/ jueves 21 de septiembre de 2017

La esperanza se mantiene viva en el colegio Rébsamen

En el lugar se respira miedo y esperanza, por momentos, todos guardan silencio

El luto volvió a cubrir a la Ciudad de México, sólo que esta vez se ensañó con los niños de la escuela Enrique Rébsamen. Murieron 21 en el desplome de una parte de su institución, 11 fueron rescatados y hasta el momento, toda una maquinaria humana; militar y civil está en la búsqueda de otros cuatro pequeños, metidos en lo más profundo de los escombros.

La entrada al colegio tenía marcada con el megasimulacro de las 11 de la mañana en recuerdo al sismo del 19 de septiembre de 1985. Según vecinos, los alumnos salieron en estricto orden, muy bien formados.

Dos horas después, el techo se les venía encima. El fantasma del sismo del 85 regresó trepidante y rompió pilares de concreto como si fueran frágiles palillos de madera, arrancó ventanas y llenó de polvo y dolor a la colonia Ex.-Hacienda de Coapa.

La comunidad se volvió una pincelada de la agónica Saluja. Los escombros se tragaron el área de descanso, donde los chicos desayunaban en cinco mesas de mármol redondo de 60 centímetros de diámetro.

El personal de Protección Civil, perteneciente a la delegación de Tlalpan, fueron los primeros en llegar. Llevaron tapabocas, guantes, esmeriles para cortar concreto y varilla; después llegó el ejército que se encargó, junto con la Marina del Mando Coordinador, de las acciones de rescate.

La Comisión Nacional de Seguridad y la División de Gendarmería montaron dentro de una privada frente a la escuela, un puesto de control, donde psicólogos de la CNS notificaron la muerte de sus hijos a padres de familia, quienes escupían frustración y vomitaban dolor, en el ruido de las sirenas de ambulancias y los cientos de botellas con agua donadas por vecinos.

En el patio principal de la escuela, generadores solares, traídos por la Comisión Nacional de Agua, sirven para alimentar a los reflectores enfocados en los escombros y en los cuerpos de rescate.

Las manos no han palpado. Llegaron de todo sitio, ya fuera para excavar, para traer polines de madera o para meterse en los intestinos de la edificación destruida y crear túneles que llegaran a los niños. Así sacaron a 11 y se celebró la vida. Luego, vinieron los pequeños cuerpos inertes, el más grande de los dolores causado por esta tragedia.

En 1985 el sur de ciudad fue el menos afectado, la circulación del transporte fluía muy bien, el problema era el Centro de la ciudad, 32 años después le tocó nuevamente al Centro, pero ahora también a la zona sur.

Rescatistas del Ejército y voluntarios, equipados con binomios caninos y aparatos que detectan movimientos bajo los escombros, continúan sus trabajos para rescatar a personas atrapadas en el colegio Enrique Rébsamen, ubicado al sur de la Ciudad de México.

El scanners emitió que hay señales de vida de una niña llamada Frida Sofía, y dos más se encuentran con ella, en donde padres de familia esperan con angustia, pero también con la esperanza de que rescaten con vida a más niños que se encuentran atrapados bajo los escombros.

En el lugar se respira miedo y esperanza, por momentos, todos guardan silencio a la señal de un puño cerrado de alguno de los rescatistas que se encuentran muy cerca del lugar, en donde se detectan los movimientos.

El puño cerrado es una espacie de protocolo que nació por parte de los rescatistas que trabajan en los escombros de los edificios que colapsaron con el terremoto del martes por la tarde.

El luto volvió a cubrir a la Ciudad de México, sólo que esta vez se ensañó con los niños de la escuela Enrique Rébsamen. Murieron 21 en el desplome de una parte de su institución, 11 fueron rescatados y hasta el momento, toda una maquinaria humana; militar y civil está en la búsqueda de otros cuatro pequeños, metidos en lo más profundo de los escombros.

La entrada al colegio tenía marcada con el megasimulacro de las 11 de la mañana en recuerdo al sismo del 19 de septiembre de 1985. Según vecinos, los alumnos salieron en estricto orden, muy bien formados.

Dos horas después, el techo se les venía encima. El fantasma del sismo del 85 regresó trepidante y rompió pilares de concreto como si fueran frágiles palillos de madera, arrancó ventanas y llenó de polvo y dolor a la colonia Ex.-Hacienda de Coapa.

La comunidad se volvió una pincelada de la agónica Saluja. Los escombros se tragaron el área de descanso, donde los chicos desayunaban en cinco mesas de mármol redondo de 60 centímetros de diámetro.

El personal de Protección Civil, perteneciente a la delegación de Tlalpan, fueron los primeros en llegar. Llevaron tapabocas, guantes, esmeriles para cortar concreto y varilla; después llegó el ejército que se encargó, junto con la Marina del Mando Coordinador, de las acciones de rescate.

La Comisión Nacional de Seguridad y la División de Gendarmería montaron dentro de una privada frente a la escuela, un puesto de control, donde psicólogos de la CNS notificaron la muerte de sus hijos a padres de familia, quienes escupían frustración y vomitaban dolor, en el ruido de las sirenas de ambulancias y los cientos de botellas con agua donadas por vecinos.

En el patio principal de la escuela, generadores solares, traídos por la Comisión Nacional de Agua, sirven para alimentar a los reflectores enfocados en los escombros y en los cuerpos de rescate.

Las manos no han palpado. Llegaron de todo sitio, ya fuera para excavar, para traer polines de madera o para meterse en los intestinos de la edificación destruida y crear túneles que llegaran a los niños. Así sacaron a 11 y se celebró la vida. Luego, vinieron los pequeños cuerpos inertes, el más grande de los dolores causado por esta tragedia.

En 1985 el sur de ciudad fue el menos afectado, la circulación del transporte fluía muy bien, el problema era el Centro de la ciudad, 32 años después le tocó nuevamente al Centro, pero ahora también a la zona sur.

Rescatistas del Ejército y voluntarios, equipados con binomios caninos y aparatos que detectan movimientos bajo los escombros, continúan sus trabajos para rescatar a personas atrapadas en el colegio Enrique Rébsamen, ubicado al sur de la Ciudad de México.

El scanners emitió que hay señales de vida de una niña llamada Frida Sofía, y dos más se encuentran con ella, en donde padres de familia esperan con angustia, pero también con la esperanza de que rescaten con vida a más niños que se encuentran atrapados bajo los escombros.

En el lugar se respira miedo y esperanza, por momentos, todos guardan silencio a la señal de un puño cerrado de alguno de los rescatistas que se encuentran muy cerca del lugar, en donde se detectan los movimientos.

El puño cerrado es una espacie de protocolo que nació por parte de los rescatistas que trabajan en los escombros de los edificios que colapsaron con el terremoto del martes por la tarde.

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