/ viernes 6 de noviembre de 2020

De Michoacán a Tijuana, acostumbrándose a la comida de la frontera

Damián, Mireya y sus dos hijos no han decidido aún si se quedarán en esta ciudad, aunque cuando se trata de comida, claramente extrañan la frescura y el precio de los alimentos de su tierra

Tijuana.- Es domingo por la tarde y toda la familia está reunida para comer. Es uno de los pocos días de la semana que pueden hacerlo porque es el descanso de Damián. Es el sostén del hogar formado con su esposa Mireya y sus dos hijos de 7 y 13 años de edad.

En una pequeña estufa junto a la puerta hay dos cacerolas, una con carne de cerdo en salsa a base de tomatillo, otra con frijoles negros enteros. Más tarde llegan las tortillas de maíz calientes y la bebida. Tres litros de refresco de cola y dos litros más de sabor manzana.

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Foto: El Sol de Tijuana

“Nos gusta mucho el agua de sabor, pero no sirve muy bien el refri”, dice Mireya buscando justificar la decisión de comprar refrescos con alto contenido de azúcar, hoy sumamente cuestionados.

Y ese refrigerador que no funciona correctamente, de más o menos un metro de altura, sirve también como alacena para la familia. Sobre él hay, entre otras cosas, dos cajas de gelatina en polvo, una bolsa de cereal, tortillas de harina, una lata de atún, un paquete de pasta y una bolsa mediana de papas fritas.

David sostiene a su familia ganando 2,200 pesos semanales producto de su trabajo de lunes a sábado en la construcción, de los que destina 2,700 pesos mensuales para pagar la renta y 1,500 pesos a la semana para despensa.

Foto: El Sol de Tijuana

“La verdad sí está muy difícil porque todo está muy caro. Yo aquí bajo al sobreruedas que me queda cruzando (...) allá con menos dinero compraba más ”, comenta Mireya, la responsable de la dieta familiar.

Llegaron a Tijuana de Michoacán hace siete meses huyendo de la violencia con la intención de pedir asilo en Estados Unidos, pero se encontraron con la restricción de cruces y trámites en la garita internacional a causa de la pandemia.

No han decidido aún si se quedarán en esta ciudad, aunque cuando se trata de comida, claramente extrañan la frescura y el precio de los alimentos de su tierra, conocida principalmente por las carnitas de cerdo y el aguacate.

Mireya dice que el platillo más pedido por sus hijos son las enfrijoladas y que la comida rápida no es algo común en la alimentación.

Foto: El Sol de Tijuana

“Por ahí cuando se les antoja una pizza, pues sí la compramos aquí abajito. Pero lo que acostumbramos son sopitas aguadas, frijolitos, chilaquiles, lentejas. Les vengo haciendo lo más básico: papitas en recaudo, huevito con jamón. Ahí le ando variando”, comenta.

Tampoco es que sean exigentes, añade luego de que Damián saboreé el recuerdo de un bistec acompañado de nopal asado. “Me desayuno solo un café o un pedacito de birote nada más. Y ya hasta el lonche (...) once, doce almorzamos”, comenta él.

Y mientras inicia el día en la obra, en su casa el desayuno para Mireya y sus hijos es regularmente huevo, sopa aguada o frijoles, cuenta ella.

Aunque los hijos y su padre tienen en común la costumbre del birote, pero ellos lo acompañan con licuado, cuando no beben leche con plátano, pan dulce o galletas María para cenar.

Foto: El Sol de Tijuana

Por eso junto a las tortillas son los alimentos más consumidos en el hogar: estiman que son hasta 10 kilos de tortilla y unos 20 litros de leche por semana.

Los niños toman hasta dos litros diarios de leche Liconsa, que cuesta 14 pesos por litro, y los padres compran leche de galón para ellos.

Extrañan los "pajaretes" de leche bronca y ahora se habitúan a la alimentación de una frontera donde los alimentos procesados son más comunes que en su pequeño poblado de Michoacán.

Así se preparan para cerrar el año, deben decidir qué cocinarán para la cena del 24 de diciembre y será también la primera festividad decembrina que la familia pase fuera de su hogar.

