancio. Iniciando así un tratamiento de antirretrovirales.
Los tomo una vez al día en la mañana y ya con eso, a veces me da dolor de cabeza o mareo por tomar el medicamento, pero mejor eso a morirme.
Alfredo
Ahora el seguimiento de su tratamiento se ha convertido en un proceso de soledad, las citas y las vueltas por el medicamento son siempre solo y aunque es consciente de que tiene una vida normal, con mejores hábitos alimentarios, el miedo por ser rezagado, persiste.
“He tenido que cambiar mi alimentación, hacer ejercicio, tengo que cuidarme mucho más porque cualquier enfermedad podría matarme, pero ya estoy bajo tratamiento y eso también ayuda a que mis defensas suban”, explicó.
En su día a día, Alfredo no concilia la idea de acudir a terapia psicológica por la pena de que las personas sepan que es un paciente activo de VIH, lo que lo ha llevado a tener un cambio más en sus relaciones de pareja, por haber vivido ya el rechazo de algunos cuando conocen su realidad.
“Lo oculto con mi familia, algunos amigos y con algunos hombres que conozco, porque me da miedo el rechazo, no sé cómo van a tomar la noticia y no quiero que se alejen de mi”, mencionó.
Mientras Alfredo cumple al pie de la letra su tratamiento, sigue trabajando, hace ejercicio y se alimenta mejor, su vida amorosa se redujo, “la verdad ya casi no busco hombres, porque se asustan cuando les digo que tengo VIH, ya me dejan de hablar o así, mejor me quedo solo”.
Sumado a las preocupaciones y cargas emocionales que aguanta por el VIH, con la llegada del Covid-19 a Sinaloa, se añadió el miedo por ser una víctima más de la enfermedad, pero para su sorpresa, cuando le confirmaron tener coronavirus, los síntomas fueron normales y en sus recientes logros está el poder decir “sobreviví”.
Puedes leer: En Sinaloa se han reportado 218 nuevos casos de Sida este año
NUMERALIA
En Sinaloa, de acuerdo a datos de la Secretaría de Salud, hay en promedio dos mil 900 personas en plataforma confirmadas con VIH, de las cuales dos mil 450 pacientes están en tratamiento. Alrededor del 83 por ciento son hombres y el 17 por ciento, mujeres.
El director de Prevención y Promoción a la Salud, Cristian Aldo Muñoz Madrid, ha indicado que Sinaloa ocupa el lugar número 26 a nivel nacional en el tema de contagios y el 20, de casos positivos al año.
La tasa de mortalidad en el estado por VIH es del 1.8 por cada 100 mil habitantes, mientras que en el país es entre cuatro y 4.2 por cada 100 mil habitantes.
“Prácticamente si tenemos un control adecuado de las personas, la gente si acude y cada vez es más común que la gente acuda a recibir su tratamiento y haces un buen diagnóstico”, comentó.
De acuerdo a Muñoz Madrid, la edad promedio en la que se diagnostica el VIH es entre los 25 y 40 años, periodo en que las personas tienen un mayor contacto sexual y unos más por mala higiene que tienen en el consumo de sustancias.
En cuanto a la atención de la salud mental, el director de Prevención y Promoción de la salud, recomendó a los pacientes a acudir a terapia como un mecanismo de aceptar la enfermedad, dejen de sentirse angustiados o se pongan en una situación de riesgo.
“Un paciente con VIH tampoco es fácil persuadir, es sensibilizarlos porque traen arrastrando ciertas y cuales cosas, entonces aunado a una enfermedad, poco a poco vamos sensibilizando para que ese paciente se acerque a la terapia y acuda de manera voluntaria”, precisó.
Bajo este contexto, Alfredo ha aprendido en su proceso que estar enfermo de VIH no es equivalente a la muerte, que puede tener un buen estilo de vida e incluso si se cuida de manera correcta no va a morir por esta enfermedad.
Por el estigma que existe hacía los pacientes con VIH o Sida, considera que es necesario que las personas aprendan sobre la realidad de la enfermedad, que no es más que una enfermedad crónica como las demás y que no amerita que la sociedad los aparte “que la verdad somos personas y no un riesgo”.
Un paciente con VIH tampoco es fácil persuadir, es sensibilizarlos porque traen arrastrando ciertas y cuales cosas.
Cristian Aldo Muñoz
Lee más aquí ⬇