Culiacán, Sin. - Antes del mediodía y luego de una hora de lluvia, la Secretaría de Educación Pública y Cultura (SEPyC) lanzó un comunicado de suspensión de clases para el turno vespertino del nivel básico, pues fuertes chubascos azotarían en la ciudad.
A mi mami le dijeron que pasara por mí, porque iba a llover. Ya estaba lloviendo, pero fue poquito.
Kevin, de 7 años.
Ese día, Kevin se fue de su escuela a casa en el servicio de “combi” que sus papás pagan. Ese 17 de octubre, de hace 12 meses, con posibilidad de aguacero, sus papás no pudieron ir antes por él.
“Mi mami no pasó por mi porque estaba trabajando y nos esperamos a la salida para irnos en la combi. Cuando íbamos a la casa empezamos a escuchar disparos y la chofer se asustó y yo también”, dice.
Kevin no entendía que estaba pasando exactamente, los disparos y las pistolas, platica, nada más las había visto en películas de acción, no en la vida real.
“Todos los niños nos asustamos. Yo ya quería que mejor mi mami llegara por mí”, relata. Pero mamá no llegó. La camioneta tipo combi, tuvo que resguardarse en un taller sobre el bulevar Francisco I. Madero, al menos 20 minutos. Eran las 14:40 horas de la tarde, veinte minutos antes de que la ciudad se convirtiera en una zona de guerra.
Y cae la lluvia… de balas
“Cuando iba a la casa escuchaba muchos ruidos fuertes. ¡PUM, PUM, PUM! Tronaba bien feo en la calle y me empezó a dar miedo cuando miré gente corriendo”, dice el menor.
Finalmente, Kevin llegó a casa y lo recibió su hermano mayor, quien decidió no ir a la preparatoria por el anuncio de las fuertes lluvias.
En esa misma combi iba Romina, compañera de Kevin, quien se quedó con la chofer hasta la noche. Pues al ser una escuela de tiempo completo, sus padres esperaban verla en casa más tarde, cuando ellos llegaran. Pero tampoco pudieron salir de sus oficinas.
“Yo me acuerdo que había balazos y gente asustada. Me puse a llorar y rezarle a diosito. Los demás niños si llegaron con sus papás pero yo no y me quedé con Tere (la chofer) hasta la noche. Lo único que pensé es que ya no quería irme a la escuela porque no quería ver balazos en el camino”, manifiesta Romina.
En ese transporte escolar iban 12 menores, por los que sus papás no pudieron pasar antes, cuando SEPyC lanzó el aviso de suspensión de clases. Todos fueron testigos del evento que más violencia y dolo le ha causado a la ciudad.
Fue hasta casi media noche que los padres de la pequeña Romina fueron por ella a casa de Tere. Sus padres recuerdan encontrarla llorando.
ONELY SE QUEDÓ SIN PASEO
No muy lejos de donde Kevin y Romina se refugiaron junto con sus compañeros en la combi, estaba Onely.
Ella era la última niña que quedaba en la guardería del Centro. Las cuidadoras avisaron vía Whatsapp que debían pasar con urgencia por los menores, desde las 14:00 horas.
“Yo nada más quedaba, ya estaba aburrida y mi papi fue por mí. Me dijo que me iba a comprar un algodón de azúcar después de que saliéramos de su trabajo. Es que yo ya tenía un algodón, pero se me llenó de hormigas y eso me había puesto triste, por eso mi papi me iba a comprar otro”, recuerda Onely.
Pero no pudieran completar la misión. Su papá la tuvo que llevar a la oficina y quedarse ahí resguardándola hasta las 18:00 horas.
“Mi papi estaba asustado y enojado, por eso mejor ya no dije nada del algodón de azúcar y me puse a jugar, a dibujar y ver videos en YouTube. Duramos mucho tiempo ahí y yo ya quería irme”.
- ¿Recuerdas que estaba pasando en la calle?
“Más o menos, sólo sé que había gente mala”.
Onely no está familiarizada con sucesos violentos, pues en su casa cuidan los contenidos que ella ve. La menor sólo podía percibir que algo malo pasaba, lo sentía en la mirada de su padre y en el compañero de cubículo que los acompañaba en el resguardo.
“Mi abuelo fue por nosotros. Mi mami se quedó en su trabajo y no la vi hasta el otro día. Yo creo que las personas que tiraron balazos no son buenos, sus mamás no les enseñaron a portarse bien, por eso quisieron molestar a la gente así. Eso no se hace” sentencia la pequeña de 6 años de edad.
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Ella vivió a través de su familia, la angustia, y aunque la cuiden de no presenciar actos violentos en los medios de comunicación, Onely no pudo evitar percibir que la “gente mala” no respetó la ciudad en la que vive. Se dio cuenta que la gente estaba triste y en peligro.
Ya no quiero que pase eso.
Onely
Sin duda, las infancias que vivieron el “culiacanazo”, tendrán en su memoria estas historias. Esos momentos donde los adultos, aquellas figuras de autoridad y protección, se tuvieron que poner más valientes para no alterar a los pequeños.
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