“Un pozole”, sugiere Damián para la cena navideña, aunque su petición no tiene mucho éxito. Quizás es pronto todavía para tomar esa decisión.

Foto: El Sol de Tijuana

Tijuana.- Es domingo por la tarde y toda la familia está reunida para comer. Es uno de los pocos días de la semana que pueden hacerlo porque es el descanso de Damián. Es el sostén del hogar formado con su esposa Mireya y sus dos hijos de 7 y 13 años de edad.

En una pequeña estufa junto a la puerta hay dos cacerolas, una con carne de cerdo en salsa a base de tomatillo, otra con frijoles negros enteros. Más tarde llegan las tortillas de maíz calientes y la bebida. Tres litros de refresco de cola y dos litros más de sabor manzana.

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Foto: El Sol de Tijuana

“Nos gusta mucho el agua de sabor, pero no sirve muy bien el refri”, dice Mireya buscando justificar la decisión de comprar refrescos con alto contenido de azúcar, hoy sumamente cuestionados.

Y ese refrigerador que no funciona correctamente, de más o menos un metro de altura, sirve también como alacena para la familia. Sobre él hay, entre otras cosas, dos cajas de gelatina en polvo, una bolsa de cereal, tortillas de harina, una lata de atún, un paquete de pasta y una bolsa mediana de papas fritas.

David sostiene a su familia ganando 2,200 pesos semanales producto de su trabajo de lunes a sábado en la construcción, de los que destina 2,700 pesos mensuales para pagar la renta y 1,500 pesos a la semana para despensa.

Foto: El Sol de Tijuana

“La verdad sí está muy difícil porque todo está muy caro. Yo aquí bajo al sobreruedas que me queda cruzando (...) allá con menos dinero compraba más ”, comenta Mireya, la responsable de la dieta familiar.

Llegaron a Tijuana de Michoacán hace siete meses huyendo de la violencia con la intención de pedir asilo en Estados Unidos, pero se encontraron con la restricción de cruces y trámites en la garita internacional a causa de la pandemia.

No han decidido aún si se quedarán en esta ciudad, aunque cuando se trata de comida, claramente extrañan la frescura y el precio de los alimentos de su tierra, conocida principalmente por las carnitas de cerdo y el aguacate.

Mireya dice que el platillo más pedido por sus hijos son las enfrijoladas y que la comida rápida no es algo común en la alimentación.

Foto: El Sol de Tijuana

“Por ahí cuando se les antoja una pizza, pues sí la compramos aquí abajito. Pero lo que acostumbramos son sopitas aguadas, frijolitos, chilaquiles, lentejas. Les vengo haciendo lo más básico: papitas en recaudo, huevito con jamón. Ahí le ando variando”, comenta.

Tampoco es que sean exigentes, añade luego de que Damián saboreé el recuerdo de un bistec acompañado de nopal asado. “Me desayuno solo un café o un pedacito de birote nada más. Y ya hasta el lonche (...) once, doce almorzamos”, comenta él.

Y mientras inicia el día en la obra, en su casa el desayuno para Mireya y sus hijos es regularmente huevo, sopa aguada o frijoles, cuenta ella.

Aunque los hijos y su padre tienen en común la costumbre del birote, pero ellos lo acompañan con licuado, cuando no beben leche con plátano, pan dulce o galletas María para cenar.

Foto: El Sol de Tijuana

Por eso junto a las tortillas son los alimentos más consumidos en el hogar: estiman que son hasta 10 kilos de tortilla y unos 20 litros de leche por semana.

Los niños toman hasta dos litros diarios de leche Liconsa, que cuesta 14 pesos por litro, y los padres compran leche de galón para ellos.

Extrañan los "pajaretes" de leche bronca y ahora se habitúan a la alimentación de una frontera donde los alimentos procesados son más comunes que en su pequeño poblado de Michoacán.

Así se preparan para cerrar el año, deben decidir qué cocinarán para la cena del 24 de diciembre y será también la primera festividad decembrina que la familia pase fuera de su hogar.

“Un pozole”, sugiere Damián para la cena navideña, aunque su petición no tiene mucho éxito. Quizás es pronto todavía para tomar esa decisión.

Foto: El Sol de Tijuana

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